Las islas Fiyi acuerdan trasladar 42 pueblos al interior por la subida del mar
Las islas Fiyi, sinónimo de remanso de paz, son un
paraíso turístico que atrae a millares de personas todos los años en busca de
tranquilidad, sol y playas de ensueño. Y, sin embargo, para los residentes de
este archipiélago situado al este de Australia, su propio hogar se está
convirtiendo en un infierno. La culpa es del cambio climático, que ha obligado
al gobierno local a aprobar un plan de emergencia para la evacuación de hasta
42 pueblos, que deberán ser trasladados desde la costa hasta el interior para
evitar los rigores más extremos de la subida del mar y los ciclones, cada vez
más intensos. De esas 42 localidades, seis ya han sido trasladadas y el resto
está previsto que se desplacen en un periodo de 10 años. El tiempo apremia, y
la lista podría ser más larga.
Fiyi tiene casi un millón de habitantes, repartidos
entre sus más de 300 islas, muchas de ellas deshabitadas. El mundo mira ahora
hacia ese enclave porque es el ejemplo de que sin duda sucederá en otras partes
del planeta dentro de muy poco tiempo. El Mediterráneo, sin ir más lejos,
guarda muchos paralelismos con lo que está sucediendo allí.
En el archipiélago del Pacífico Sur las temperaturas
de la superficie marina están aumentando tres veces más rápido que la tasa
media mundial, y eso favorece la intensificación de los ciclones, que azotan
cada vez con más severidad la región. Para hacerse una idea, en 2016 el ciclón
Winston azotó Fiyi y mató a 44 personas, además de causar daños por 1.400
millones de dólares, lo que representa una tercera parte del PIB de este
pequeño país oceánico. Pero es que, desde entonces, Fiyi ha sido azotado por
otros seis ciclones, según informa el diario The Guardian.
A los eventos meteorológicos extremos se suma la
subida del nivel del mar en unas islas que a menudo tiene una cota máxima de
unos pocos metros y, en cambio, tienen su actividad humana concentrada en la
orilla.
El plan para la evacuación de determinadas zonas
costeras de Fiyi figura en un documento de 130 páginas titulado Procedimientos
Operativos Estándar para Reubicaciones Planificadas, elaborado a lo largo de
cuatro años por una comisión especial nombrada por el gobierno. La operación
afecta sobre todo a los pobladores de Vunidogoloa, en la norteña isla de Vanua
Levu, y otras cinco más.
El traslado de aldeas y pueblos enteros ya no es una
posibilidad preocupante en esas islas, sino una realidad del presente, que
ocupa las conversaciones cotidianas y los noticiarios locales. Ya no se trata
de cuándo habrá que trasladarse, sino cómo y a dónde.
Otra de las opciones que contempla el plan para el
caso de Kiribati es albergar a parte de sus más de 100.000 habitantes en una
gigantesca plataforma flotante, similar a las que ensamblan las compañías
petroleras para extraer crudo del lecho marino, cerca de sus 32 atolones y una
isla de coral.
Sin embargo, lo más habitual será ir a vivir tierra
adentro. Pero no es fácil. “No se trata simplemente de sacar 30 ó 40 casas en
un pueblo y trasladarlas más lejos”, afirma al citado diario la embajadora de
Fiyi en la ONU, Satyendra Prasad. También hay una larga lista de instalaciones
que deben construirse de nuevo: escuelas, centros de salud, conducciones de
agua y electricidad, nuevos caminos… incluso hay que trasladar el cementerio.
¿Cómo se eligen los enclaves donde se levantarán los
nuevos asentamientos? El documento del gobierno establece el procedimiento de
una forma bastante estandarizada. Se exploran las necesidades del pueblo que
debe ser reubicado, las características de los terrenos disponibles y todas las
cuestiones relacionadas con infraestructuras, clima y comunicaciones. Cuando se
han encontrado algunos lugares aptos, se somete a la deliberación de los
representantes vecinales y se elige el mejor.
Pero no
termina aquí el proceso, porque los 42 pueblos que deben ser trasladados se
enfrentarán a un nuevo desafío. Y es que la tierra propiedad de las poblaciones
indígenas de Fiyi no se puede comprar ni vender. El dinero no es útil en este
caso, si bien un clan puede llegar a un acuerdo con otro para permitir
determinados usos de la tierra o establecer una aldea.
Pero, una vez superado este obstáculo, hay que tener
en cuenta el coste de la construcción del nuevo pueblo. El problema es que,
según The Guardian, ni esos pueblos ni tampoco el gobierno tienen dinero
suficiente para afrontar este programa de traslados. Entre los efectos de los
ciclones y de la pandemia del Covid, las arcas estatales quedaron muy
menguadas, dado que el turismo se resintió también de manera notable.
Dado que tampoco hay esperanzas de poder contar con
financiación internacional, el gobierno anunció en 2019 que había establecido
el primer fondo fiduciario del mundo para reubicación de personas desplazadas
por el cambio climático. La financiación inicial de dicho fondo procedió de una
especie de ‘ecotasa’ implantada en el archipiélago para que hoteles, cruceros,
bares, cines y restaurantes ok clubs nocturnos paguen un impuesto que es
destinado a sufragar estas reubicaciones.
Así y todo, el primer ministro de Fiyi admitió ese
mismo año que ese procedimiento tampoco será suficiente para afrontar el
proyecto en su globalidad. En febrero de 2020, Nueva Zelanda se convirtió en el
primer socio internacional en donar directamente a este fondo fiduciario,
aportando 1,25 millones de dólares.
El caso de las islas Fiyi, sin embargo, no es el
único de comunidades humanas acosadas por el cambio climático y obligadas a
irse de sus casas en el Pacífico. Según el Centro de Monitoreo de
Desplazamientos Internos, una entidad con sede en Noruega, 760.000 personas de
países del Pacífico, sobre todo pequeños estados insulares, se han visto
obligadas a abandonar su hogar por la subida del mar, los ciclones y las
temperaturas extremas.
Aún se recuerda la imagen del presidente de Tuvalu,
un pequeño estado insular de la Polinesia, que en la cumbre climática de 2021
compareció por videoconferencia dando un discurso con el agua del mar
llegándole a las rodillas. Quería denunciar así lo apremiante que es la
situación para muchos enclaves de esta parte del mundo, anticipo de lo que
sufrirán otras regiones en breve.
El nivel del mar en estas regiones se ha
incrementado en alrededor de 3,4 centímetros entre 1993 y 2021, con una
aceleración en los últimos dos años y medio, a causa del derretimiento de los
glaciares, de acuerdo a datos publicados el 6 de noviembre pasado por la
Organización Mundial de Meteorología.
El peligroso avance del mar en el Pacífico, que
provoca la destrucción de cultivos, fuentes de agua y viviendas- junto al
incremento de la frecuencia y potencia de los huracanes, hace vislumbrar una
catástrofe humanitaria en la región, en donde la altura de muchas islas no
supera los diez metros.
Actualmente, las naciones del Pacífico, impulsadas
por la determinación de resistir en casa el embate de la emergencia climática,
se han embarcado en una cruzada para que los mayores contaminadores del
planeta, entre ellos China, Estados Unidos y Australia, los indemnicen por
"pérdidas y daños" causados la emisión de gases de efecto
invernadero. Ese ha sido precisamente uno de los grandes caballos de batalla en
la COP27.
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