Paleontólogos argentinos hallan fósiles de una familia de perezosos gigantes
A principios de diciembre, Patricia Salicio
aprovechó la marea baja para recolectar caracoles de la costa. Mientras
caminaba por una zona de barrancas al norte de Mar del Plata, observó un cúmulo
de huesos en el acantilado y se comunicó con el Museo Municipal de Ciencias
Naturales Lorenzo Scaglia.
Tras visitar el lugar y comenzar los trabajos de
extracción de los fósiles -que se extenderían durante casi dos meses-, los
profesionales del Laboratorio de Paleontología del Museo Scaglia se llevaron
varias sorpresas. En primer lugar, hallaron restos de tres ejemplares de
scelidoterio (Scelidotherium leptocephalum) en una paleocueva. Luego, cerca de
allí, encontraron fósiles de un pampaterio en buen estado de conservación. Por
último, dieron con restos de un pequeño gliptodonte. Los tres hallazgos se
realizaron en un área de 100 metros.
Los fósiles fueron encontrados en un lugar de muy
difícil acceso. En este marco, los especialistas diagramaron un esquema de
tareas para realizar los trabajos durante las mareas mínimas en horario diurno.
Algunas semanas pudieron realizar trabajo de campo y otras semanas la marea y
las condiciones climáticas no se lo permitieron.
“La primera semana que no pudimos ir a trabajar a
campo, empezamos a preparar los materiales y ya nos había llamado la atención:
había dos radios izquierdos que eran de diferente tamaño. Además, uno no tenía
las epífisis, o sea, las puntas de los huesos, totalmente fusionada a lo que
sería la caña, la parte larga del hueso. Entonces, eso es el indicativo de que
teníamos, por lo menos, un animal adulto y otro juvenil. Empezamos a pensar
que, en vez de un perezoso terrestre gigante, ya teníamos dos”, cuenta a Bacap
Matías Taglioretti, responsable del Laboratorio de Paleontología del Museo
Scaglia.
Durante los días siguientes, el equipo continuó el
trabajo de campo y extrajo más fósiles del lugar. Luego, durante unos días en
los que las condiciones no permitían acceder al lugar, siguieron analizando el
material en el laboratorio y se llevaron una gran sorpresa: entre los huesos de
scelidoterio había un tercer radio izquierdo y de mayor tamaño que los otros
dos.
“Del análisis de estos huesos, determinamos que se
trata de dos adultos y un juvenil. Luego el trabajo de campo avanzó de una
forma tal que pudimos ver cómo estaban acomodados los esqueletos y nos dimos
cuenta que eran tres esqueletos de tres perezosos terrestres gigantes”, afirma
el paleontólogo.
En esta línea, Taglioretti comenta: “Al analizar
cómo fue el relleno de sedimentos de esa paleocueva, llegamos a la conclusión
de que estos animales habían vivido juntos ahí y que, de alguna manera,
encontraron todos juntos la muerte seguramente al entrar una gran cantidad de
agua con barro en la cueva, lo que produjo el sofocamiento de estos animales
que no pudieron volver a la superficie, donde habría ocurrido un evento de
lluvia muy fuerte e inundación. Esta tragedia terminó siendo un gran hallazgo
paleontológico”.
Este hallazgo es novedoso porque hasta el momento
había un solo registro de más de un ejemplar de scelidoterio en una paleocueva
en la costa bonaerense. Se trata de un adulto y su cría encontrados cerca de
Mar del Sud, en el partido de General Alvarado.
“Es la primera vez que tenemos tres individuos que
se encuentran en el interior de una de sus madrigueras. Este registro nos va a
permitir estudiar de forma más precisa cómo se comportaban estos animales desde
el punto de vista de su vida social”, asegura el responsable del equipo de
Paleontología del Museo Scaglia.
Los scelidoterios fueron perezosos terrestres
gigantes que podían medir hasta 3,5 metros de largo y 1,20 metros de alto y
pesaban hasta 850 kg. Por su fisonomía, se parecían al actual oso hormiguero.
Poseían en sus patas delanteras dos garras que les permitían hacer estos
sistemas de galerías complejos y extensos. Tenía una cabeza alargada y
cilíndrica. Se considera que eso le habría traído beneficios para su vida en
las madrigueras. Es uno de los animales de la megafauna prehistórica
sudamericana que más se encuentran en los acantilados costeros.
“Como son animales de gran tamaño, los cuidados
parentales se extendían más en el tiempo. La diferencia de tamaño que hay entre
uno de los radios y el radio del juvenil no es tan grande, pero sí hay
diferencia a nivel de la fusión de las epífisis, con lo cual es interesante ver
qué tan avanzadas eran estas asociaciones familiares en el tiempo, cuánto
perduraban. Las galerías que producían eran verdaderas ciudades subterráneas y
el costo energético para poder hacer esta madriguera era muy elevado para pensar
que solo lo hacía un individuo, quizás hacer las madrigueras era un asunto a
nivel familiar”, detalla.
