Astrónomos encuentran la estructura más grande de la Vía Láctea
Hace aproximadamente 13,8 mil millones de años, nuestro universo nació en una explosión masiva que dio lugar a las primeras partículas subatómicas y las leyes de la física tal como las conocemos. Aproximadamente 370.000 años después, se formó el hidrógeno, el bloque de construcción de las estrellas —que fusionan hidrógeno y helio en su interior para crear todos los elementos más pesados—.
Si bien el hidrógeno sigue siendo el elemento más
omnipresente del universo, puede ser difícil detectar nubes individuales de gas
hidrógeno en el medio interestelar (ISM). Esto dificulta la investigación de
las primeras fases de la formación de estrellas, lo que ofrecería pistas sobre
la evolución de las galaxias y el cosmos.
Ahora, un equipo internacional dirigido por
astrónomos del Instituto de Astronomía Max Planck (MPIA) encontró un filamento
masivo de gas hidrógeno atómico en nuestra galaxia. Esta estructura, llamada
«Maggie», se encuentra a unos 55.000 años luz de distancia (al otro lado de la
Vía Láctea) y es una de las estructuras más largas jamás observadas en nuestra
galaxia.
La investigación se basa en datos obtenidos por el
sondeo THOR, un programa con base en el observatorio radioastronómico Karl G.
Jansky Very Large Array (VLA) en Nuevo México. Utilizando las antenas de radio
de ondas centimétricas del VLA, este proyecto estudia la formación de nubes
moleculares, la conversión de hidrógeno atómico en molecular, el campo
magnético de la galaxia y otras cuestiones relacionadas con el ISM y la
formación de estrellas.
El propósito final es determinar cómo convergen los
dos isótopos de hidrógeno más comunes para crear densas nubes que se elevan a
nuevas estrellas. Los isótopos incluyen hidrógeno atómico (H), compuesto por un
protón, un electrón y sin neutrones, y el hidrógeno molecular (H2) —o
Deuterio—, que está compuesto por un protón, un neutrón y un electrón. Solo
este último se condensa en nubes relativamente compactas que desarrollarán
regiones heladas donde eventualmente emergen nuevas estrellas.
El proceso de la transición del hidrógeno atómico a
hidrógeno molecular aún se desconoce en gran medida, lo que hizo de este
filamento extraordinariamente largo un hallazgo especialmente emocionante.
Mientras que las nubes de gas molecular más grandes
conocidas miden típicamente alrededor de 800 años luz de longitud, Maggie mide
3.900 años luz de largo y 130 años luz de ancho.
«La ubicación de este filamento ha contribuido a
este éxito. Todavía no sabemos exactamente cómo llegó allí. Pero el filamento
se extiende unos 1600 años luz por debajo del plano de la Vía Láctea. Las
observaciones también nos permitieron determinar la velocidad del gas
hidrógeno. Esto nos permitió mostrar que las velocidades a lo largo del
filamento apenas difieren», explicó el astrónomo Jonas Syed en un comunicado de
prensa.
El análisis del equipo mostró que la materia en el
filamento tenía una velocidad media de 54 km/s-1, que determinaron
principalmente midiéndola contra la rotación del disco de la Vía Láctea. Esto
significó que la radiación en una longitud de onda de 21 cm (también conocida
como la «línea de hidrógeno») era visible contra el fondo cósmico, haciendo que
la estructura fuera discernible.
«Las observaciones también nos permitieron
determinar la velocidad del gas hidrógeno», dijo Henrik Beuther, director de
THOR y coautor del estudio. «Esto nos permitió mostrar que las velocidades a lo
largo del filamento apenas difieren».
Asimismo, estos hallazgos confirmaron las
observaciones hechas un año antes por Juan D. Soler, astrofísico de la
Universidad de Viena y también coautor del artículo. Cuando observó el
filamento, lo nombró en honor al río más largo de su Colombia natal: el río
Magdalena (en inglés: Margaret o «Maggie»). Si bien Maggie era reconocible en
la evaluación anterior de Soler de los datos de THOR, solo el estudio actual
prueba sin lugar a dudas que se trata de una estructura coherente.
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