¿Qué pensaba Albert Einstein sobre los extraterrestres?
"Quiero conocer qué piensa Dios; el resto no
son más que detalles". Esta es una de las muchas frases famosas que se le
atribuyen al genio Albert Einstein, inventor de la teoría de la relatividad
especial. Sus pretensiones no eran nada humildes, no: quería desentrañar las
grandes preguntas que atañen al cosmos, nuestro lugar en el universo y los
mecanismos que rigen la física cuántica. Desde tiempos inmemoriales, el ser
humano se ha preguntado si realmente estamos solos en el universo, lo cual
encaja bastante bien con los planteamientos teológicos que han hecho las
distintas civilizaciones a lo largo de la historia y que han desembocado en
distintos tipos de religiones.
Al fin y al cabo, el lugar que ocupa Dios en el
mundo, al menos en las creencias cristianas, vienen a ser los cielos, por lo
que en cierto modo estas ansias de Einstein entroncan con las grandes preguntas
sobre el espacio: ¿Somos realmente la única forma de vida consciente e
inteligente en todo el universo? ¿Nuestra existencia se debe al azar o algún
tipo de fuerza cósmica desconocida?
Hay mucha rumorología sobre el supuesto interés de
Albert Einstein por hallar vida extraterrestre. Él se obsesionó con los mecanismos
que rigen nuestro mundo, como la gravedad y su relación con el espacio y el
tiempo, no tanto por las hipotéticas formas de vida que pueda haber más allá.
Sin embargo, sí que se conoce una carta dirigida a un buen amigo suyo que le
pidió que expresara su opinión. Era el comienzo de la década de los años 50 en
Estados Unidos, el interés popular por la ufología estaba despegando, sobre
todo a raíz de varios casos extraños reportados con rotativos de gran tirada
que abrían sus páginas con titulares que ahora mismo se pueden encontrar en las
revistas especializadas sobre casos ovni. La propia revista LIFE abrió su
edición de abril de 1952 con un titular bastante directo: "¿Tenemos
visitantes espaciales?".
Evidentemente, eran otros tiempos, y si algo definía
a la perfección la personalidad del físico era la curiosidad, como él reconoció
en varias ocasiones. Por tanto, y como buen científico, no le asustaba ningún
tipo de pregunta, sino más bien al contrario. Para cuando empezó a ponerse de
moda la ufología en Estados Unidos, le estimulaba tanto el tema que no dudó en
trasladar su opinión a un buen amigo suyo, el reverendo Louis Gardner.
"¿Crees que los platillos vienen del espacio, de Marte o de Venus?",
preguntó. "¿O crees que los ovnis son algún tipo de experimento de
tecnología militar creados por la Fuerza Aérea o bien los amigos de Estados
Unidos?".En ese momento de su carrera, Einstein era uno de los científicos
más afamados del mundo, habiendo publicado ya su teoría de la relatividad
general y obtenido el Premio Nobel de Física. Era toda una personalidad
pública, apoyando la causa antirracista e instando a Roosevelt a proseguir en
la carrera nuclear con el Proyecto Manhattan, algo de lo que más tarde se
arrepentiría a sabiendas de sus consecuencias. Ello no fue óbice para que
respondiera, concretamente el 23 de julio de 1952: "Esas personas han
visto algo. Qué es, eso no lo sé, y tampoco tengo curiosidad. Atentamente,
Albert Einstein". Una misiva con la que Gardner posaría orgulloso, años
más tarde.
La respuesta fue, por tanto, algo decepcionante, ya
que "curiosidad" era la virtud de la que más presumía el cerebrito.
Lo curioso es que ese mismo mes la Fuerza Área recibió un récord de más de 500
informes sobre objetos voladores no identificados, como informa un artículo de
Mental Floss que se hace eco de la historia. No es que se pensara que hubiera
una causa extraterrestre detrás de estos sucesos, en aquellos momentos las
versiones oficiales apuntaban a meteoritos o al clima. Cinco años atrás, hay
otra historia no demostrada que asocia a Einstein con supuestos visitantes de
otros planetas.
No registré en mis notas los comentarios iniciales
que hizo, pero dijo algo así como que no le sorprendió que vinieran a la
Tierra, y que le daba esperanzas para que pudiéramos aprender más sobre el
universo. El contacto, dijo, debería ser beneficioso para ambos mundos".
Estas son las declaraciones de Shirley Wright, asistenta personal de Einstein,
quien supuestamente acompañó al físico a la base militar de Roswell, en Nuevo
México, la cual tiene un largo historial ufológico.
Era 1947, pero no fue hasta 1993 cuando Wright
decidió sacar la historia a la luz. "Tenía forma de disco cóncavo, su
tamaño equivalía a una cuarta parte del hangar donde estábamos", aseguró.
"El cuerpo de la nave era de un material muy reflectante, pero cuando te
acercabas a él, era bastante opaco". Cuando el físico y su asistenta se
acercaron, más pudieron descubrir en su interior cinco cadáveres de metro y
medio "vestidos con trajes ajustados" que, según oyó, "no tenían
ombligos ni genitales". Después, supuestamente les llevaron a otra
estancia donde había un ser moribundo, gimoteando de dolor.
Como es evidente, esta historia resuena a pura
invención. Aunque no deja de resultar intrigante que la que quizás fuera la
mente más brillante de todos los tiempos pudiera tener acceso a los
extraterrestres y le prohibieran hablar de ello. De ahí que respondiera de esa
forma tan seca a su amigo, el reverendo Gardner, cinco años más tarde. Lo que
sí que es cierto es que a pesar de tener una inteligencia infinitamente
superior a la media, nunca pudo vislumbrar los pensamientos de Dios, ni mucho
menos resolver el gran puzle que resulta una vida consciente como la nuestra en
mitad de un silencioso cosmos o, en último término, evitar a la muerte.
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