El hallazgo se produjo en un sector de barrancas
asociado al período geológico Bonaerense (400.000 a 120.000 años de
antigüedad). No obstante, los sedimentos donde se emplaza la paleocueva son más
antiguos. El paleontólogo afirma que es dificultoso estimar la edad de los
registros porque las paleocuevas “transgreden el tiempo” o incluso funcionan
como “burbujas de tiempo”, ya que el sedimento y los fósiles que se pueden
encontrar en paleocuevas pueden no estar representados en el resto de la
secuencia geológica.
“El hallazgo
es excepcional considerando los tres perezosos terrestres gigantes que murieron
en el interior de la paleocueva, pero se sumó además una figurita que es muy difícil”,
indica Taglioretti.
A unos 50 metros del lugar donde se encontraron los
huesos de la familia de scelidoterios, se halló gran parte del esqueleto de un
pampaterio (Pampatherium typum). “En mi vida había encontrado solo dos placas”,
resalta Taglioretti, sorprendido con el nuevo hallazgo.
Estos restos estaban en lo que habría sido un canal.
Se estima que estos fósiles pueden tener entre 300.000 y 700.000 años de
antigüedad.
El pampaterio era un armadillo gigante de aspecto
similar al actual tatú carreta. Podía pesar hasta 250 kg. Perteneció a un grupo
intermedio entre los armadillos actuales y los gliptodontes.
“El caparazón
está conformado por dos tipos de placas: móviles y fijas. A diferencia de un
gliptodonte, que sus placas son todas fijas y están fusionadas unas a otras, en
este caso, la conexión es bastante laxa y hay unas placas en particular, que se
llaman tecla, que son alargadas y tienen la forma de una tecla de piano, que le
permiten movilidad al caparazón. En algunos casos extremos, como el quirquincho
bola, que vive actualmente, esas placas móviles les permiten hacerse bolita”,
explica el paleontólogo.
Entre los huesos encontrados, está principalmente la
mitad posterior del animal: el caparazón, la cola y las patas traseras. “Cuando
nos ponemos a comparar con los registros que ya tenemos de pampaterio en el
museo, que son muy fragmentarios -placas aisladas, huesos aislados-, este va a
ser por lejos uno de los restos más completos que se va a conocer de
Pampatherium que provengan de la región pampeana”, sostiene Taglioretti.
De las tres especies encontradas en esta ocasión, el
pampaterio es el que tiene mayor adaptación a la vida subterránea.
A 100 metros del primer hallazgo, el equipo del
Scaglia realizó un tercer hallazgo. Encontraron restos de Neosclerocalyptus, un
gliptodonte de pequeñas dimensiones.
“Nosotros le asignamos una vida y una actividad
fosorial importante, con lo cual, la conexión que hay entre los tres hallazgos
es que se trata de tres animales que pertenecían al gremio de lo que nombramos
como cavadores, que hacían las madrigueras, que son paleocuevas de distintos
tamaños. Las más grandes llegan a tener hasta dos metros de diámetro en algunos
sectores. Se asocian a perezosos terrestres gigantes, principalmente a tres
especies. Una es scelidoterio, la otra es Catonyx, y la tercera especie es el
Glossotherium”, detalla Taglioretti.
Asimismo, el especialista agrega: “Si lo comparamos
con los gliptodontes más grandes, que tienen unas placas que llegan a tener en
algunos casos hasta más de cinco centímetros de espesor, las placas de
Neosclerocalyptus y todo su caparazón es mucho más pequeño. Las placas no
llegan al centímetro de espesor, o sea, el caparazón era bastante más blando.
Si bien era rígido porque las placas estaban fusionadas, tenía cierta
flexibilidad”.
Hasta el momento, los profesionales del Museo
Scaglia retiraron los materiales de los dos primeros hallazgos y aún tienen
trabajo para extraer los fósiles del tercero. Las tareas comenzaron a comienzos
de diciembre para la extracción de los scelidoterios y casi dos meses después
continúan.
Sobre estos novedosos hallazgos, Taglioretti
reconoce: “El pampaterio es una figurita muy difícil. Me sorprendió encontrar
restos bastante más completos de lo que teníamos. Pero el hallazgo de los tres
perezosos terrestres gigantes juntos nos permite tener una ventana en el tiempo
porque, de alguna manera, la muerte y preservación de estos animales fue casi
súbita”.
“Imagínense a estos animales en sus madrigueras. De
repente, entra una gran cantidad de agua y lodo. Mueren sofocados ahí. Es hasta
trágico, pero es lo que nos permite mantener grabada una escena del pasado, un
instante de tiempo muy breve, y podemos ver cómo estaba estructurada una
familia de perezosos terrestres gigantes”, concluye.
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