Anomalía Pioneer: ¿por qué las sondas frenaron al salir al espacio profundo?
Las misiones espaciales Pioneer 10 y Pioneer 11 se
lanzaron en la década de 1970 con el objetivo de explorar los confines del
Sistema Solar. La Pioneer 10 el 2 de marzo de 1972 y la Pioneer 11 el 5 de
abril de 1973. Ambas portaban placas con mensajes que explicaban su origen a
una posible civilización extraterrestre, diseñadas por el famoso astrónomo Carl
Sagan.
Ambas sondas no sólo han proporcionado una
inestimable riqueza de datos científicos, sino que también han protagonizado
uno de los enigmas más intrigantes de la exploración espacial: el llamado
Anomalía pionera.
Este fenómeno, observado como una desviación
inesperada en la aceleración de estas naves, mantuvo a la comunidad científica
en suspenso durante décadas.
El misterio comenzó cuando ambas naves espaciales,
tras sobrepasar las 20 unidades astronómicas (unos 3.000 millones de
kilómetros) del Sol, comenzaron a mostrar un comportamiento peculiar.
Analizando minuciosamente los datos de navegación, se descubrió que las Pioneer
desaceleraban ligeramente más de lo esperado. Esta desaceleración adicional,
extremadamente pequeña y equivalente a una reducción de velocidad de 1 km/h
cada diez años, correspondía a una aceleración hacia el Sol de aproximadamente
(8,74 ± 1,33) × 10-10 EM2.
Por lo tanto, la posición calculada de los Pioneer
no coincidía con las mediciones del tiempo de retorno enviadas desde la nave
espacial. Estaban miles de kilómetros más cerca del Sistema Solar interior de
lo que deberían haber estado. La distancia aumentaba con el tiempo a medida que
se realizaban las mediciones, lo que sugería que lo que fuera que estaba
causando la anomalía todavía estaba actuando sobre la nave espacial.
La anomalía, identificada por primera vez en 1980 e
investigada seriamente desde 1994, dio lugar a numerosas teorías. Las
explicaciones iban desde errores en los datos hasta propuestas que implicaban
una revisión de las leyes de la gravedad, e incluso se barajaba seriamente la
posibilidad de una nueva física o de efectos no convencionales de la gravedad.
Sin embargo, estos modelos se enfrentaban a la dificultad de no poder explicar
de forma concluyente por qué las órbitas de los planetas exteriores del Sistema
Solar no mostraban anomalías similares.
Desde 1998 se ha planteado la hipótesis de que la
causa podría estar en la presión de radiación anisotrópica, es decir, el efecto
de la radiación térmica emitida por la nave espacial de forma no uniforme. Las
Pioneer, equipadas con generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTG), sólo
podían disipar calor mediante radiación térmica en el vacío del espacio. Si
esta radiación se emitiera predominantemente en una dirección, produciría una
aceleración en la dirección opuesta debido al retroceso de los fotones
térmicos.
Medir con precisión esta fuerza térmica requirió la
recuperación y el análisis de datos históricos de telemetría, así como la
construcción de modelos térmicos detallados de los barcos. Estas tareas
complejas y arduas culminaron en un estudio definitivo publicado en 2012 por
Slava Turyshev y colaboradores en la revista Cartas de revisión físicaEste
trabajo demostró que, cuando se tenía en cuenta adecuadamente la fuerza de
retroceso térmico, no quedaba ninguna aceleración anómala significativa. En
otras palabras, la anomalía podía explicarse completamente por la emisión térmica
de las naves, sin necesidad de recurrir a nuevas leyes de la física.
La peculiaridad de la anomalía de Pioneer se
identificó porque estas naves espaciales viajaban sin correcciones adicionales
de rumbo, algo que no ocurre con muchas misiones espaciales posteriores, como
la Voyager, que requieren frecuentes ajustes de actitud. Misiones más
recientes, como Cassini y New Horizons, han proporcionado datos que apoyan la
explicación térmica, aunque con distintos grados de precisión y circunstancias
operativas.
La aclaración de la Anomalía Pionera no sólo reforzó
nuestra confianza en las leyes conocidas de la física, sino que también destacó
la importancia del detalle en la ingeniería y la interpretación de datos.
Las Pioneer han abandonado el Sistema Solar y se ha
perdido el contacto, posiblemente debido al agotamiento de su fuente de energía
y a la enorme distancia a la que se encuentran. La última señal de la Pioneer
10 se recibió el 23 de enero de 2003 cuando se encontraba a 12.000 millones de
kilómetros de la Tierra rumbo a la estrella Aldebarán, a la que debería llegar
en aproximadamente 1.690.000 años.
La última señal de la Pioneer 11 se recibió el 24 de
noviembre de 1995. El 24 de junio de 2024, la sonda se encontraba a 16.900
millones de kilómetros de la Tierra, viajando a unos 40.000 kilómetros por hora
en dirección a la constelación de Scutum. En el camino, fue alcanzada y
adelantada por la Voyager 1, el objeto creado por el hombre que actualmente se
encuentra más alejado de la Tierra en el espacio profundo.
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