El volcán de La Palma 'escupió' 85.000 piscinas olímpicas de lava
El volcán de La Palma escupió 212 millones de metros
cúbicos de lava durante los 85 días que se mantuvo vivo, un volumen con el que
podría haber llenado 85.000 piscinas olímpicas. Esta nueva estimación no solo
permite concretar la cantidad de material que emergió desde las profundidades
de la tierra durante aquellos tres meses –hasta el momento solo se había dado
una cifra estimada de 215 millones de metros cúbicos–, sino que, gracias a las
técnicas utilizadas para medirlo, se ha podido reconstruir un minuto a minuto
del comportamiento del volcán a través de sus emisiones de lava.
Este nuevo cálculo ha sido publicado en la revista
Scientific Reports, del grupo Nature, por parte un equipo de científicos
alemanes (del Centro Aeroespacial Alemán y el Centro de Geociencias de la
Universidad de Postdam) en colaboración con Pablo J. González, vulcanólogo del
Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC). Y aunque lo más
llamativo es el volumen de lava que acabó arrasando con pueblos tan emblemáticos
como el de Todoque o La Laguna, el valor del estudio reside en los cálculos que
ha realizado sobre las variaciones en la tasa de emisión de lava que
caracterizaron al volcán durante cada fase eruptiva.
La tasa de emisión más alta fue de 40 metros cúbicos
por segundo y coincidió con la llegada de la lava mar
El cúlmen de la emisión de lava ocurrió el 1 de
octubre. Pocos días después de que se produjera un abrupto parón de actividad
que hizo creer que el volcán acabaría con su destrucción. Sin embargo, una fuerte
sacudida, un incremento de emisión de gases y un aumento de la explosividad del
volcán provocaron que la lava se extendiera por lo largo y ancho de Los Llanos
de Aridane y llegara, por primera vez, al mar. "En esos momentos la tasa
de emisión era de 40 metros cuadrados por segundo", resalta González, que
asegura que es "una barbaridad". "Eso significa que en solo un
día pudo llenar 1.400 piscinas olímpicas", concreta el investigador. Esa
tasa de emisión se prolongó durante dos días. "Menos mal que no tuvimos
esa tasa de emisión durante toda la erupción", afirma González. Si hubiera
sido así, el volcán habría modificado mucho más la geografía de la isla.
De hecho, si algo caracterizó a la actividad
volcánica, fueron sus vaivenes. "Este pico de actividad que fue el mayor
por eso, aunque hubo dos o tres más, la imagen final de la serie temporal de
datos es similar a la de una campana de Gauss con una larga cola",
resalta. Estos datos demuestran que el volcán de La Palma tuvo una erupción
basáltica cuyos patrones de comportamiento se encuadran dentro de lo
"ordinario", más aún si se la compara con la de otros volcanes del
mundo. "Todas las erupciones basálticas tiene un pico de emisión al
principio y luego una larga cola en la que la actividad cae progresivamente
durante semanas o meses", resalta, afirmando que el patrón coincide con el
del Tajogaite.
Para llevar a cabo este cálculo se utilizaron tres
técnicas de observación satelital. Por un lado, los investigadores usaron dos
satélites que tomaban medidas topográficas, uno con imágenes ópticas
(fotografías) y otro con un radar. Estos datos ayudaron a corregir los que
proporcionaba un último satélite que medía la emisión térmica. "Juntando
sus estimaciones pudimos refinar la historia de emisión ocurrida durante la
erupción de La Palma", resalta el investigador.
Los cálculos se consiguieron a través del análisis
de las imágenes tomadas por tres satélites distintos
El estudio también abre la puerta a la posibilidad
de utilizar este indicador –la tasa de emisión– en las erupciones del futuro.
"Habría que refinarlo para poder utilizarlo en tiempo real porque en esta
ocasión no lo hemos podido utilizar, pero podría ser un parámetro más que se
sume a los ya conocidos, como la deformación, la sismicidad o la emisión de
gases", asegura el científico del IPNA-CSIC. En ese sentido insiste en que
no solo debería hacerse desde satélite, sino también a través de una cámara
térmica que "observe de manera continua a la boca principal" para
poder estimar este indicador incluso en los días nublados donde la visión desde
el espacio flaquea.
Las conclusiones de este estudio son una pieza más
de un complejo puzle que trata de de describir pormenorizadamente la que se ha
convertido en una de las mayores erupciones que ha sufrido Canarias en los
últimos 600 años. "Hemos conseguido extraer una serie temporal que es
pública y que cualquiera puede utilizar", explica González. Estos
cálculos, refuerzan la teoría publicada la semana pasada por los investigadores
del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que, tras evaluar los terremotos del
proceso eruptivo, determinaron que el volcán sufrió al menos dos fases
distintas relacionadas con el reservorio de magma del que se alimentaba.
"Diseccionar este volcán requiere la colaboración entre científicos de
distintos ámbitos", insiste González.
Los científicos del IGN descubrieron que el volcán
tenía dos fuentes de alimentación bajo tierra: una a 12 y otra a 35 kilómetros.
Dos reservorios magmáticos cuya forma de interactuar marcó el rumbo de la
propia erupción. En el estudio presentado por estos científicos también se
describen dos fases eruptivas. En la primera, que caracterizó los primeros 15
días de erupción, el volcán de Cumbre Vieja agotó las reservas del reservorio a
12 kilómetros y, posteriormente, comenzó a succionar el magma desde el
reservorio profundo. "Fue como si se quitara el tapón y el volcán
absorbiera todo lo que contenían esos dos reservorios", explica la
investigadora del IGN y firmante principal del artículo, Carmen del Fresno. En
superficie eso se tradujo en el discurrir de una lava con una consistencia más
densa.
La primera semana de noviembre la situación cambió
de manera abrupta porque las "cañerías" internas de La Palma se
volvieron a rellenar. Al recuperar el espacio perdido, el magma empezó a
empujar desde el reservorio profundo hacia el superficial, provocando que la
lava que emergiera del volcán de una forma mucho más fluida. En esta fase
"los cambios en profundidad precedían a cambios en superficie" y este
impulso tan energético muchas veces provocaba la "apertura de bocas
nuevas", como revela Del Fresno.
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