El ADN antiguo confirma el origen del ‘Homo sapiens’ en cuatro linajes
África es la cuna del
Homo sapiens y alberga la mayor diversidad genética humana que cualquier otra
parte del planeta. Los estudios de ADN antiguo de sus yacimientos arqueológicos
pueden arrojar luz sobre los orígenes más antiguos de la humanidad. Sin
embargo, siguen siendo escasos, en parte debido al desafío que supone extraer
ADN de esqueletos degradados en ambientes tropicales.
Ahora, un equipo
interdisciplinar e internacional con la participación del Instituto de Biología
Evolutiva (IBE), un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) y de la Univesidad Pompeu Fabra (UPF) en Barcelona, ha
reconstruido el genoma antiguo completo de cuatro niños enterrados en el
refugio rocoso Shum Laka en Camerún, hace entre 8.000 años y 3.000 años,
durante la transición de la Edad de Piedra a la Edad de Hierro. Esa región se
considera la cuna de las lenguas bantúes, el grupo más diverso y extenso de
lenguas africanas.
El estudio, publicado en
la revista Nature y con la participación del investigador del IBE Carles
Lalueza-Fox, demuestra que hubo al menos cuatro linajes importantes en la
historia de la humanidad, hace entre 300.000 y 200.000 años. Esta ramificación
no se había identificado previamente a partir de datos genéticos.
El hallazgo refuerza el
argumento recientemente formulado por arqueólogos y genetistas de que los
orígenes humanos en África pueden haber involucrado a poblaciones profundamente
divergentes y geográficamente separadas.
Los resultados sugieren
que los linajes que conducen a los cazadores-recolectores de África central,
los del sur de África y todos los demás humanos modernos divergieron en una
sucesión cercana hace unos 250.000 y 200.000 años.
“Nuestro análisis indica
la existencia de al menos cuatro grandes linajes humanos profundos que
contribuyeron a las poblaciones actuales, y que divergieron entre sí hace unos
250.000 y 200.000 años”, dice David Reich de la Facultad de Medicina de
Harvard, responsable del estudio.
El cuarto linaje era una
población “fantasma” previamente desconocida que contribuyó con una pequeña
cantidad de ascendencia tanto al oeste como al este de África. “Esta radiación
cuádruple, incluida la posición de un linaje humano moderno fantasma
profundamente dividido, no se había identificado antes a partir del ADN”,
continúa Reich.
Según Carles
Lalueza-Fox, el análisis genómico de poblaciones antiguas y actuales africanas
desmiente las conclusiones de trabajos previos basados únicamente en el
análisis del ADN mitocondrial, y demuestra que el origen de nuestra especie fue
un fenómeno mucho más complejo de lo que pensábamos.
Un raro linaje de herencia paterna
En la región donde se
encuentra el yacimiento, los investigadores sospechan que se originaron las
lenguas y culturas bantúes, el grupo de idiomas más extendido y diverso en
África en la actualidad. Se cree que la difusión de las lenguas bantúes y los
grupos que las hablaron en los últimos 4.000 años explican por qué la mayoría
de las personas de África central, oriental y meridional están estrechamente
relacionadas entre sí y con los africanos occidentales y centrales.
Si bien los hallazgos
del trabajo no hablan directamente de los orígenes del idioma bantú, sí arrojan
luz sobre las múltiples fases de la historia más antigua del Homo sapiens. Los
investigadores examinaron el ADN de los niños de Shum Laka junto con el ADN
publicado de antiguos cazadores-recolectores del este y sur de África, así como
el ADN de muchos grupos africanos actuales. Combinando estos conjuntos de
datos, pudieron construir un modelo de linajes divergentes en el curso del
pasado humano.
Sorprendentemente, el
ADN antiguo secuenciado de los cuatro niños revela una ascendencia muy
diferente a la de la mayoría de los hablantes de bantú en la actualidad. En
cambio, son más similares a los cazadores-recolectores de África central.
Uno de los individuos de
la muestra de Shum Laka, un varón adolescente, portaba un raro haplogrupo de
cromosomas Y (A00) que no se encuentra casi en ninguna parte fuera del oeste de
Camerún en la actualidad. A00 está mejor documentado entre los grupos étnicos
Mbo y Bangwa que viven cerca de Shum Laka, y esta es la primera vez que se
encuentra en el ADN antiguo.
Se trata de un
haplogrupo profundamente divergente, que se separó de todos los demás linajes
humanos conocidos hace unos 300.000 años. Esto muestra que este linaje más
antiguo conocido de varones humanos modernos ha estado presente en el centro y
oeste de África durante más de 8.000 años, y tal vez durante mucho más tiempo.
“Este resultado sugiere
que los hablantes de bantú que viven hoy en Camerún y en toda África no
descienden de la población a la que pertenecían los niños de Shum Laka”, indica
Mark Lipson de la Facultad de Medicina de Harvard, autor principal del estudio.
“Esto subraya la antigua diversidad genética en esta región y señala a una
población previamente desconocida que contribuyó solo con pequeñas proporciones
de ADN a los grupos africanos actuales”, añade.
La propagación de la
agricultura y el pastoreo en África, como en otras partes del mundo, estuvo
acompañada por muchos movimientos poblacionales. “Si echas la vista 5.000 años
atrás, prácticamente todos los habitantes al sur del Sáhara eran
cazadores-recolectores”, comentan los autores. “Pero si los buscas hoy, verás
que son muy pocos y están dispersos entre ellos”, recalcan.
Este estudio contribuye
a un creciente cuerpo de investigación de ADN antiguo que podría descifrar la
diversidad genética antigua y la estructura de las poblaciones que han sido
borradas por los cambios demográficos que acompañaron la propagación de la
producción de alimentos.
“Los resultados destacan
cómo el paisaje humano en África hace unos pocos miles de años era
profundamente diferente de lo que es hoy, y enfatizan el poder del ADN antiguo
para despejar el pasado humano detrás de los movimientos de las poblaciones”,
concluye Reich.
Referencia
bibliográfica:
Mark Lipson, et. al.
“Ancient West African foragers in the context of African population history”
Nature enero de 2020. DOI: 10.1038/s41586-020-1929-1
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