Los jesuitas llaman a adorar la Naturaleza
En las comunidades indias del norte de América las mujeres piden permiso a los cedros antes de arrancar sus ramas. “No nos gusta herir a los árboles, les hacemos una ofrenda antes”, aseguran. Posteriormente, practican rituales para restituir los bienes tomados para no alterar la armonía con el entorno.
La especie humana está siendo problemática para la
Tierra. La reconciliación con la naturaleza requiere de una experiencia
sensible que reposicione al ser humano como parte de un sistema complejo en el
que coexisten organismos vivos y no vivos.
Sin embargo, la ruptura de esta relación horizontal
está presente en varios principios fundacionales de la sociedad. El Génesis,
por ejemplo, impulsa al ser humano a someter a las especies animales y
vegetales. “Esto fue escrito en una sociedad agricultura y pastoril. Ya hay una
intención de dominar la Tierra”, explicó Javier Melloni, SJ. La palabra de
Dios, a su juicio, se muestra más humana que divina.
Durante una charla para la Cátedra Kino, SJ
organizada por el Sistema Universitario Jesuita, el pensador recuperó las
enseñanzas de los pueblos originarios de las Américas, mismas que versan a
favor de la “custodia y veneración” de la naturaleza, no de su dominación. Así
como las comunidades de Canadá, la mayoría coinciden en la percepción de la
Tierra como hermana.
Contrario a esta visión, el sistema económico ha
vivido de la depredación de los recursos naturales. Como evidencian situaciones
como la discusión de la última reforma energética y la develación del litio
como el “oro blanco”, desprenderse de este modelo no será sencillo. Melloni, SJ
invitó a hacer conciencia sobre la pérdida de la contemplación de la vida como
producto de un capitalismo que hace de la inmediatez su principal modelo de
negocios.
El progreso tiene límites. El teólogo jesuita
distinguió entre las necesidades y los deseos; los últimos, dijo, deben
encontrar su tope en la reciprocidad con la naturaleza. Países como Bolivia y
Ecuador, ejemplos de las resistencias indígenas en el Cono Sur, han incorporado
en sus legislaciones el concepto andino sumak kawsay: el buen vivir basado en
lo que ya se tiene, contrapuesto al desarrollo desmedido de los países
industrializados.
Los activismos ecologistas han desarrollado
diferentes alternativas utilitarias y científicas para hacer frente a la
evidente crisis climática. Javier Melloni propuso virar a una ecoespiritualidad
o ecosofía (filosofía del ecosistema) para reaprender, desde la contemplación,
el papel de las personas como cuidadoras del ambiente.
Dicha perspectiva no es nueva. Desde los años 50 se
ha buscado romper con las tesis darwinianas que observan la vida natural como
una lucha por la supervivencia. En su lugar, los impulsores de nuevas teorías
evolutivas abogan por la presencia de una colaboración entre las múltiples
especies para sostener los ecosistemas. “Juntos crecemos, no unos a costa de
otros”.
Contemplar la naturaleza es revolucionario, pues
impacta el diario vivir desde la forma de comer, de vestir y de moverse. El
expositor lamentó que las discusiones sobre nuevos mundos posibles se den
motivados por la insostenible crisis climática. Al mismo tiempo, llamó a
introducir rituales de restitución en todo lo que se consume de la madre
Tierra.
Tal como han enseñado las comunidades originarias,
las instituciones eclesiásticas han comenzado a responder a los signos de los
tiempos. En su encíclica Laudato Si', el papa Francisco hace del cambio
climático un asunto de la Iglesia. Propone una ecología integral: contiene
elementos de justicia y libertad para las regiones que han sido históricamente
sometidas como puntos de extracción.
La contemplación de la naturaleza implica asumir que
los seres humanos son amenazas para la belleza natural. Por ello, la tarea es
consolidar un compromiso por la preservación de la vida. “En la medida en que
nuestra relación con ella [la naturaleza] es de veneración y de custodio… eso
modificaría un modo de vivir civilizatorio urgente”.
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