Los activistas ecologistas que renuncian a tener hijos para salvar el planeta

 

"¡Es una locura traer niños al mundo en este momento!". Convencidos de que la lucha contra el calentamiento global requiere reducir la población mundial, activistas ecologistas aplican ellos mismos este principio y renuncian a ser padres.

A punto de superar la barrera de los 8.000 millones de habitantes en el mundo, "ya somos demasiados en comparación con lo que el planeta puede soportar", afirma Alice Rallier, de 44 años, miembro de Démographie Responsable (Demografía Responsable).

Esta pequeña asociación francesa "ecológica y decreciente" milita por "la estabilización y luego la lenta disminución de la población humana".

"No quiero sentir la culpabilidad de haber dado a luz a un niño en este lío", dijo a la AFP Rallier, que estuvo en pareja con dos hombres "que tampoco querían tener hijos", y optó por someterse a una esterilización quirúrgica permanente.

"Cada niño que nace hoy es parte del problema" por la presión del crecimiento demográfico sobre los recursos naturales, según la activista, que dice ser consciente de que se enfrenta a un "tabú" y al "mito poblacional de que cuantos más seamos mejor".

Para estos activistas, no se trata de coaccionar, sino de proponer un "incentivo voluntario", por ejemplo limitando las ayudas familiares a partir del segundo hijo, apunta Denis Garnier, presidente de Démographie Responsable.

Según una encuesta publicada en 2021 por The Lancet, realizada entre 10.000 personas de 10 países de todos los continentes, el 39% de los jóvenes de entre 16 y 25 años "dudan en tener hijos" porque les preocupa el calentamiento global.

La idea fue retomada en 2018 en el Reino Unido por los partidarios de una "huelga de natalidad" y en Canadá por estudiantes que se comprometieron a no tener hijos hasta que el gobierno tomara más medidas sobre el cambio climático.

En Alemania, una autora antinatalista, Verena Brunschweiger, causó polémica al calificar la paternidad de "egoísta".

"Mucha gente tiene dudas" pero el fenómeno sigue siendo difícil de cuantificar, afirma el consultor francés Emmanuel Pont, autor del libro "Faut-il arrêter de faire des enfants pour sauver la planète?" ("¿Hay que dejar de tener hijos para salvar el planeta?").

Sobre todo porque el medioambiente no es la única motivación de quienes se niegan a ser padres, y algunos acaban cambiando de opinión.

A sus 35 años, Sébastien Verdier, conocido en las redes sociales bajo su seudónimo Sereb, ha "puesto sus acciones en consonancia con sus ideas" sometiéndose a una esterilización permanente.

Según él se trata de evitar "un futuro desagradable para el niño que nazca, que no le deseo a nadie", y "no añadir otro consumidor al sistema".

Sin embargo, Sereb está de acuerdo en que su compromiso es más "simbólico" que realmente efectivo en la lucha contra el calentamiento global, debido a la "enorme inercia" de los cambios demográficos, que solo hacen sentir sus efectos después de varias décadas.

Según un estudio publicado en 2014 por dos investigadores australianos, "incluso con políticas de un solo hijo impuestas en todo el mundo y eventos que conduzcan a una mortalidad catastrófica, probablemente seguiría habiendo entre 5.000 y 10.000 millones de seres humanos en 2100".

Además, más allá de esta cuestión de la "inercia demográfica", no hay consenso sobre el vínculo entre demografía y protección del clima.

Un estudio publicado en 2017 por dos especialistas norteamericanos en cambio climático concluyó que tener "un hijo menos" era mucho más eficiente en términos de huella de carbono que renunciar a conducir, volar o comer carne.

Pero otros científicos han cuestionado estos resultados, argumentando que los autores habían asumido que las futuras generaciones consumirían necesariamente tanto como sus mayores.

"Nuestros hijos no están condenados a conducir todoterrenos y volar a Ibiza cada fin de semana", dice Emmanuel Pont. Sin embargo, limitar nuestra fertilidad para combatir el calentamiento global no es "absurdo", según él, igual que mejorar el aislamiento de nuestras casas o limitar los viajes en avión.

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