Avanza la búsqueda de una posible nave alienígena en el fondo del océano Pacífico
El apasionante diario de Avi Loeb sobre su expedición en busca de IM1, el primer objeto interestelar conocido en la superficie terrestre. Podría ser un fragmento de una nave alienígena
Foto: La expedición del Silverstar, el barco que
rastreará el fondo del Pacífico en busca de los restos del primer objeto
interesetelar jamás detectado. (Avi Loeb)
Este artículo contiene las entradas de los últimos
cinco días del "Diario interestelar" que relatará la expedición de
Avi Loeb y su equipo al océano Pacífico, en busca de restos del asteroide IM1
en el fondo marino. El IM1 es reconocido como el primer objeto interestelar
jamás idetificado y, por su velocidad, trayectoria y dureza, Loeb y su equipo
piensan que podría ser de origen artificial. Su objetivo principal es encontrar
diminutos fragmentos producto de su desintegración—algo tan difícil como
encontrar la proverbial aguja en el pajar— y analizar su composición.
Días 1 y 2 (11-12 de junio de 2023)
Salimos de mi casa y nos dirigimos al aeropuerto
Hanscom de Bedford (Massachusetts), camino de Denver (Colorado), desde donde
teníamos previsto partir hacia Australia a la mañana siguiente. La bola de
fuego de IM1 fue detectada por el Gobierno estadounidense el 8 de enero de
2014. Los datos indicaron que este meteoro iba a una velocidad superior a la
necesaria para escapar del sistema solar. La semana pasada estuvo marcada por
la noticia sobre una denuncia del ex-oficial David Grusch, que fue analista en
el grupo de trabajo sobre Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP) dentro del
Departamento de Defensa de Estados Unidos (DoD). Grusch afirma que el Pentágono
—con sus aliados y contratistas de defensa— ha recuperado objetos
extraterrestres de origen no humano durante décadas. Hasta ahora, la historia
de Grusch se basa en rumores y documentos clasificados, no en pruebas físicas,
imágenes o datos científicos. No está claro si alguna vez veremos las pruebas,
aunque existan, porque según dice el Gobierno las oculta tras el velo de la
seguridad nacional.
En los últimos días, una avalancha de periodistas me
ha pedido comentarios sobre la historia de Grusch. Los tres últimos llamaron
sin apenas avisar desde Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, horas antes de
que partiéramos hacia Australia. En la última entrevista, expresé mi esperanza
de que el Presidente Biden incluya información sobre nuestro vecindario cósmico
en su discurso sobre el Estado de la Unión de 2024.
La historia de Grusch salió a la luz pocos días
antes de mi viaje para dirigir una expedición del Proyecto Galileo al Océano
Pacífico, con el objetivo de descubrir si el primer meteoro interestelar
reconocido, el IM1, es parte de una nave de una civilización extraterrestre. A
diferencia de la denuncia de Grusch, todos los descubrimientos científicos del
Proyecto Galileo estarán abiertos al público. Nuestro barco de expedición se
llama apropiadamente Silver Star [‘Estrella de Plata’ en español]. Desde el
barco, seguramente veremos muchas estrellas en el cielo nocturno, dada la
ausencia de contaminación lumínica artificial. Quizá IM1 proceda de una de
ellas. Pero aún más importante es la cuestión de si IM1 procede de otra
civilización tecnológica. Y aún más importante que eso es la cuestión de si los
emisores eran tecnológicamente más avanzados que nosotros, en cuyo caso podemos
aprender de ellos como representantes de nuestro futuro tecnológico. El equipo
de rodaje que se une a la expedición se fijó especialmente en la brújula que mi
mujer me regaló el año pasado por mi 60 cumpleaños, hace exactamente un año, en
un acto especial con mis antiguos alumnos y postdoctorados en Martha's
Vineyard. Esperemos que esta brújula nos guíe hasta nuestro tesoro interestelar.
El meteoro IM1 el meteoro es más duro que todos los demás 272 meteoros del
catálogo CNEOS.(NASA/Ron Garan) Conocí a mi mujer en una cita a ciegas. Del
mismo modo, al embarcarse en una cita interestelar, es natural mirarse al
espejo e imaginar un compañero de cita similar, pero la realidad puede tener
una cualidad más edificante. Hemos creado la inteligencia artificial (IA) a
nuestra imagen y semejanza, pero este objeto [de ser un resto de nave
interestelar] podría inspirarnos para imitar a los extraterrestres si
efectivamente representan algo mejor que nuestra naturaleza. Mi madre me contó
que, cuando me vio por primera vez en la sala de partos siendo un recién
nacido, tenía los ojos muy abiertos de asombro ante el nuevo mundo que me
rodeaba. Un artículo reciente de la revista Smithsonian también me
caracterizaba con esa capacidad de asombro, basándose en mi búsqueda de
artefactos extraterrestres. Nací en una granja y coleccioné huevos durante toda
mi infancia. Ahora, viajo al océano Pacífico para recoger fragmentos
interestelares que pueden ser cien veces más pequeños. El día siguiente a mi
regreso de esta expedición presidiré el consejo asesor científico del proyecto
Starshot, cuyo objetivo es enviar una nave espacial de un gramo de masa al sistema
estelar más cercano. Los objetos que más me apasionan se hicieron más pequeños
con el paso de los años. En busca del primer objeto interestelar La bola de
fuego de IM1 fue detectada por el Gobierno estadounidense el 8 de enero de
2014. Los datos indicaron que este meteoro iba a una velocidad superior a la
necesaria para escapar del sistema solar. Basándose en la presión de choque que
soportó antes de desintegrarse en tres llamaradas a 20 kilómetros por encima de
la superficie del océano, este objeto de medio metro de tamaño era más duro en
resistencia material que todos los demás 272 meteoros del catálogo CNEOS de la
NASA. Su origen interestelar fue reconocido formalmente con el 99,999% de
certidumbre en una carta oficial a la NASA fechada el 1 de marzo de 2022,
remitida por el Mando Espacial de EEUU, dependiente del Departamento de
Defensa. Dos años antes, mi artículo descubriendo el IM1 escrito con Amir Siraj
mostró que IM1 se movía fuera del sistema solar más rápido que el 95% de todas
las estrellas en las proximidades del Sol. La posibilidad de que el exceso de
velocidad de IM1 sea producto de un sistema de propulsión y el hecho de que
fuera más resistente que todas las rocas espaciales conocidas, sugieren que
existe la posibilidad de que sea de origen tecnológico. Sería como si la nave
New Horizons de la NASA colisionara con un exoplaneta dentro de mil millones de
años y quemándose en su atmósfera como un meteoro interestelar.
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