Encuentran compuestos orgánicos básicos para la vida en Ceres
Un cráter ubicado en el planeta enano Ceres, el cuerpo más grande del cinturón de asteroides, presenta extrañas manchas blancas: los astrónomos sostienen que se trata de depósitos de sal y materia orgánica. La presencia de estos compuestos refuerza la posibilidad de que Ceres esté atravesado por un océano subterráneo, parte del cual aún podría estar líquido.
Una investigación liderada por el Instituto Max
Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS), en Alemania, ha logrado
determinar la presencia de sal y material orgánico en la región del cráter
Urvara, en el planeta enano Ceres. El descubrimiento fue posible gracias a un
análisis detallado de imágenes obtenidas en la última fase de la misión Dawn de
la NASA, que revelan estructuras geológicas de solo unos pocos metros de
tamaño.
Ceres es considerado como el objeto astronómico más
grande del cinturón de asteroides, una zona del Sistema Solar que se encuentra
entre las órbitas de Marte y Júpiter. El planetoide posee un diámetro de
aproximadamente 945 kilómetros, en tanto que su superficie presenta numerosos
cráteres y se cree que estuvo geológicamente activo, al menos una vez y muchos
millones de años después de su formación.
Según una nota de prensa, al igual que se había
determinado previamente en el cráter Occator, el área del cráter Urvara en
Ceres puede haber sido escenario de actividad criovolcánica. Un criovolcán es
un volcán extraterrestre dominado por hielo y agua. Más allá de las bajas
temperaturas y de los materiales que expulsan, los criovolcanes son estructuras
muy similares a los volcanes de roca derretida que se pueden encontrar en la
Tierra.
Sin embargo, lo más trascendente es la presencia de
materiales orgánicos: previamente, los investigadores habían hallado evidencias
de compuestos orgánicos expuestos en forma de grandes puntos blancos, en el
cráter Ernutet. Esto indica que Ceres es escenario de una química muy compleja.
Ahora, los investigadores han centrado su atención en el cráter Urvara,
localizado en el hemisferio sur del planeta enano y que presenta un diámetro de
170 kilómetros.
En esa región, los especialistas identificaron
exposiciones concentradas a escala de un metro de material brillante, manchas
blancas que corresponden a sales y material orgánico a lo largo de la cresta
central superior del cráter. Al parecer, las sales se originan a grandes profundidades,
posiblemente como parte de un reservorio de sal o salmuera asentado en el
corazón de Ceres. La materia orgánica descubierta en el área del cráter Urvara
difiere notablemente de la hallada previamente en la región del cráter Ernutet.
Una posibilidad analizada por los científicos es que
el impacto que formó el cráter Urvara podría haber transportado sales desde el
interior del planeta enano a la superficie. Sin embargo, no está claro aún si
la salmuera llegó a la superficie o si simplemente se acumuló justo debajo.
Además, los científicos destacaron que existen evidencias de actividad
geológica en la zona en distintas etapas históricas, algunas de las cuales
podrían ser relativamente recientes.
El nuevo estudio, publicado recientemente en la
revista Nature Communications, respalda la idea de que un océano salino global
se extendía debajo de la corteza de Ceres, parte del cual todavía puede ser
líquido en la actualidad. Los investigadores sostienen que el planeta enano es
y ha sido un mundo geológicamente activo incluso en épocas recientes, con sales
y material rico en materia orgánica jugando un papel importante en su
evolución.
Estas capas salinas, dispuestas en varios niveles de
profundidad, estarían relacionadas con un océano subterráneo anterior que
también contenía compuestos orgánicos, según los científicos. A pesar de la
gran distancia de Ceres al Sol, las sales disueltas harían posible que esta
salmuera aún pueda sobrevivir en la actualidad, en forma de grandes depósitos
líquidos a profundidades aproximadas de unos 40 kilómetros.
Brine residues
and organics in the Urvara basin on Ceres. Nathues, A., Hoffmann, M.,
Schmedemann, N. et al. Nature Communications (2022).
DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-022-28570-8
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