Lucy, la “abuela” de la Humanidad, ya caminaba igual que nosotros hace tres millones de años
Una investigadora de la Universidad de Cambridge
(Reino Unido) ha reconstruido digitalmente por primera vez el tejido blando que
faltaba de un antepasado humano primitivo u homínido, un trabajo que ha servido
para entender su capacidad para mantenerse erguido como lo hacemos en la
actualidad, según publica en la revista Royal Society Open Science.
La doctora Ashleigh Wiseman ha modelado en 3D los
músculos de las piernas y la pelvis del homínido Australopithecus afarensis
utilizando escáneres de Lucy, el famoso espécimen fósil descubierto en Etiopía
a mediados de los años setenta.
El Australopithecus afarensis fue una especie humana
primitiva que vivió en África oriental hace más de tres millones de años. Más
bajo que nosotros, con cara de simio y cerebro más pequeño, pero capaz de andar
sobre dos piernas, se adaptó tanto a los árboles como a la sabana lo que le
permitió sobrevivir durante casi un millón de años. Llamada así por el clásico
de los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds, Lucy es uno de los ejemplos más
completos que se han desenterrado de cualquier tipo de Australopithecus, con un
40% de su esqueleto recuperado.
Wiseman pudo utilizar datos de código abierto
publicados recientemente sobre el fósil de Lucy para crear un modelo digital de
la estructura muscular de la parte inferior del cuerpo del homínido de 3,2
millones de años de antigüedad.
La investigación recreó 36 músculos en cada pierna,
la mayoría de los cuales eran mucho más grandes en Lucy y ocupaban mayor
espacio en las piernas en comparación con los humanos modernos.
Por ejemplo, los principales músculos de las
pantorrillas y los muslos de Lucy tenían más del doble de tamaño que los de los
humanos modernos, ya que tenemos una proporción de grasa y músculo mucho mayor.
Los músculos constituían el 74 % de la masa total del muslo de Lucy, frente a
sólo el 50 % en los humanos.
Los paleoantropólogos coinciden en que Lucy era bípeda,
pero discrepan en cómo caminaba. Algunos sostienen que se movía agachada, como
los chimpancés cuando caminan sobre dos patas. Otros creen que se movía de
forma más parecida a nuestro bipedismo erguido.
En los últimos 20 años se ha empezado a llegar a un
consenso sobre la marcha totalmente erguida, y el trabajo de Wiseman viene a
corroborarlo. Los músculos extensores de la rodilla de Lucy, y la palanca que
permitirían, confirman la capacidad de enderezar las articulaciones de la
rodilla tanto como puede hacerlo hoy una persona sana.
«La capacidad de Lucy para caminar erguida sólo
puede conocerse reconstruyendo la trayectoria y el espacio que ocupa un músculo
dentro del cuerpo», explica Wiseman, del Instituto McDonald de Investigación
Arqueológica de la Universidad de Cambridge.
«Ahora somos el único animal que puede mantenerse
erguido con las rodillas rectas -prosigue-. Los músculos de 'Lucy' sugieren que
era tan hábil en el bipedismo como nosotros, aunque posiblemente también se
sintiera a gusto en los árboles. Es probable que Lucy caminara y se moviera de
una forma que no vemos en ninguna especie viva actual».
«El Australopithecus afarensis habría deambulado por
zonas de pastizales abiertos y arbolados, así como por bosques más densos de
África oriental hace entre 3 y 4 millones de años -comenta-. Estas
reconstrucciones de los músculos de Lucy sugieren que habría sido capaz de
explotar ambos hábitats con eficacia».
Lucy era una adulta joven que medía poco más de un
metro y pesaba probablemente unos 28 kilos. El cerebro de Lucy tendría
aproximadamente un tercio del tamaño del nuestro.
Para recrear los músculos de este homínido, Wiseman
empezó con algunos humanos vivos. Utilizando resonancias magnéticas y
tomografías computarizadas de las estructuras musculares y óseas de una mujer y
un hombre modernos, pudo trazar las «trayectorias musculares» y construir un
modelo musculoesquelético digital.
A continuación, utilizó los modelos virtuales
existentes del esqueleto de 'Lucy' para «rearticular» las articulaciones, es
decir, recomponer el esqueleto. Este trabajo definió el eje a partir del cual
cada articulación podía moverse y girar, reproduciendo cómo se movían en vida.
Por último, se superpusieron los músculos, basándose
en las rutas de los mapas musculares de los humanos modernos, así como en las
escasas «cicatrices musculares» discernibles (los rastros de conexión muscular
detectables en los huesos fosilizados). «Sin la ciencia de libre acceso, esta
investigación no habría sido posible», afirma Wiseman.
Estas reconstrucciones pueden ayudar ahora a los
científicos a comprender cómo caminaba este antepasado humano. «Las
reconstrucciones musculares ya se han utilizado para medir la velocidad de
carrera de un T-Rex, por ejemplo -apunta Wiseman-. Aplicando técnicas similares
a los humanos ancestrales, queremos revelar el espectro de movimiento físico
que impulsó nuestra evolución, incluidas las capacidades que hemos perdido».
..
Comentarios
Publicar un comentario