La Tierra un año después de nuestra extinción
¿Alguna vez te preguntaste cómo sería el mundo si
todos desaparecieran de repente? Muchas son las películas y series que en los
últimos tiempos han abordado en mayor o menor medida esta incógnita.
En esta ocasión, quien intenta develar las
características de un planeta tras un año sin humanos es el profesor de la
Universidad Estatal de Iowa Carlton Basmajian, experto en planificación urbana,
quien ayuda a pueblos y ciudades con su trabajo a planificar cómo se verán sus
comunidades, y pensar, porqué no, en perspectivas catastróficas como esta.
Basmajian, en una columna publicada en el sitio The
Conversation, asegura que si nuestra especie desapareciera, el primer cambio
que notaríamos al visitar la Tierra un año más tarde sería con los oídos, y no
con la vista. Más que nada, porque el planeta se habría convertido en un
espacio de absoluto silencio. "Por tanto, nos daríamos cuenta de cuánto
ruido hacemos los humanos. Nuestros edificios son ruidosos. Nuestros
automóviles también. Hasta el cielo lo es. Todo este ruido se detendría",
indicó.
El primer cambio que notaríamos al visitar la Tierra
un año más tarde, sin presencia de humanos, sería con los oídos y no con la
vista.
Otro de los cambios evidentes que se percibiría
sería en la naturaleza… después de un año sin la actividad humana, no es de
extrañar que el cielo fuera más azul y el aire más limpio. Esto se debería, en
parte, a que tanto el viento como la lluvia ayudarían a limpiar la superficie
de la Tierra.
Respecto a cómo sería volver a nuestro hogar después
de un año sin humanos, con cierta sorna el profesor en su artículo comenta:
"Espero que si entras en tu hogar no estés sediento porque del grifo no
saldrá nada de agua". Y es que, aunque a veces no seamos conscientes, para
que podamos ducharnos, beber agua o utilizarla para cocinar alguien tiene que
hacer funcionar las instalaciones necesarias para que el agua se distribuya por
toda la ciudad.
Con la electricidad pasaría algo parecido, y si
regresáramos de repente de noche, no veríamos nada: las centrales eléctricas
dejarían de funcionar puesto que nadie las controlaría ni mantendría el
suministro de combustible. "Así que tu casa estaría a oscuras, sin luces,
televisión, teléfonos u ordenadores", apunta el profesor.
Por su parte, el polvo se asentaría por todas
partes. En el día a día, no lo notamos porque nuestros sistemas de aire
acondicionado y calentadores expulsan aire. Y a medida que nos movemos por el
hogar también se mantiene el polvo en movimiento. El césped crecería y crecería
sin control, y muchas plantas que nunca antes habíamos visto echarían raíces.
Cada vez que un árbol deja caer una semilla, puede
crecer un pequeño retoño. Nadie estaría allí para sacarlo o cortarlo. Los
insecticidas, por su parte, llevarían un año sin utilizarse y los humanos ya no
exterminarían los insectos, por lo que estos "volverían a tener rienda
suelta en el mundo de nuevo", señala Basmajian.
No sólo los insectos se apoderarían de las ciudades,
sino que aparecerían nuevas especies invasoras. En un primer lugar, las calles
se llenarían de ratones, marmotas, mapaches, mofetas, zorros y castores.
"Puede que esto último te sorprenda, pero en América del Norte abundan
estos animales", comenta Basmajian.
Otros más grandes, como el ciervo, el coyote o el
oso, también llegarían a algunas ciudades como ya sucedió en muchos lugares del
mundo durante la reciente pandemia". Puede que esto no ocurriera en el
primer año, pero sí con el paso del tiempo".
Sin ningún tipo de electricidad, el ritmo del
planeta volvería a su estado más natural: la única luz sería la del Sol, la
Luna y las estrellas. Un cambio que, sin duda, notarían las especies nocturnas,
al recuperar una noche verdaderamente oscura.
Los incendios ocurrirían con mayor frecuencia. Los
rayos pueden caer sobre un árbol o un campo y prender fuego a la maleza, o
impactar casas y edificios. Sin gente que los apague, esos incendios
continuarían hasta que se extinguieran.
Después de solo un año, las construcciones de
hormigón (rutas, autopistas, puentes y edificios) tendrían el mismo aspecto.
Pero si regresáramos una década más tarde, indica
Basmajian, aparecerían grietas, con pequeñas plantas moviéndose a través de
ellas. Esto sucede porque la Tierra está en constante movimiento. Con este
movimiento viene la presión, y con esta presión se producen las grietas. Por
otra parte, los caminos se agrietarían tanto que parecerían vidrios rotos, e
incluso los árboles crecerían a través de ellos.
Los puentes con bases de metal se oxidarían
lentamente. Las vigas y los pernos que sostienen los puentes también se
oxidarían. Pero los grandes puentes y autopistas de cemento durarían siglos.
Las represas y diques que la gente ha construido en los ríos y arroyos del
mundo se erosionarían.
Tampoco existirían las granjas tal como las
conocemos hoy en día, pues estos animales serían presa fácil de otras especies
salvajes, como osos, lobos, panteras o coyotes. "¿Y los animales
domésticos", se pregunta el experto en diseño. "Los gatos se
volverían salvajes, aunque muchos terminarían siendo presa de animales más
grandes. La mayoría de los perros tampoco sobrevivirían", sentencia.
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