El Tigre Dientes de Sable cuidaba de sus enfermos
Hay ocasiones en las que la paleontología se parece más a la labor de un detective que a la de un simple coleccionista. El propósito no es solo recopilar y clasificar huesos, como hacían los primeros representantes de esta disciplina, a medio caballo entre la geología y las ciencias de la vida.
Con el tiempo se abrió la posibilidad de reconstruir
el pasado a través de esos restos. Al principio, la labor detectivesca
consistía en reconstruir las capas de tejidos blandos que vestían los huesos.
Para ello había que comparar los relieves de su
esqueleto con los de parientes cercanos todavía vivos, haciéndose una idea de
la relación que existía entre el volumen de un músculo y lo prominente que
fuera el relieve del hueso sobre el que se fijara.
Estas pistas han ayudado a tantear la distribución
de todos esos tejidos que rara vez fosilizan y que permiten aportar rigor a las
reconstrucciones, alejándose de la pura fantasía con andamios de realidad que
eran los primeros dinosaurios que dibujamos.
Con el tiempo, estas reconstrucciones encontraron un
puente entre ese mundo de la anatomía osteológica (de los huesos) y el estudio
de las vidas concretas de algunos ejemplares. La ventana se había abierto y
esta nos permitía lo inimaginable: deducir cómo actuaban animales extintos de
los que tan solo teníamos un puñado de huesos.
Por ejemplo, es evidente que encontrar una grandísima
cantidad de ejemplares fosilizados en un mismo lugar apunta a una vida
gregaria, pero estos estudios pretendían ir más allá. En cierto modo, se
sustentaban en una subdisciplina llamada “paleopatología”, que es el estudio de
las enfermedades que podían poseer los seres vivos del pasado, ya fueran primos
cercanos nuestros o reptiles gigantes.
Gracias a ella podemos saber que los cánceres nos
acompañan desde los tiempos más remotos y que, un individuo, pudo romperse una
pierna luchando contra otro. Podemos saber si sobrevivió a la herida e incluso
cuánto tiempo, intuir si pudo reposarla o si le costó que el hueso soldara,
podemos saber más de lo que parece. Y en este caso, tenemos una pelvis de
“tigre diente de sable” que parece apuntar a que vivían en manada y cuidaban a
los miembros más enfermos / LEER NOTICIA COMPLETA
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