Fósiles ‘fantasma’ de plancton revelan cómo fue el calentamiento global del Jurásico y Cretácico

 

Los océanos de la Tierra han pasado por cinco extinciones masivas, muy pronto quizás seis. Pero sin duda la más sonada siempre será la que ocurrió hace 200 millones de años, entre el Jurásico y el Cretácico, que acabó el trabajo del asteroide Chicxulub.

Hasta ahora, todos los registros fósiles de plancton y criaturas marinas sugerían que el calentamiento global de tal evento ocasionó que los océanos se volvieran ácidos e inhóspitos. Pero un inesperado fósil “fantasma” le ha dado la vuelta a esta teoría.

Revisando rocas del Jurásico y Cretácico, el equipo encontró accidentalmente un par de huellas microscópicas. A pesar de su apariencia tan irregular, estas parecían ser de “cocolitóforos”. Un tipo de plancton unicelular que era vital en los océanos hace millones de años, antes de la caída del asteroide Chicxulub. Por tanto, dejaron de analizar las rocas para centrarse en estas huellas fantasma.

Los cocolitóforos, al igual que el plancton y los pastos marinos, proporcionaban gran parte del oxígeno con el que las criaturas marinas respiraban. Incluso todavía son una parte importante del fondo marino, pues bloquean el carbono en los sedimentos oceánicos. Sin embargo, en el Jurásico se les había perdido la pista.

Todo este tiempo se pensó que era debido a que los fósiles de plancton se quemaron o destruyeron durante el calentamiento global del Cretácico. Pero ahora es claro que los cocolitóforos no se extinguieron, sino que envolvieron sus células en placas calcáreas llamadas “cocolitos”. Logrando con esto pasar desapercibidas por millones de años.

Al analizar estas muestras fósiles, el equipo se dio cuenta que el plancton fue afectado por tres eventos de calentamiento global rápidos. El primero, llamado T-OAE, que ocurrió hace 183 millones de años en Reino Unido, Alemania, Japón y Nueva Zelanda. El segundo, llamado OAE1a, hace 120 millones de años en Suecia. Y el último o OAE2, hace solo 94 millones de años en Italia. Todos pertenecientes al período Jurásico y Cretácico.

Lo curioso es que ninguno de estos eventos climáticos acabó con los cocolitóforos. A pesar de su tamaño extremadamente pequeño, inferior a las cinco milésimas de milímetro, la morfología de estos nanoplancton estaba intacta. Tanto que las placas originales aún eran perfectamente visibles sobre la roca. Con lo cual el equipo concluyó que el plancton era abundante aún después de la caída del meteorito y el aumento de la temperatura en los océanos.

“Los encontramos preservados en las superficies de polen fosilizado. Normalmente, los paleontólogos solo buscan los propios cocolitos fósiles, y si no encuentran ninguno, a menudo asumen que estas antiguas comunidades de plancton colapsaron”.

Solo que al ser de las pocas especies vegetales en sobrevivir, le fue imposible abastecer a todo el fondo marino con oxígeno. Y como resultado, la mayoría de las especies animales murieron.

Una vuelta de 180° a la historia sobre la extinción del plancton

Estos fósiles de plancton nos demuestran que, a veces, el registro prehistórico puede ser engañoso cuando se trata de comprender el calentamiento global.

Lo más probable es que estos nanofósiles estuvieran en muchas rocas del Cretácico. Pero su tamaño minúsculo y su modo de conservación natural las hizo parecer “fantasmas”.

Al menos ahora ya sabemos algo más acerca del período Jurásico y Cretácico. Y sobre todo, del plancton que evita actualmente que nuestros océanos sufran otra extinción masiva.

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