Un anfibio destrona al camaleón como primer vertebrado con lengua proyectable
Se trata de una criatura parecida a una salamandra de 100 millones de años encontrada en Myanmar
Los restos de una pequeña criatura similar a una salamandra, atrapados durante 100 millones de años en resina fosilizada (ámbar), han permitido a los paleontólogos describir una nueva especie de anfibio y, de paso, descubrir que los camaleones no fueron los primeros vertebrados de la tierra con lengua proyectable.
El fósil, que está excelentemente bien conservado,
fue descubierto en el yacimiento ambarino de Myanmar (uno de los más antiguos e
importantes del mundo junto con los de España y Líbano), tiene unos cinco
centímetros de largo -sin incluir la cola- y, pese a tener garras, escamas y
cola como las lagartijas, no era un reptil sino un anfibio.
El ejemplar, cuyos detalles se publican hoy en
Science, ha sido descrito por científicos del Institut Català de Paleontología
Miquel Crusafont (ICP) junto a investigadores del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, y de distintos
centros de Eslovaquia, Australia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos.
La nueva especie, que pertenece a la familia de los
albanerpetóntidos, también conocidos como ‘albis’, ha sido bautizada como
‘Yaksha perettii’, en honor a los “yaksha”, unas criaturas míticas de la
tradición birmana que custodiaban tesoros, y a Adolf Peretti, el descubridor
del fósil.
El estudio explica que estos anfibios pertenecen a
un linaje distinto al de las ranas, salamandras y cecilias actuales, extinguido
hace dos millones de años y del que existen fósiles de hace unos 165 millones
de años, aunque se cree que estos extraños vertebrados surgieron hace más de
250 millones de años.
Los ‘albis’ son importantes para completar el puzle
de la evolución y el origen de los grupos modernos de anfibios (ranas,
salamandras y cecilias) pero, hasta ahora, su estudio estaba limitado a los
escasos fósiles disponibles, en su mayor parte, elementos craneales
desarticulados o ejemplares más o menos completos y articulados -como los del
yacimiento de Las Hoyas, en Cuenca- pero completamente aplastados.
“Por primera vez tenemos ejemplares completamente
articulados, conservados en tres dimensiones que, incluso, tienen restos de
tejido blando (lengua, párpados…). Estos ejemplares proporcionan nueva
información morfológica que servirá para avanzar en el conocimiento de las relaciones
entre los diferentes albanerpetóntidos, así como entre los mismos y otros
grupos de anfibios”, explica a Efe el investigador del IPC y coautor del
estudio Arnau Bolet.
Los investigadores analizaron las piezas de ámbar
con tomografías computerizadas que les permitieron obtener imágenes de gran
resolución de la anatomía de los fósiles y que revelaron que estos pequeños
animales, lejos de ser excavadores subterráneos como se creía, eran
depredadores de emboscada que capturaban a sus presas con un rápido disparo de
su lengua retráctil, similar a la de los camaleones.
La lengua del camaleón es uno de los músculos más
rápidos del reino animal y, en algunas especies, puede dispararse de 0 a 100
km/h en una centésima de segundo y que alcanza esta velocidad gracias a un
músculo acelerador especializado que, al contraerse, almacena energía y luego
lanza su elástica lengua con un efecto de retroceso.
Por tanto, si los primeros ‘albis’ ya tenían esta
lengua extensible, esta característica habría aparecido millones de años antes
que los primeros camaleones, que se supone vivieron hace unos 120 millones de
años y a los que hasta ahora se consideraba pioneros en esta modalidad de caza.
Descubrir que los ‘albis’ tenían lenguas de
proyectables ha permitido a los paleontólogos explicar algunas de sus “extrañas
y maravillosas” características, “como las inusuales articulaciones de la
mandíbula y el cuello y los grandes ojos que miran hacia delante, una
característica común de los depredadores”, explica Susan Evans, paleontóloga
del University College de Londres y coautora del estudio.
Además, aunque los fósiles están notablemente bien
conservados, las tomografías computarizadas han sido esenciales para hacer el
análisis y revelar rasgos a pequeña escala que habían quedado oscurecidos en el
ámbar nublado.
“Nos los podemos imaginar como unos pequeños
animales, algo rechonchos, correteando y escondiéndose en la hojarasca y
saliendo ocasionalmente para cazar una mosca con su lengua”, concluye Evans.
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