Los escarabajos inventaron la guerra química

 

Podemos encontrar escarabajos en todos los continentes excepto la Antártida, y son claves para el mantenimiento de los ecosistemas. El orden donde se les incluye, coleóptera, es a día de hoy el que contiene un mayor número de especies descritas.

Conocemos aproximadamente 400 000 escarabajos diferentes, lo que significa que cerca de un 25% de todas las especies jamás descritas (incluyendo plantas, hongos y todos los tipos de vida microbiana) pertenecen a este orden. A pesar de esta increíble diversidad, sus habilidades de desplazamiento y el haber conseguido conquistar prácticamente cualquier tipo de terreno desde que aparecieron hace unos 295 millones de años, actualmente un gran número especies que han visto reducidos sus números de manera alarmante debido a las actividades humanas.

Leyendo el título y el final del párrafo anterior, el lector podría atar cabos y pensar que los escarabajos están planeando un contraataque para acabar con la humanidad. Si bien es cierto que varias especies como diabrotica virgifera, también conocido como «el insecto de los mil millones de dólares», pueden causar pérdidas millonarias a grandes extensiones de cultivo, este proceso forma parte del ciclo de vida habitual del escarabajo, que se ve acelerado por la gran cantidad de alimento disponible. Por tanto, día de hoy no tenemos constancia de que los escarabajos estén diseñando un plan específicamente para acabar con nosotros.

Existiendo tantos tipos de escarabajos y en tanta cantidad, es normal que los depredadores se fijen en ellos como una fuente de alimento. Y aunque muchos han desarrollado glándulas que producen un mal sabor o toxinas de diferentes tipos, otros han optado por unas de las estrategias de defensa más sorprendentes del reino animal. Hablamos sobre los escarabajos bombardero.

Los escarabajos bombardero se encuentran englobados en el género Brachinus dentro de la familia Carabidae, una de las mayores del orden coleóptera. Estos insectos destacan sobre el resto ya que han llevado su mecanismo de defensa al extremo; cuando son devorados por algún animal incauto que ve en ellos una presa fácil, expulsan por su trasero una mezcla química cáustica a más de 100 grados que causa quemaduras y, por supuesto, un muy mal sabor de boca. Los análisis del revelan que el compuesto que expulsa este escarabajo por la zona posterior del abdomen es benzoquinona, una sustancia capaz de causar enrojecimiento, erupciones en la piel e incluso provocar necrosis tisular localizada. Además, este químico es especialmente irritante para los ojos y el sistema respiratorio y recordemos que lo expulsan a una temperatura muy elevada, potenciando el daño que provoca al -seguramente arrepentido- depredador / LEER NOTICIA COMPLETA

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