Urano y Neptuno podrían tener océanos ocultos de 8.000 kilómetros de profundidad

Un reciente estudio liderado por Burkhard Militzer, científico planetario de la Universidad de California en Berkeley, plantea que bajo las atmósferas de hidrógeno y helio de Urano y Neptuno podría existir un océano de hasta 8,000 kilómetros de profundidad. Este hallazgo, basado en simulaciones computacionales, podría cambiar la forma en que se entiende la dinámica interna de estos planetas y de los sistemas planetarios en general.

Según la investigación, este océano estaría compuesto de agua en estado supercrítico, una mezcla de gas y líquido sometida a presiones 60,000 veces superiores a las de la superficie terrestre. Esta capa de agua, separada de los hidrocarburos en capas inferiores, podría explicar los campos magnéticos desorganizados detectados en Urano y Neptuno por la sonda Voyager 2 en la década de 1980.

A diferencia de los campos magnéticos ordenados de la Tierra, Júpiter y Saturno, los de Urano y Neptuno son inclinados y caóticos. Esto se atribuye a la falta de movimientos convectivos, ya que las capas internas no se mezclan debido a las condiciones extremas de presión y temperatura.

El estudio sugiere que comprender estos océanos podría ser crucial para explorar otros exoplanetas similares, conocidos como gigantes de hielo, que son comunes en la Vía Láctea. Además, los hallazgos podrían influir en una futura misión de la NASA para explorar Urano, planeada para 2034, que aprovechará una alineación planetaria única para estudiar su estructura interna y sus lunas, que también podrían contener océanos.

Este avance en la comprensión de los gigantes helados marca un paso importante para resolver los misterios de estos planetas, que han sido en gran medida ignorados desde el paso de la Voyager 2 hace casi 40 años.

El descubrimiento fue posible gracias a simulaciones avanzadas mediante aprendizaje automático, que modelaron el comportamiento de átomos bajo condiciones extremas, respaldando la teoría con datos consistentes con los campos gravitacionales medidos por la Voyager 2.

 

Urano y Neptuno, con sus dinámicas internas únicas, podrían ser clave para comprender la formación y evolución de planetas más allá de nuestro sistema solar.

 

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