Rumania resguarda unas misteriosas piedras que nacen, crecen y se reproducen
En Costesti, una ciudad de Rumania, en Europa del
este, existe un tipo único de piedras que ha llamado la atención de científicos
e investigadores desde hace siglos. Se trata de las trovants (literalmente
“piedras que crecen” en rumano).
Lo primero que llama la atención de estas piedras es
su forma: Tienen siluetas redondeadas, que recuerdan a huevos o a caracoles. Y pueden
ser pequeñas de manera que caben en la palma de la mano, o enormes de manera
que pesan cientos de kilos.
Pero además, estas piedras esconden extraños
secretos difíciles de explicar.
Estas piedras “vivientes” se gestan de una manera
parecida a como lo hacen los seres vivos, saliendo de entre un material más
blando que las cubre. Así, cuando el material externo se erosiona, por acción
del viento o el agua, las trovant salen al mundo, como si de un nacimiento se
tratase.
Por si esto fuera poco, las trovant absorben el agua
de lluvia para aprovechar los minerales que contiene, como si se alimentara. Lo
anterior les permite aumentar su densidad, pero también su volumen, como hacen
los seres vivos.
Pero a diferencia de los animales y las plantas, las
piedras trovant crecen de manera extremadamente lenta, a sólo unos cinco
centímetros cada mil 200 años. Esto las distingue de la mayoría de las piedras
que no pasan por procesos de crecimiento sino que se forman de otras maneras.
Mientras las piedras se expanden, se pueden producir
formaciones parecidas a burbujas que eventualmente se desprenden de la roca
principal, de lo que nace una nueva trovant, por lo que además de crecer, se
puede decir que estas piedras se reproducen.
Además de esto, las trovants tienen un último
misterio, y es que se desplazan –de manera imperceptible por su lentitud–
dejando huella sobre el terreno.
A diferencia de sus otras características, esta
última no ha podido ser explicada por la ciencia, sólo se especula de que
pudiera ser causada por magnetismo.
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