"La adaptación del cerebro en los viajes espaciales originará una nueva especie humana"
Javier de Felipe (Madrid, 69 años), uno de nuestro
neurocientíficos más internacionales y notorios, tiene el asombroso don de
saltar de la ciencia al arte y del arte a la ciencia para transmitirnos toda la
belleza que va encontrando en ambos mundos. Igual pone musicalidad a las
neuronas que estudia el cerebro comparándolo con alguna de las obras maestras
de la pintura universal. En el cielo del cuadro 'La noche estrellada', de
Vincent Van Gogh, encuentra un parecido escalofriante con las placas en el
cerebro de un paciente con alzhéimer.
Hablar con él es un privilegio. En su forma de
divulgar y cautivar con sus conocimientos, De Felipe es el heredero más genuino
de Santiago Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia moderna que estudió la
anatomía microscópica del sistema nervioso, la degeneración y regeneración del
sistema nervioso o su desarrollo y plasticidad. De Felipe continúa sus estudios
desde el Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid
y comparte sus hallazgos con gran claridad e ingenio.
Explorar el
cerebro es tan alucinante como visitar un museo
En su primer libro, 'El jardín de la neurología.
Sobre lo bello, el arte y el cerebro’', nos desveló la inesperada belleza natural
del cerebro al comparar sus 100.000 millones de neuronas, con billones de
conexiones entre ellas, con las obras de algunos genios, como Cézanne, Miró,
Monet y Klimt . "El cerebro en sí mismo es tan bello que, de forma
metafórica, se podría decir que el pintor pinta su interior", explicó
entonces. Y no solo el humano. "El cerebro de todas las especies contiene
una belleza intrínseca que es tan alucinante como ir a un museo".
Su último libro, ‘De Laetoli a la Luna’, explora el
viaje de la humanidad desde el primer homínido erguido hasta el alunizaje y nos
descubre cómo se va abriendo paso la inteligencia. De nuevo, combina el rigor
científico con el tono divulgativo para explicarnos sus nuevos hallazgos sobre
la anatomía del cerebro y, de paso, invitarnos a pensar. Después de asimilar la
derrota frente a la inteligencia artificial en algunos espacios, como el
tablero del ajedrez, con sus palabras nos transmite cierto alivio:
"Algunas cosas siempre serán exclusivas del cerebro humano. La percepción
de la tristeza, por ejemplo". Es, como dijo Ramón y Cajal, el órgano del
alma y solo de él pueden nacer nociones como el amor o la poesía.
Un órgano tan
extraordinariamente bello como complejo
Habla de este órgano con verdadera pasión.
"Gracias al desarrollo y la evolución de la corteza cerebral somos capaces
de realizar tareas tan sumamente complicadas y humanas como escribir un libro,
componer una sinfonía o inventar el ordenador. ¿Qué es lo que ha dejado nuestro
cerebro en el camino de la evolución? No lo sé, quizás la pregunta clave sería
cómo se organizan los circuitos neuronales para que emerjan del cerebro estas
capacidades.
De Felipe lleva toda una vida tratando de
desentrañar su funcionamiento y no deja de sorprenderle su dificultad. "La
complejidad -señala- es a todos los niveles. Es decir, a nivel molecular,
sináptico, celular, circuitos locales y redes neuronales. Por ejemplo, si
tenemos en cuenta solamente las conexiones (redes neuronales), resulta que
existe un extraordinario número de neuronas (100.000 millones) y cada una de
ellas establecen miles de conexiones con distintos neurotransmisores".
"Las guerras serán cosa del pasado, como los
juegos de gladiadores"
A pesar del embrollo, es ahora cuando empieza a
entenderlo: "Gracias a su notable desarrollo y evolución, somos capaces de
realizar tareas tan extraordinarias y sumamente complicadas y humanas como
expresar con ecuaciones matemáticas las leyes que gobiernan el universo,
componer una sinfonía o inventar el ordenador". Al borde de los 70 años,
De Felipe inicia otra etapa fascinante en la que augura que la evolución del
cerebro nos conducirá a usarlo de forma más inteligente y civilizada por el
bien de la humanidad. Confía en que llegará un día en el que las guerras serán
cosa del pasado, como lo son ya los juegos de gladiadores de los romanos.
El relato de 'De Laetoli a la Luna' arranca con el
viaje del cerebro desde las famosas huellas bípedas descubiertas en 1976 en
Laetoli (Tanzania), preservadas en las cenizas de un volcán desde hace 3,66
millones de años y pertenecientes a nuestro antepasado Australopitecos
afarensis. Concluye con la llegada a la Luna del astronauta norteamericano Neil
Armstrong, en 1969. Confiesa que uno de sus descubrimientos más apasionantes de
este trayecto ha sido comprobar que "la neocorteza humana comparte
características microanatómicas con otros mamíferos no humanos, pero también
muestra diversas características únicas que probablemente sean cruciales para
explicar la naturaleza humana de nuestro cerebro".
Pero lo que preocupa al lector es si tanto saber
servirá para impedir que nuestros cerebros desarrollen una enfermedad
neurodegenerativa a medida que envejece. ¿Qué generación conocerá la cura para
el alzhéimer? "Yo creo -responde- que es mejor decir que en un futuro no
muy lejano podamos detener el progreso de las enfermedades neurodegenerativas,
es decir, cuando se inician. La cura es otra cosa, ya que cuando la enfermedad
está avanzada se destruyen circuitos neuronales y estos no se puede reparar, o
solo de forma parcial".
El 'Homo sapiens' evolucionará a 'Homo spatti'
Su revelación más asombrosa es que nuestro cerebro
vivirá más cambios significativos, sin descartar un nuevo prototipo humano,
como la subespecie homo sapiens spatti, que se originará como una adaptación de
nuestro cerebro durante los vuelos espaciales y, más aún, a partir de la
colonización del espacio. Nuestra especie, Homo sapiens sapiens, se
transformará en esos mundos extraterrestres en Homo spaiens spatti, el hombre
sabio del espacio.
La sospecha es lógica, puesto que el sistema
nervioso ha evolucionado durante millones de años. ¿O acaso hemos llegado al
final de nuestra ruta evolutiva? "No podemos -indica el neurocientífico-
descartar la posibilidad de que con el tiempo nuestro cerebro se modifique de
tal forma que aparezcan nuevos circuitos neuronales. A lo largo de los siglos,
el cerebro podría cambiar y dar lugar a procesos cognitivos muy distintos a los
actuales. La probabilidad de que pueda producirse este cambio es mucho mayor en
poblaciones aisladas, donde debido a las fuerzas evolutivas se pueden crear
nuevas especies con más facilidad". Este sería el caso de las colonias
humanas en el espacio.
Es evidente que los frentes de estudio del cerebro
son muchos y muy variados. Para De Felipe cada uno es un desafío y un pretexto
para reflexionar sobre la esencia humana y de nuevo echa mano del arte. Esta
vez con una reflexión de Fernando Pessoa en su 'Libro del desasosiego':
"No puedo ser materialista, que es como creo que se llama aquel concepto,
puesto que no puedo establecer una conexión nítida -una relación visible, diré-
entre la masa visible de la materia gris del cerebro, o del color que sea, y
esta cosa que más allá de mi mirada, ve los cielos y los piensa, imaginando
incluso cielos que no existen
.-
Comentarios
Publicar un comentario