Un cromosoma humano artificial abre la puerta a crear células inmunes al cáncer
En los archivos del Instituto Tecnológico de California se conserva una fotografía de la pizarra del legendario físico Richard Feynman tomada en 1988, el año que murió de cáncer. En una esquina había escrito: “Lo que no puedo crear, no lo puedo entender”. Muchos años después, un selecto grupo de investigadores aplicó esa máxima a la biología: los humanos solo entenderán su naturaleza cuando sean capaces de crear su propio genoma desde cero. Conseguirlo sigue siendo uno de los mayores retos de la ciencia.
Este jueves se publica un estudio que da un paso
decisivo hacia ese objetivo. Investigadores de la Universidad de Pensilvania
(Estados Unidos) han creado un cromosoma humano artificial que es capaz de
acomodarse en células humanas, sumarse a los ya existentes y pasar de
generación en generación.
Los cromosomas son los grandes tomos en los que se
agrupa nuestro genoma, una caótica y repetitiva secuencia de 3.000 millones de
letras químicas; y son claves en la evolución, pues determinan la herencia
genética y deciden el sexo de los bebés. Dentro de cada una de nuestras células
hay 23 pares de cromosomas que a su vez contienen unidades más pequeñas, los
genes, encargados de producir todas las proteínas que necesitamos para estar
vivos. Poder escribir cromosomas enteros o parte de ellos abre la puerta a
crear microbios, animales y células humanas con propiedades nuevas.
Cualquiera que consulte la hemeroteca en busca de
cromosomas humanos artificiales leerá que eso ya se consiguió en 1997. Un
equipo de Estados Unidos introdujo versiones reducidas de un cromosoma humano
en células humanas. Fue todo un triunfo científico, pero las aplicaciones
terapéuticas quedaron congeladas, ya que, por razones desconocidas, los
pequeños cromosomas artificiales comenzaron a multiplicarse sin control hasta
generar genomas completamente aberrantes y probablemente cancerígenos.
El cromosoma artificial humano presentado este
jueves resuelve este problema. Los investigadores han creado el cromosoma
artificial dentro de células de levadura, un microbio muy versátil cuyo genoma
ya se había reescrito casi al completo en estudios anteriores. Se han centrado
en reproducir el centrómero, la parte central que es decisiva para que un
cromosoma se divida correctamente y pase a la siguiente generación. Una vez
ensamblado el cromosoma artificial, se usó una técnica para fusionar la célula
de levadura con otra humana. Por primera vez, el cromosoma artificial se ha
unido al resto de cromosomas sin causar multiplicaciones aberrantes, se ha
mantenido estable y ha pasado de madres a hijas con una alta eficiencia. El
hallazgo se publica en la revista Science, referente de la mejor ciencia
mundial. En el descubrimiento también participan científicos del Instituto
Craig Venter, uno de los pioneros que lideraron el Proyecto Genoma Humano, el
primer esfuerzo para leer todo nuestro código genético, en la década de 1990.
“Es un enorme logro”, opina Jef Boeke, bioquímico de
la Universidad de Nueva York y uno de los impulsores del Proyecto Escribir el
Genoma Humano, cuyo objetivo es lograr un genoma humano completamente
sintético. “La diferencia entre los cromosomas de 1997 y los actuales es como
la que hay entre un Ford modelo T [uno de los primeros automóviles fabricados
en serie en 1908] y un Tesla”, resume Boeke, que no ha participado en el
estudio. En 2016, su equipo enumeró las aplicaciones más prometedoras de los
cromosomas artificiales, como crear células humanas resistentes a los virus o
al cáncer, multiplicando las copias del gen p53, que actúa como supresor
tumoral.
Los responsables del trabajo resaltan que estos
nuevos cromosomas artificiales permiten llevar a cabo una edición genómica a un
nivel superior. CRISPR y la edición de calidad permiten hacer cambios puntuales
en la secuencia genética, el equivalente a corregir unas cuantas erratas en un
párrafo. También se pueden usar virus como vectores de transporte, pero su
capacidad es también limitada. Este nuevo sistema permitiría reescribir genes o
incluso grupos de genes; lo que supone cambiar capítulos enteros.
El cromosoma artificial presentado este jueves tiene
apenas 750.000 letras de ADN. El menor de los cromosomas humanos, el 21, cuya
triplicación produce síndrome de Down, tiene 46 millones. Además, solo 182.000
letras del cromosoma artificial son de origen humano (del cromosoma 4); el resto
son de bacteria. Son estas últimas secuencias las que aportan estabilidad e
impiden aberraciones, explica Ben Black, autor principal del trabajo. “Este
sistema parece mucho más eficiente que los anteriores. Pensamos que no será
difícil ir aumentando el tamaño de los cromosomas artificiales para incluir
secuencias mayores, lo que abre muchas aplicaciones biotecnológicas”, detalla.
Una posibilidad es introducir genes suicidas en las células tumorales, añade.
“Es un trabajo muy importante”, resalta George
Church, investigador de la Universidad de Harvard y otro de los líderes del
proyecto de escribir el primer genoma humano. “Al igual que en computación
necesitamos ordenadores con cada vez más memoria, hay una gran necesidad de
ampliar nuestra capacidad de almacenamiento en ingeniería genética”, añade.
Esta nueva técnica permite generar “cargas terapéuticas más grandes” y la
creación de órganos para trasplantes con grandes secciones de su genoma
previamente diseñadas.
Marc Güell, bioingeniero de la Universidad Pompeu
Fabra de Barcelona, cree que esta tecnología podría también mejorar y ampliar
las posibilidades de la terapia celular, por ejemplo en tratamientos que
modifican genéticamente las células sanguíneas del paciente para tratar el
cáncer, los ya célebres CAR-T. “Otra aplicación sería usar estos cromosomas
para producir moléculas de interés farmacéutico, por ejemplo anticuerpos, con
mayor eficiencia que la actual”, detalla.
Antes de poder escribir un genoma hay que aprender a
leerlo. Aunque ese proyecto de más de una década se concluyó en 2003, lo cierto
es que no se pudo leer el genoma completo de una persona concreta hasta hace
dos años. Karen Miga, investigadora de la Universidad de California en Santa
Cruz, es una de las científicas que lideraron ese trabajo. Uno de los puntos
claves del nuevo cromosoma artificial humano es que “es una secuencia genética
que se transmite de forma segura de generación en generación, expresando su
posible carga terapéutica”, resalta. “En humanos, se podría considerar aplicar
esta nueva tecnología a los trastornos genéticos pediátricos en los que hay que
modificar grandes cantidades de ADN genómico. Los trastornos del sistema
hematopoyético, incluyendo las talasemias, hemofilias y anemias, son
potencialmente adecuadas para su corrección con vectores de terapia génica.
Además, la distrofia muscular de Duchenne, la enfermedad renal poliquística,
los trastornos de almacenamiento lisosomal como la enfermedad de Hurler y la
fibrosis quística son trastornos que caen en esta categoría”, añade.
Francisco Antequera, experto en biología sintética
de la Universidad de Salamanca, valora el nuevo trabajo, aunque advierte de que
es solo un primer paso. “Los fragmentos de ADN humano son aún muy pequeños.
Pero es cierto que este método podría servir para construir cromosomas cada vez
más grandes. Yo creo que en un futuro será posible conseguir cromosomas
enteros, pero eso supondrá un nuevo reto, pues manejar moléculas tan
gigantescas en el laboratorio es muy, muy difícil”, explica. Más allá de crear
nuestro propio código genético está el reto de poder manipularlo sin producir
pesadillas.
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