Los sapiens se refugiaron el centro de la Península Ibérica en lo peor de la última glaciación
Los primeros Homo sapiens llegaron a la península ibérica hace unos 43.000 años y lo hicieron por el norte, pero ¿cuándo se asentaron en la meseta? Un nuevo trabajo demuestra que esta fue ocupada de forma recurrente desde hace, al menos, 26.000 años, a pesar de los picos de frío de la última glaciación.
Esta constatación choca con la interpretación
asumida tradicionalmente que dibujaba una meseta despoblada -debido a las
rigurosas condiciones climáticas y ambientales- durante la mayor parte del
proceso de población y asentamiento de los primeros humanos modernos en la
península desde el continente africano.
Los investigadores han obtenido sus conclusiones a
partir de la datación -con diversas técnicas- de más de 30 muestras de hueso
animal y el análisis paleoecológico de restos de polen, carbón y micromamíferos
presentes en los sedimentos, así como del estudio de herramientas líticas y de
fósiles de grandes faunas como ciervos, caballos o cabras abandonadas por
cazadores-recolectores.
Todo ello hallado en sendas excavaciones, de 2015 y
2019, en Peña Capón, un yacimiento en Muriel-Tamajón, Guadalajara, que está
bajo un pantano, de ahí que no todos los años se puedan hacer campañas.
Los resultados se publican en la revista
"Scientific Reports", en un artículo que lideran científicos de la
Universidad de Alcalá y que aporta datos inéditos arqueológicos, geológicos,
paleoecológicos y cronométricos que muestran que el centro peninsular fue
ocupado al menos desde hace 26.000 años a pesar de las condiciones climáticas.
Los humanos modernos, explica a Efe Manuel
Alcaraz-Castaño, llegaron a la península por el norte, hace unos 42.000/43.000
años; sobre esto existe un gran consenso y datos consolidados. Sin embargo,
sobre lo que pasó después y cómo no hay unanimidad.
La clave de la discusión científica es que
tradicionalmente se ha pensado que el centro peninsular estuvo despoblado hasta
el final del último máximo glacial, hace aproximadamente 19.000 años.
El equipo de Alcaraz-Castaño quiso poner a prueba
esta hipótesis al considerar que existía "un sesgo en la
investigación", al haberse centrado esta más en las costas, donde por otro
lado existe un número mayor de yacimientos, que en las tierras del interior.
"Nuestro trabajo demuestra que no solo no
evitaron asentarse en el centro, sino que lo hicieron de forma recurrente en un
período asociado a temperaturas con hasta 15 grados menos que ahora y a un
ambiente árido y seco", señala el investigador, que subraya que los datos
confirman la ocupación de sapiens más antigua del centro peninsular, más allá
de algunas otras evidencias en los rebordes del oeste y el norte de la meseta.
Los datos permiten, por tanto, afirmar un modelo
alternativo que se basa en que los primeros asentamientos de humanos modernos
en la meseta ocurrieron precisamente durante el llamado "Evento de
Heinrich 2", el cual registró el momento de frío más intenso del último
ciclo glaciar.
Estos resultados empujan a preguntarse, advierte
Alcaraz-Castaño, qué impediría entonces a estos cazadores-recolectores
asentarse en el interior desde el inicio del proceso, hace 42.000/43.000 años.
Si el máximo frío de la última glaciación no lo
impidió, cabría pensar que los humanos modernos pudieron llegar incluso antes
de lo que constata este estudio. De hecho, la hipótesis de este científico y su
equipo es que los primeros grupos de Homo sapiens se acomodaron en la meseta
hace al menos 35.000 años.
Pero esto, insiste, es solo una hipótesis, aunque
asegura disponer ya, ellos y otros grupos, de datos preliminares que indican
que pudieron llegar hace al menos unos 29.000/30.000 años. Ahora hay que
corroborarlos y publicarlos, pero estos datos y el actual artículo permiten
"ser optimistas" en cuanto a la localización de nuevas evidencias que
acaben rellenando ese vacío de poblamiento desde comienzos del Paleolítico
superior en el interior de Iberia.
La investigación se ha desarrollado en el marco del
proyecto Multipaleoiberia, financiado por el Consejo Europeo de Investigación y
coordinado desde la Universidad madrileña de Alcalá. Las excavaciones están
dirigidas por Alcaraz-Castaño y José Javier Alcolea-González.
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