¿Es la religión una forma de escapismo para evadir la realidad?
Daniel Dennett (Boston 1.942) es un reconocido
pensador estadunidense que ha dedicado gran parte de su quehacer a
investigaciones filosóficas relacionadas con la mente y la biología. Pertenece
a la escuela denominada “nuevo ateísmo” una corriente integrada por escritores,
científicos y filósofos entre los cuales figuran también Richard Dawkins, Sam
Harris, Christopher Hitchens (conocidos
como los cuatro jinetes del nuevo ateísmo) …y Ayaan Hirsi Ali, este último
convertido al cristianismo en dos mil veintitrés.
Esta última y para algunos, nueva expresión de
ateísmo se encuentra caracterizada por una crítica implacable a todo lo
relacionado con el hecho religioso en sí. Según estos pensadores, los avances,
los descubrimientos científicos están dejando paulatinamente sin razón de ser a
las creencias religiosas y otras maneras de superstición, de tal forma que deben ser rebatidas y superadas con los
argumentos de la razón en aquellos lugares donde la religiosidad va en
aumento.
Un movimiento que está siendo criticado incluso por
otros pensadores ateos, apelando a la evidencia de no ser los únicos ni
primeros en referir que la razón es la forma superior del conocimiento. Ya
Augusto Comte( 1.798-1.857) lo hizo aunque no de una manera tan determinante en
su obra “Curso de filosofía positiva” donde describe los tres estadios del
conocimiento humano; el religioso o ficticio, el filosófico o abstracto y el
científico o positivo considerando a este último como el estadio final después de
haber atravesado los dos anteriores. Quizá lo que diferencia a los “nuevos
ateos” de los movimientos anteriores y por supuesto del creador del positivismo
sea la menor importancia que dan al conocimiento filosófico en sí.
Para Donnett, la religión sería una forma de
escapismo ante las adversidades, las desgracias, el dolor, el sufrimiento que
siempre ha padecido el ser humano y por supuesto, la muerte. Al igual que
nuestros antepasados fueron descubriendo distintos útiles materiales que les
procuraron avanzar en sus formas de vida tales como el fuego, la lanza, la
rueda, el abrigo, también lo hizo desde su faceta anímica, versus espiritual,
que les serviría para superar de manera ficticia sus limitaciones; una ilusión
que no algo intrínseco en su ser individual y colectivo.
La fenomenología religiosa estudia y desarrolla
precisamente esto último; el hecho religioso como una constante en múltiples
culturas a través del tiempo, con elementos de distinta definición y
trascendencia, primarios al principio, más elaborados y sofisticados
intelectualmente después. El componente religioso parece así ir unido
históricamente al desarrollo del pensamiento humano, al conocimiento propio
traducido en el deseo de superar de algún modo el hecho de morir.
Si para los que dicen llamarse ateos, el
conocimiento científico y racional es el que da y dará en el futuro explicación
a todo lo que existe, razonable también es pensar que la vida no puede acabar
con la muerte pues sería su gran fracaso. Por otra parte, el hecho de querer
ser inmortales resulta algo más que utópico, inalcanzable, pues todo aquello
que comienza, termina, todo lo contingente es finito por naturaleza. (La
clonación no supondría la permanencia atemporal de un individuo, sino la de su
dotación genética)
La idea, el deseo, incluso en convencimiento de
muchos seres humanos siempre ha sido que la muerte no es el final, pues la
vida, el hecho de nacer resultaría en otro caso para ellos, un fiasco, una
cuestión que no se circunscribe al pensamiento cristiano, aunque San Pablo lo
refiera de manera explícita cuando habla de que “si la esperanza en Cristo
acaba en esta vida somos los más desgraciados de los hombres”.
En todo caso, habría que agradecer el hecho de que
en pleno siglo XXI, época centrada de manera casi exclusiva en la tecnología y
la economía, existan pensadores que sigan reflexionando sobre este universal,
ciencia y religión. Y digo que es de muy agradecer porque estamos atravesando
una etapa, que afecta ya a varias generaciones, donde no sólo la religión, sino
la filosofía como fuente de pensamiento que da sentido a todo aquello que los
seres humanos piensan y deciden viene siendo arrinconada e inutilizada como una
forma de acceso al saber.
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