Cómo los humanos perdieron su cola
Durante más o menos 500 millones de años, nuestros antepasados tuvieron cola. Como los peces, solían usarla para nadar a través de los mares cámbricos. Mucho tiempo después, cuando evolucionaron en los primates, sus colas les ayudaban a mantener el equilibrio mientras corrían de una rama a otra a través de las selvas eocénicas. Pero, luego, hace unos 25 millones de años, las colas desaparecieron.
Tal como explica Carl Zimmer en Yahoo Noticias, Charles
Darwin fue el primero en reconocer este profundo cambio en la anatomía de
nuestros ancestros. No obstante, cómo y por qué ocurrió sigue siendo un
misterio.
Ahora, hay un equipo de científicos en Nueva York
que asegura haber localizado la mutación genética que pudo haber eliminado
nuestras colas. Cuando los científicos realizaron esta modificación genética en
ratones, a los animales no les salió cola, según un nuevo estudio que fue
publicado en línea la semana pasada.
Este dramático cambio anatómico tuvo un profundo
impacto en nuestra evolución. Los músculos de las colas de nuestros ancestros
evolucionaron para convertirse en una malla parecida a una hamaca a través de
la pelvis. Cuando los antepasados de los humanos se pusieron de pie y caminaron
en dos patas hace millones de años, esa hamaca muscular estuvo lista para
soportar el peso de los órganos erguidos.
Aunque es imposible demostrar de una manera
definitiva que esta mutación recortó las colas de nuestros ancestros, “es lo
más cercano a una evidencia de lo que podríamos esperar”, comentó Cedric Feschotte,
un genetista de la Universidad de Cornell que no estuvo involucrado en el
estudio.
Darwin escandalizó a sus audiencias victorianas al
asegurar que descendíamos de los primates con cola. Hizo notar que, aunque los
humanos y los simios no tenían una cola visible, compartían un diminuto grupo
de vértebras que se extienden más allá de la pelvis, una estructura conocida
como el coxis.
“No tengo la menor duda de que es una cola
rudimentaria”, escribió.
Desde entonces, los paleoantropólogos han
descubierto fósiles que clarifican esta transformación. Los primates más
antiguos de los que se sabe datan de unos 66 millones de años y tenían colas
completamente desarrolladas que probablemente usaban para mantener el
equilibrio en los árboles. En la actualidad, la mayoría de los primates
vivientes, como los lémures y casi todos los monos, siguen teniendo colas. Sin
embargo, cuando los simios aparecieron en el registro fósil, hace unos 20
millones de años, no tenían cola.
“Esta pregunta —¿dónde está mi cola?— la he tenido
en la cabeza desde que era niño”, comentó Bo Xia, un estudiante de posgrado
especializado en biología de las células madres en la Escuela de Medicina
Grossman de la Universidad de Nueva York.
En 2019, un mal viaje en Uber, en el que Xia se
lesionó el coxis, se lo recordó con una urgencia renovada. “Tardé un año en
recuperarme y eso en verdad me estimuló para pensar sobre el coxis”, comentó.
Para comprender cómo los simios y los humanos
perdieron sus colas, Xia se fijó en cómo se forma la cola en otros animales. En
las primeras etapas del desarrollo embrionario, se enciende un conjunto de
reguladores maestros, los cuales orquestan distintas partes de la médula para
desarrollar cualidades distintivas, como el cuello o la región lumbar. En el
extremo más lejano del embrión, surge el capullo de una cola, dentro del cual
se desarrolla una cadena especial de vértebras, músculos y nervios.
Los investigadores han identificado más de 30 genes
involucrados en el desarrollo de las colas en varias especies, desde el largo
látigo de una iguana hasta el rabo de un gato Manx. Todos esos genes también
están activos en otras partes del embrión en desarrollo. Los científicos siguen
aprendiendo cómo su actividad única al final de un embrión da lugar a una cola.
Xia dedujo que nuestros antepasados perdieron sus
colas cuando hubo mutaciones que alteraron uno o más de estos genes. Para
buscar esas mutaciones, Xia comparó el ADN de seis especies de simios sin cola
con el de nueve especies de monos con cola. Al final, descubrió una mutación
que comparten simios y humanos —pero les falta a los monos— en un gen llamado
TBXT.
El TBXT fue uno de los primeros genes que
descubrieron los científicos hace más de un siglo. En aquel entonces, muchos
investigadores buscaban genes bombardeando a animales, plantas y microbios con
rayos X, con la esperanza de que las mutaciones crearan un cambio visible.
La mutación que descubrió Xia no se había observado
antes. Consistía en 300 letras genéticas en la mitad del gen TBXT. Este tramo
del ADN casi era idéntico en humanos y simios y fue insertado exactamente en el
mismo lugar de sus genomas.
Xia llevó el hallazgo a sus supervisores, Itai Yanai
y Jef Boeke, para ver qué opinaban. “Casi me caigo de la silla, porque es un
resultado simplemente impresionante”, recordó Yanai.
Para poner a prueba la idea de que la mutación
estuvo involucrada en la desaparición de nuestra cola, Xia y sus colegas
diseñaron genéticamente ratones con la mutación TBXT que llevan los humanos.
Cuando esos embriones se desarrollaron, a muchos de los animales no les creció
cola. A otros tan solo les salió una corta.
Xia y sus colegas proponen que esta mutación le tocó
al azar a un simio hace unos 20 millones de años, lo cual provocó que tan solo
creciera el muñón de una cola o absolutamente nada. Sin embargo, el animal sin
cola sobrevivió e incluso se desarrolló, para pasarle la mutación a su prole. A
la postre, la forma mutante del TBXT se convirtió en la norma de los simios y
los humanos actuales.
Según los científicos, la mutación del TBXT no es lo
único que explica que tengamos un coxis en vez de una cola. Aunque los ratones
del experimento produjeron una serie de colas alteradas, nuestro coxis es casi
idéntico de una persona a la otra. Debe haber otros genes que mutaron después y
ayudaron a producir una anatomía uniforme.
Aunque los genetistas están empezando a explicar
cómo desaparecieron nuestras colas, los científicos siguen desconcertados
respecto de por qué ocurrió esto.
Los primeros simios eran más grandes que un mono y
el aumento de su tamaño habría facilitado las caídas de las ramas, las cuales
probablemente fueron fatales. Cuesta explicar por qué los simios sin una cola
que les ayudaba a mantener el equilibrio no sufrieron una desventaja evolutiva
significativa.
Además, perder una cola también pudo presentar otros
peligros. Xia y sus colegas descubrieron que la mutación del TBXT no solo
acorta las colas, sino que también a veces provoca defectos en la médula
espinal. Y, a pesar de todo, de alguna manera, perder la cola demostró ser una
importante ventaja evolutiva.
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