Tiburones de 16 metros comían cachalotes hace 400 millones en Perú
Paleontólogos
del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
reportan el hallazgo de una serie de cráneos de cachalotes fósiles provenientes
del desierto costero de Perú. Los cráneos exhiben una serie de marcas de
mordeduras que indican un patrón de alimentación consistente de tiburones sobre
cachalotes.
El
desierto costero del Perú se ha convertido en uno de los sitios fosilíferos más
importantes para estudiar la evolución de los ecosistemas marinos. Durante los
últimos 30 años, exploraciones realizadas en esta área han revelado una serie
de fósiles como aves, ballenas barbadas, perezosos acuáticos, delfines con cara
de morsa e incluso cocodrilos marinos
Temperaturas
cálidas de las aguas oceánicas y una serie de ambientes costeros protegidos
beneficiaron a la fauna marina y su diversidad hace siete millones de años.
Entre estos, los cachalotes y los tiburones eran los grupos más abundantes y
llamativos.
Los
cachalotes incluían una amplia gama de taxones, que iban desde pequeños
animales piscívoros como Koristocetus, extraños
comedores bentónicos como Scaphokogia, depredadores de tamaño mediano
como Acrophysetery animales hipercarnívoros como el Livyatan melvillei de 16
metros de largo.
Por
otro lado, la diversidad de tiburones incluía una variedad de géneros modernos,
como Isurus (tiburones mako),Carcharodon (gran tiburón blanco) o Hexanchus
(tiburones areneros), junto con especies típicas delMioceno como el gigante
Otodus megalodon. Durante la última década, paleontólogos de todo el mundo se
han preguntado sobre las relaciones ecológicas entre estos dos grandes grupos.
Nuevos
fósiles provenientes de la Formación Pisco en Perú permiten elucidar estas
interrogantes. En un nuevo estudio publicado hoy en la revista científica
Proceedings of the Royal Society B y dirigido por el paleontólogo peruano Aldo
Benites-Palomino, actual candidato doctoral en la Universidad de Zúrich (Suiza)
y miembro del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de
Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se presentan
una serie de restos de cachalotes de siete millones de años con una gran
cantidad de marcas de mordedura de tiburón.
Estas
marcas se concentran a lo largo de las regiones rostrales y faciales de los
cráneos de los cachalotes. En los cachalotes modernos, estas regiones reciben
los órganos nasales expandidos, responsables del sistema de producción/emisión
sonora.
Los
principales órganos ricos en grasas y aceites son el espermaceti y el melón,
altamente regulados por los músculos faciales. La mayoría de las marcas de
mordeduras se han encontrado en los huesos circundantes, como los maxilares y
los pre maxilares, o en la región cercana a la órbita del ojo, lo que indica
que los tiburones se concentraban activamente a esta región.
La
forma general, el tamaño y la disposición de la marcas de mordeduras es muy
variable, lo que sugiere que estas marcas habrían sido causadas por una serie
de eventos consecutivos y distintas especies de tiburón. Por ello, los autores
sugieren que estos habrían correspondido a una serie de eventos de carroñeo.
En
los océanos modernos, los tiburones tienden a dirigirse sobre zonas de los
cadáveres de ballena con una alta concentración de grasas, como la grasa
visceral. Durante el Mioceno las ballenas barbadas eran mucho más pequeñas,
porque los cachalotes habrían constituido un repositorio de grasa ideal debido
a sus órganos nasales ricos en lípidos.
La
mayoría de los cráneos reportados corresponden a cachalotes pigmeos del genero
Scaphokogia, animales caracterizados por un rostro tubular con apariencia de ladrillo.
A
pesar de estar asignado a eventos de carroñeo, los autores del trabajo no
descartan que algunos de los restos de este pequeño animal de 2,5 metros de
largo pudieran corresponder a depredación directa.
Además,
los autores también reportan marcas de mordeduras encontradas en otros taxones
como Acrophysetero incluso el gigante Livyatan indicando que, a pesar de su
papel como depredadores topes, los cachalotes macroraptoriales también
constituían una fuente de alimento para los tiburones del Mioceno tardío.
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