El verdadero 'John Hammond' de la paleontología
¿Está basado el mecenas de Jurassic Park en Andrew Carnegie, el gran filántropo de la paleontología de principios del siglo XX?
Seguro que todos y todas recordaréis a John Hammond,
el adorable ancianito de Jurassic Park, dueño de la empresa InGen. Al principio
de la película, en la excavación en Montana de Ellie Sattler y Alan Grant,
descubrimos que, además, es mecenas de su excavación. Pero todo parece quedar en
que, siendo amante de los dinosaurios, financia este proyecto y punto.
Lo cierto es que en las novelas la realidad es algo
diferente: Grant y su equipo trabajan para Hammond. No solo reciben su dinero y
lo usan en sus excavaciones, sino que le entregan informes de sus hallazgos y
los resultados de investigación. Información que usan desde InGen para ponerla
en práctica a la hora de criar dinosaurios. Ya que, a diferencia de la
película, en la novela Parque Jurásico, Grant y Sattler trabajan en un yacimiento
de nidos y crías de dinosaurio, inspirado en la Colina del Huevo de Montana
donde Jack Horner y su equipo descubrieron Maiasaura. Y claro, recibir
información fresca, recién investigada, sobre los hábitos reproductivos y de
cría de dinosaurios, pues es útil si vas a dedicarte a clonarlos y pretendes
que sobrevivan…
La imagen del mecenas en paleontología no es
puramente peliculera ni cosa de las novelas, y de hecho, grandes hallazgos de
la historia de la Paleontologia de Vertebrados se han debido a este tipo de
ayudas. De hecho, es posible que el propio John Hammond esté basado en un
personaje histórico, Andrew Carnegie.
Como el ficticio John Hammond de Parque Jurásico,
Carnegie era escocés, pero vivió y amasó su fortuna en Estados Unidos. Empezó
trabajando en la Compañía Ferroviaria de Pennsylvania, de la que acabó siendo
gerente. Creó la Compañía de Aceros Carnegie, que acabó fusionando a otras
empresas del sector hasta formar la US Steel. Amasó una enorme fortuna que,
como filántropo, dedicó a subvencionar bibliotecas, escuelas, universidades e
investigaciones científicas. Y fundó un puñado de instituciones, como la
Carnegie Institution for Science, la Carnegie Mellon University, o el Carnegie
Museum de Pittsburgh. De hecho, fue a través de este museo y sus investigadores
que Carnegie patrocinó sus excavaciones.
Parece ser que su interés en los dinosaurios creció
cuando vio reseñado en un periódico el hallazgo, contado de manera ultra
sensacionalista, de un gigantesco saurópodo en Wyoming. Carnegie dio la orden
al director de su museo en Pittsburgh, William Jacob Holland, de que comprase
ese espectacular espécimen para su museo. Tras desplazarse hasta Wyoming, los
hombres de Holland no encontraron ese “gigantesco brontosaurio” -y es que la
noticia se basaba únicamente en un fémur de gran tamaño- pero en el área de
Sheep Creek descubrieron un gigantesco esqueleto casi completo de un dinosaurio
saurópodo del ya conocido género Diplodocus, pero que parecía ser una especie
nueva. El paleontólogo John Bell Hatcher nombró a esta nueva especie como
Diplodocus carnegii en honor a Carnegie, su mayor mecenas y fundador de su
museo. Curiosamente, este esqueleto era en realidad la mezcla de varios
individuos, pero se procedió a su montaje esquelético como si se tratase de uno
solo. Algo, por cierto, muy habitual en los museos. Este montaje colosal se
inauguró en 1907 y su fama corrió como la pólvora.
A este ejemplar, aunque compuesto de varios
individuos, se le apodó Dippy, y se hizo muy famoso. Andrew Carnegie estaba tan
contento con este hallazgo, y supongo que también con el hecho de que el
dinosaurio llevara su nombre, que accedió a la petición del rey Eduardo VII de
Inglaterra y pagó la realización de réplicas del esqueleto, que se montó en el
Museo de Historia Natural de Londres, donde permaneció durante décadas, hasta
que recientemente se desmontó y reemplazó por un esqueleto de ballena para
montar una exposición itinerante sobre Dippy. Esta donación alentó otras
peticiones, y Carnegie las regaló a varios países europeos y americanos, donde
se instalaron en sus principales museos. Es por eso por lo que gran cantidad de
museos tienen una copia de Dippy, como el Museum für Nasturkunde de Berlin, el
Muséum National d’Histoire Naturelle de Paris, el Museo de La Plata en Buenos
Aires, o el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid, entre otros. Estas
donaciones de Carnegie hicieron de Diplodocus un dinosaurio muy popular, e
hicieron posible, por primera vez, que personas de todo el mundo vieran de
cerca un dinosaurio. También sentaron el precedente de la producción de
réplicas de fósiles y esqueleto como negocio, algo que hoy en día es más
habitual y que constituye, al menos en parte, la fuente de financiación de
muchos museos e instituciones.
Como paleontólogo con proyectos en mente y falta de
financiación, me planteo constantemente ¿dónde estarán los Hammond o Carnegie
en la actualidad? Y seguro que muchos compañeros y compañeras piensan del mismo
modo.
Pérez-García,
A; Sánchez-Chillón, B. 2009. Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer
esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica. Spanish Journal of
Palaeontology, 24-2: 133-148.
Sanz, J.L.
2007. Cazadores de dragones: Historia de los paleontólogos que descubrieron y
estudiaron los dinosaurios. Ed. Ariel.
Gascó, F.
2021. Eso no estaba en mi libro de historia de los dinosaurios. Guadalmazan.
muyinteresante.es
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