Una simple marca biológica explica qué dinosaurios volaban y cuáles no
El descubrimiento, basado en el análisis de cientos de especies de aves, podría ayudar a distinguir qué dinosaurios tenían capacidad de vuelo y cuáles no.
Entre finales del siglo XIX y principios del XXI, el
Archaeopteryx fue generalmente aceptado por los paleontólogos como el ave más
antigua conocida. El Archaeopteryx vivió en el Jurásico Tardío, hace unos 150
millones de años, en lo que hoy es el sur de Alemania. Las especies más grandes
podían alcanzar los 0,5 m de longitud. A pesar de su pequeño tamaño, sus
amplias alas y su supuesta capacidad para volar o planear, el Archaeopteryx
tenía más en común con otros pequeños dinosaurios mesozoico...
Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings
of the National Academy of Sciences muestra una regla anatómica muy simple que
permite distinguir a las aves actuales que pueden volar de las que no. Esta
regla, basada en el número y la forma de las plumas presentes en las alas
permite discriminar entre aves voladoras y no voladoras. Aunque la regla pueda
parecer trivial, ya que se pueden distinguir ambas clases de aves únicamente
observando su comportamiento, lo más interesante es que esta misma regla se puede
utilizar en los fósiles de dinosaurios. Aplicándola a distintos fósiles han
podido encontrar las características que permitirían el vuelo en especímenes
que datan de hace entre 120 y 160 millones de años. Gracias a esta regla, los
paleontólogos cuentan con una herramienta más para comprender cuáles fueron los
inicios del vuelo en vertebrados emplumados.
Como dice el refranero popular ‘Ave que vuela, a la
cazuela’, aunque es mucho más probable que los caldos que se consumen durante
estas épocas frías del año sean de un ave no voladora, como la gallina. El
refrán hace referencia a tiempos de escasez, donde lo único se podía consumir
era aquello que buenamente se encontraba en el campo. Palomas, gorriones,
jilgueros, y cualquier avecilla que cometiese el error de posarse a un tiro de
piedra podía acabar formando parte del próximo guiso. El refrán también pone de
manifiesto una de las habilidades más características de las aves, el vuelo.
Pero como hemos nombrado, existen muchas aves que no pueden volar , si no que
se han especializado en otros ámbitos que no requieren surcar los cielos, como
las gallinas, los avestruces o los pingüinos.
Jingmai O’Connor y Yosef Kiat, investigadores en el
museo Field de Chicago, probablemente no conozcan el refranero español, pero
son unos expertos ornitólogos cuyo campo de estudio se centra en la anatomía y
la evolución de las aves. Concretamente, ambos investigadores están tratando de
averiguar cómo algunos dinosaurios llegaron a transformarse en las aves
actuales y, sobre todo, cuándo aprendieron a volar. Para ello, se han dedicado
a estudiar las diferencias anatómicas entre las aves voladoras y las no
voladoras, y han descubierto una posible regla para entender qué dinosaurios
tenían la capacidad de vuelo gracias a la forma y el número de plumas de sus
alas.
Durante el estudio, Kiat analizó concienzudamente
las plumas de todos los órdenes de aves que hay en la actualidad. Para ello,
estudió muestras en distintos museos de un total de 346 especies
representativas. Al analizar las alas y las disposición de las plumas en todas
las especies de aves voladoras, pudo observar que siempre se repetía el mismo
patrón. Las aves voladoras presentas plumas asimétricas y entre 9 y 11 plumas
primarias. Estas son las que se encuentran en la zona más alejada del cuerpo,
en el extremo del ala. En las no voladoras, en cambio, el número de plumas
primarias es mucho más variable, desde 0 en los emús, hasta más de 40 en los pingüinos.
Esta regla aparentemente simple para distinguir entre aves voladoras y no
voladoras ha pasado desapercibida por la comunidad científicahasta ahora, y
podría ayudar a distinguir qué dinosaurios emplumados podrían volar hace más de
65 millones de años.
Los investigadores aplicaron esta regla a al menos
65 fósiles que representan a 35 especies de dinosaurios emplumados, así como a
aves extintas, para averiguar si podrían volar. Uno de los primeros fósiles que
examinaron fue Archaeopteryx, ya que, con 150 millones de años, fue durante
mucho tiempo considerado el ave más antigua. El análisis de las extremidades y
de las impresiones de plumas fosilizadas permitieron observar que sí, cumplen
con la regla que les permitía volar, pero no era el único.
El microrraptor, un diminuto dinosaurio no
emparentado con las aves, también cumple la regla del vuelo, lo que indica que
no sólo los dinosaurios avianos podrían volar. Esta revelación ayudaría a
esclarecer algunas de las polémicas de la paleontología y zanjar ciertas dudas
en el comportamiento de las especies. Por ejemplo, al examinar el Caudipteryx,
un oviraptosaurio de una longitud estimada de 1 metro y un peso de unos 6-7 kg,
encontraron que es poco probable que pudiese volar. A pesar de presentar 9
plumas primarias, la simetría de las plumas y la proporción de las alas con
respecto al cuerpo, aseguran los investigadores, le impediría levantar el
vuelo. Este dinosaurio lleva tiempo siendo objeto de debate debido a que se
trata de un dinosaurio no aviano, pero que presenta muchas de las
características relacionadas con las aves que complican su clasificación.
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