Algo se mueve en el satélite Europa
Europa es una de las cuatro llamadas lunas galileanas de Júpiter, la menor de ellas, pero aun así, es el sexto satélite más grande del Sistema Solar, ligeramente más pequeño que la Luna con unos 3100 km de diámetro, casi el tamaño de Norte a Sur de nuestro continente Europa.
Hasta hace casi 50 años, el satélite era uno más de
los de Júpiter y el Sistema Solar, pero cuando empezamos a visitar sus
inmediaciones con misiones como Pioneer 10 y 11, y sobre todo con las Voyager o
la propia sonda Galileo, este satélite ganó en interés para los astrofísicos y
para la humanidad en general. Y es que estas misiones revelaron un mundo de
formas suaves, sin montañas ni restos de impactos de meteoritos como los que
vemos en la Luna, por ejemplo, lo que implicaba que su superficie es
relativamente joven. Esa superficie debe tener unas cuantas decenas o hasta
unos 200 millones de años, es decir, se ha renovado en el tiempo que llevan los
mamíferos en la Tierra.
Otra característica muy curiosa de Europa es que
refleja casi el 65% de la luz del Sol que le llega, un valor muy parecido a la
cantidad de luz que refleja el hielo en los casquetes polares de la Tierra.
Imágenes de la Voyager 2 (¡de 1979, un año que está más cerca de la Segunda
Guerra Mundial, que parece tan lejana, que de la actualidad!) mostraron una
superficie plagada de placas y bandas que parecían fruto de fracturas de un
material sólido, rellenadas por un material más fluido, como lava o agua.
Medidas del campo magnético de la luna, proporcionadas por la sonda Galileo,
implicaban la existencia de un material que conduce la electricidad en su
interior. Aparte de estas observaciones, la densidad global de esta luna
también apunta a que Europa está formada por un núcleo de rocas, parecido a las
que tiene un planeta como la Tierra, pero rodeado de una gran cantidad de agua,
quizás más del doble que lo que tiene nuestro planeta, y con sales disueltas,
un gran océano subglacial. Esa agua estaría en forma sólida en superficie,
donde las temperaturas son gélidas, de menos de 200 ºC bajo cero, formando una
capa de unos 20 kilómetros, y líquida debajo, con un gran océano de hasta 150
kilómetros de profundidad.
Observaciones más recientes del satélite, realizadas
por ejemplo por el Hubble hace solo unos pocos años, apoyaron este modelo a
través del descubrimiento de penachos de agua en estado gaseoso que serían
expulsados por lo que se llama criovolcanes. Los criovolcanes son como los
géiseres que tenemos en la Tierra, pero pueden formar conos volcánicos, es
decir, montañas. Son como nuestros volcanes, tan dramáticos esta semana, pero
no de roca/lava sino de hielo/agua. No solo eso, Hubble también encontró
indicios, todavía por confirmar, de la presencia de una tenue atmósfera en
Europa, compuesta principalmente de oxígeno, que quizás proviene de la
destrucción de las moléculas de agua de la superficie, continuamente
bombardeada por fotones y partículas cargadas y redirigidas a Europa por el
intenso campo magnético de Júpiter.
Un océano interaccionando con un fondo rocoso con actividad
geológica ya ha sido identificado en la Tierra como una de las posibles cunas
de la vida. Este podría ser el caso también en Europa. Teniendo en cuenta que
el planeta Júpiter ha sido clave en la evolución del Sistema Solar, cabe la
posibilidad de que satélites como Europa sean mucho más importantes de lo que
podríamos concebir para conocer los orígenes de la vida en la Tierra. Siendo
mucho más imaginativo, y recordando el monolito en 2001: Odisea en el espacio o
la temática de las últimas películas de la saga Alien, como Covenant, quizás la
cuna de la vida debe buscarse más allá de nuestro planeta. En todo caso, Europa
es fascinante, ¡hay que ir allí!, y en ello están proyectos ya muy avanzados
como Europa Clipper o JUICE, y otros que podrían suceder en 15-20 años, como
Europa Lander.
Pablo G. Pérez González es investigador del Centro
de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA) /
Para el diario El País
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