La erupción del supervolcán Toba impulsó la dispersión de los humanos modernos de África a Europa
Durante mucho tiempo se pensó que la historia de los orígenes del Homo sapiens seguía un relato casi lineal. Que nuestra especie habría surgido en un punto de África (ciertas regiones de Etiopía, Botswana o Sudáfrica serían las principales candidatas) y que gracias a sus capacidades físicas e intelectuales avanzadas, se habría extendido por Europa y Asia no hace más de 50.000 años, reemplazando a los otros grupos humanos arcaicos. Sin embargo, a medida que los investigadores encuentran nuevas pistas y cuentan con mejores métodos de análisis y datación, esa teoría de una única población de humanos anatómicamente modernos que salió de África a la conquista del planeta se va complicando.
De entrada, porque el descubrimiento de nuevos
fósiles apunta a que los sapiens se aventuraron con éxito fuera de África mucho
antes de lo que se pensaba (hace entre 80.000 y 120.000 años). Pero además
porque las características de esos primeros humanos fueron el resultado de un
mosaico de diferentes poblaciones diseminadas por todo el continente. Separados
entre sí por esas barreras geográficas, cada población evolucionó durante mucho
tiempo de manera aislada y desarrolló algunos de los rasgos que fueron
aportando al resto de la especie al encontrarse en periodos de grandes
migraciones.
Esta teoría (conocida como multirregionalismo
africano), implica que la evolución de nuestra especie está directamente ligada
a la evolución del clima del planeta, en particular con el llamado periodo del
Sáhara verde. A medida que los cambios en el clima reverdecían paisajes
desérticos o secaban bosques, esos primeros seres humanos entraban en contacto
o quedaban aislados de otras comunidades. Este miércoles un nuevo estudio
publicado en Nature aporta una nueva pista en este sentido. Liderado por
investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (EEUU), apunta que esos
primeros humanos también pudieron dispersarse durante periodos áridos a lo
largo de las "autopistas azules"; corredores creados por charcas y
ríos estacionales e impulsados por fenómenos climáticos extremos.
En particular, los investigadores han hallado la
conexión con un cataclismo que impactó a todo el planeta: la erupción del
supervolcán Toba, en la isla de Sumatra, hace unos 74.000 años. Los científicos
han basado su estudio en el yacimiento de Shinfa-Metema 1, situado en las
tierras bajas del actual noroeste de Etiopía, junto al río Shinfa, afluente del
Nilo Azul. Allí se había documentado la presencia de Homo sapiens alrededor del
mismo periodo y ahora los autores revelan que se han hallado también diminutos
cristales cuya química permite vincularlos a la erupción del Toba. "El
estudio confirma los resultados que se habían obtenido en los yacimientos de
Pinnacle Point, en Sudáfrica: la erupción de Toba pudo haber cambiado el medio
ambiente en África, pero los sapiens se adaptaron y fueron capaces de
sobrevivir", explica Curtis Marean, investigador de la Universidad Estatal
de Arizona.
De acuerdo con los autores, la flexibilidad de
comportamiento de los sapiens no sólo les ayudó a sobrevivir a ese periodo de
cambios en el clima, sino que también facilitó su dispersión hacia otras
regiones. Los habitantes del yacimiento de Shinfa-Metema 1 cazaban varios
animales terrestres (desde antílopes hasta monos), como atestiguan las marcas
de corte en los huesos fosilizados. Los vestigios analizados muestran que
cocinaban sus comidas y que tenían instrumentos de piedra, en particular
pequeñas puntas triangulares simétricas, que podrían suponer el ejemplo más
remoto conocido de flechas.
Pero los efectos climáticos de la erupción
provocaron una estación seca más larga, haciendo que los habitantes de
Shinfa-Metema 1 se volvieran dependientes de la pesca: así, la disminución de
los puntos de agua también habría empujado a los humanos a migrar cada vez más
lejos en busca de alimentos. En combinación con otros hallazgos sobre el mismo
periodo en África, los resultados sugieren que cuando el caudal de los ríos
desaparecía durante los períodos secos, los humanos cazaban animales que
acudían a beber a las charcas restantes o capturando los peces atrapados allí.
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