El primer hombre en orinar sobre la Luna

 

La exploración espacial, como cualquier otro ámbito de la existencia humana, tiene que lidiar con la necesidad animal de expulsar nuestros residuos en forma de líquidos y sólidos. Esto ha provocado muchos quebraderos de cabeza y ha dejado historias interesantes como las del primer estadounidense en llegar al espacio o el primero en orinar sobre la Luna.

Rara vez verás una escena en una película, serie o incluso en una novela en la que los personajes alivien su necesidades más básicas, mientras que comer o dormir son actos igualmente fundamentales, pero mucho más retratados en nuestras obras de ficción. Es cierto que la función del aparato excretor suele acabar en actos que pueden resultar desagradables a la vista, pero por ser partes naturales y cotidianas de la vida, esperaríamos que se les diera el peso que merecen. En toda historia de aventuras en la que sus protagonistas se embarcan en un largo viaje brilla por su ausencia la visita de los mismos al retrete. También la historia de la exploración espacial suele obviar esta faceta, aunque ha supuesto muchos quebraderos de cabeza, ha requerido de importantes inversiones económicas y ha solucionado problemas para quienes vivimos aquí abajo.

Si bien las misiones actuales en la Estación Espacial Internacional tienen duraciones de entre 3 y 6 meses, las primeras incursiones a las capas altas de la atmósfera terrestre apenas duraron unos minutos o como mucho pocas horas. Yuri Gagarin, el primer humano en viajar al espacio y en orbitar la Tierra voló durante unos 108 minutos, cerca de dos horas. La primera misión estadounidense en llevar un astronauta al espacio, que llevaría a Alan Shepard al espacio menos de un mes después que Gagarin, debía durar apenas unos minutos entre despegue y aterrizaje, pero por retrasos en el lanzamiento tuvo que estar dentro de la cabina de la nave Mercury 7 durante más de seis horas. Llegado un punto no pudo aguantar más las ganas de orinar y, tras recibir permiso de control de misión, vació su vejiga dentro del traje espacial que llevaba puesto para la misión.

Tras esta misión se empezó a tener en cuenta la posibilidad de instalar medidas de eliminación o contención de la orina y heces. En la siguiente misión el traje espacial llevaría una válvula por la que podría escapar la orina en vez de acumularse dentro del traje, como en el caso de Shepard. Al principio estos sistemas consistieron simplemente en bolsas unidas por adhesivo al cuerpo que almacenarían este material hasta el final de la misión o hasta que el astronauta pudiera retirarlas. Estas bolsas eran precisamente el sistema utilizado durante las misiones Apollo, que llevaron a doce astronautas estadounidenses a la superficie de la Luna a lo largo de 4 años. Es bien sabido que Neil Armstrong fue el primer hombre en pisar la Luna, aunque mucha gente no recuerda que Buzz Aldrin le siguió unos minutos después. Pues bien, aunque Aldrin no tiene el honor de haber pisado primero el satélite, sí tiene el honor de haber sido el primer humano en haber orinado estando sobre la superficie lunar. No lo hizo directamente, como sería el sueño de cualquier niño, pero eso no resta mérito a su hazaña.

Con la incorporación de mujeres al cuerpo de astronautas de la NASA en 1978 tuvieron que pensarse soluciones adaptadas a su fisionomía, que al parecer resultaron en fracaso. Se optó por adaptar pañales de los que se utilizaban ya en la época en bebés, haciéndolos más grandes, más herméticos y más absorbentes. Es decir, a pesar de lo que se cree popularmente, la NASA no inventó el pañal, pues en la década de los 50 ya se comercializaban pañales. Lo que si hicieron es mejorarlos considerablemente y los pañales modernos deben gran parte de su diseño a estas mejoras de la NASA.

En principio los pañales sólo estaban pensados para las astronautas mujeres, pero por resultar mucho más cómodos, ser más eficientes recolectando desechos y por reducir considerablemente el olor que emanaba de ellos, pasaron a utilizarlos también los hombres. A día de hoy siguen utilizándose, aunque no durante toda la misión, sino durante el despegue, el aterrizaje y las misiones extravehiculares. En las misiones que tendrán lugar dentro de pocos años en las que la NASA volverá a mandar astronautas a la superficie lunar con el programa Artemis, éstos volverán a utilizar estos pañales, con todas las innovaciones que hayan conseguido desarrollar desde que empezaron a utilizarlos hace más de 40 años.

Durante el grueso de una misión en, por ejemplo, la Estación Espacial Internacional lo que se utiliza es un retrete diseñado específicamente para funcionar en microgravedad. Su abertura es mucho más pequeña, por lo que requiere de cierto entrenamiento para utilizar correctamente. Un conjunto de ventiladores se encargan de succionar todo el material para almacenarlo y procesarlo debidamente. Los desechos líquidos se almacenan en tanques de unos 20 litros donde son concienzudamente limpiados para reutilizar el agua, mientras que los residuos sólidos se guardan en bolsas individuales para ser, algunos de ellos, analizados con el fin de obtener más información sobre el estado de salud de cada astronauta. En ocasiones este sistema deja de funcionar correctamente, aunque por suerte no ha ocurrido aún que los restos almacenados se dispersen por todo el habitáculo. Lo que sí ha ocurrido es que durante estas averías, los astronautas han tenido que recurrir a bolsas de contención de residuos, que debían manejar de forma manual.

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