¿Realmente las aves descienden de los dinosaurios?
Tradicionalmente,
los científicos creían que las aves provenían de reptiles no estrechamente
relacionados con los dinosaurios. Pero poco a poco, investigación tras
investigación y hallazgo tras hallazgo, se ha descu¬bierto que las aves son los
descendientes de un grupo particular de dinosaurios.
Hasta
hace aproximadamente cinco años, pocos paleontólogos se atrevían a esbozar la
figura de un di¬nosaurio con plumas. Más bien se tenía la idea de que eran las
escamas o alguna especie de piel dura lo que recubría sus cuerpos. Sin embargo,
y a pesar de que será difícil que sepamos a ciencia cierta cómo eran es-tos
magníficos animales, se sabe que muchos de ellos (y había cientos y cientos de
especies de dinosaurios distintas) tenían plumas por una u otra razón.
Es
posible que su verdadero aspecto no nos resulte tan atractivo como el que el
cine nos muestra (aun¬que éste es producto del trabajo de paleontólogos,
biólogos, paleobiólogos, etcétera), pero terminare¬mos acostumbrándonos.
Algunos
pequeños dinosaurios carnívoros empezaron a desarrollar plumas hace por lo
menos 150 millones de años. Al principio eran plumas muy simples, parecidas al
plumón. Pero poco a poco las plumas fueron hacién¬dose más complejas y más
parecidas a las de las aves actuales. Sus extremidades delanteras también
fueron adquiriendo el aspecto de alas, que les permitirían impulsarse y
equili¬brarse en plena carrera; pero ninguno de ellos podía volar. Como mucho,
algunos de los más pequeños llegarían a planear de árbol a árbol. Sólo
Archaeopteryx y otras aves primitivas con¬taban con plumas y características
anatómicas adecuadas para volar. Entonces, ¿para qué les servían las plumas a
los dinosaurios?
Las
plumas son una compleja estructura tegu¬mentaria (de la piel) formada a partir
de células epidérmicas, igual que el pelo de los mamíferos o las escamas de los
reptiles.
Las
plumas presentan un eje principal, denominado raquis, a partir del que se
originan varias ramificaciones, las barbas. A su vez, las barbas se ramifican
sucesivamente en unos filamentos más pequeños, las bárbulas. El raquis, en su
extremo basal, se expande para dar lugar a un eje tubular vacío, el cálamo, que
se inserta en el folículo de la piel.
A
grandes rasgos, podemos distinguir dos tipos de plumas: las de tipo pennáceo,
con el raquis como eje central prominente y las barbas y bárbulas forman¬do un
abanico; y el plumón, con un raquis menos prominente y las barbas y bárbulas a
modo de copo.
El
hecho de que todas las aves actuales presenten plumas hizo que durante mucho
tiempo se consideraran una adaptación al vuelo. Aun así, el hecho de que una
determinada estructura desarrolle una determinada función en los organismos
actuales no implica ne¬cesariamente que ésta fuera su función original. De
hecho, hay un buen número de aves actuales que han perdido la ca¬pacidad de
volar (avestruces, pingüinos, etc.), y aun así conservan las plumas. A la vez,
hay otros vertebrados voladores, como los murciélagos, que han desarro¬llado la
capacidad de volar activamente sin tener plumas. Los nuevos descubri¬mientos de
dinosaurios plumíferos de la China nos indican que las plumas no pueden ser una
adaptación al vuelo, puesto que aparecen en animales que no podían volar (cosa
que deducimos por sus características anatómicas). Así, las plumas no serían
una adaptación pri-maria al vuelo, sino una exaptación; es decir, una
estructura que originariamen¬te no estaba relacionada con el vuelo, pero que
posteriormente fue cooptada (reaprovechada) para llevar a cabo esta función, y
que experimentó más tarde otras adaptaciones.
Pero
si originariamente las plumas no evolucionaron para poder volar, ¿cuál fue su
función original? Las funciones que las plumas realizan en los pájaros actuales
nos proporcionan algunas pistas de para qué podían servir los diferentes tipos
de plumas en sus ancestros dinosaurianos. Además de su función aerodinámica
durante el vuelo activo, en las aves de hoy en día las plumas ofrecen
coloración para el camuflaje o la exhibición sexual. También repelen el agua,
producen sonidos o incluso actúan como defensas químicas. Finalmente, las
plumas también contribuyen de manera muy significativa a la regulación de la
temperatura corporal (del mismo modo que el pelo lo hace en los mamíferos). Por
este motivo, la regu-lación térmica constituye una posible función muy
razonable de las protoplu¬mas primigenias de los ancestros más tempranos de los
pájaros. Es igualmente cierto que las plumas probablemente también adquirieron
pronto un rol en la exhibición sexual, tal y como permiten deducir las franjas
de coloración conser¬vadas en numerosas plumas fósiles.
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