Las ballenas ingieren millones de microplásticos por día
La vida en los mares y océanos padece como nunca
antes los impactos de la actividad humana. Desde 1950, la contaminación por
microplásticos ha crecido exponencialmente y se estima que al menos 1500
especies ingieren este tipo de desechos en sus hábitats naturales.
Para sumar evidencia a esta problemática, un estudio
publicado el 1 de noviembre en la revista Nature Communications, señala que las
ballenas ingieren cada día millones de fragmentos de microplásticos, más que
cualquier otro ser vivo en el planeta. El trabajo estuvo a cargo de la bióloga
Shirel Kahane-Rapport, investigadora de la Universidad de California, y de
Matthew Savoca, de la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford.
Los expertos se centraron en tres especies: la
ballena azul, la ballena jorobada y la ballena de aleta o rorcual común, todas
presentes en la corriente oceánica de California. Para calcular los valores de
ingesta, analizaron los patrones de circulación y alimentación de 191
ejemplares marcados con dispositivos de seguimiento adheridos a sus cuerpos.
Esta información se combinó con los datos de microplásticos en profundidad,
para estimar las rutas de exposición y las tasas de consumo de microplásticos.
“Determinamos en qué parte de la columna de agua se
zambullen estas ballenas y con qué frecuencia lo hacen. Después, empleamos
información sobre la cantidad de plástico que hay en sus presas (kril y peces),
cuánto comen al día y el plástico que hay en la columna de agua. Al combinar
todos estos datos pudimos determinar cuánto microplástico puede ingerir una
ballena durante un día de alimentación”, explicó la autora principal a la
agencia SINC.
Los resultados revelaron que las ballenas azules
consumen diariamente hasta 10 millones de partículas de microplástico; las
ballenas de aleta, entre 3 y 10 millones; y las ballenas jorobadas unos 4
millones si se alimentan de kril y 200.000 microplásticos cuando comen peces.
Estas impresionantes cifras no provienen únicamente del
consumo de agua, sino que se trata de una “ingesta secundaria”: el kril,
pequeños crustáceos que habitan en prácticamente todos los océanos del mundo y
son un elemento fundamental en la cadena alimentaria de los ecosistemas
oceánicos. Así, “el kril se come el plástico, y luego la ballena come el kril”,
ilustró Savoca a SINC.
El trabajo advierte que las cantidades de ingesta de
microplásticos podrían ser aún superiores en océanos más contaminados. Los
autores afirmaron que este consumo puede tener efectos nocivos en la fauna
marina, e incluso presentar un riesgo “fisiológico y toxicológico” si se
acumula en el organismo, pero reconocen que aún hay que seguir investigando
para entender mejor los efectos a largo plazo.
“Otros estudios han demostrado que, si los plásticos
son lo suficientemente pequeños, pueden atravesar la pared intestinal y llegar
a los órganos internos, aunque los efectos a largo plazo aún no están claros”,
admitió la científica.
Los microplásticos son pequeñas partículas de fibra
de plástico, de tamaño inferior a los 5 milímetros. Son casi imperceptibles a
simple vista, altamente contaminantes y afectan especialmente a peces pequeños,
organismos invertebrados y otros animales filtradores que tienen el potencial
de entrar en la cadena alimentaria humana.
Se ha demostrado que en la actualidad hay
microplásticos hasta en los rincones más remotos del planeta, desde la cima del
Everest hasta la profundidad de la Fosa de las Marianas. Incluso se han
encontrado partículas en el interior de organismos humanos, incluida la sangre
y los pulmones.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA), 8 millones de toneladas de desechos plásticos
ingresan a los océanos del mundo cada año. La contaminación por plásticos en los
ecosistemas acuáticos ha crecido exponencialmente y se prevé que se duplique
para 2030, con consecuencias dramáticas para la salud, la economía, la
biodiversidad y el clima.
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