Crean en un laboratorio una “bomba de agujero negro”

Un equipo científico consigue amplificar energía mediante un cilindro giratorio, replicando el efecto Zel’dovich en condiciones controladas

Un grupo de científicos ha conseguido, por primera vez en la historia, reproducir en un laboratorio el efecto teórico conocido como bomba de agujero negro, un fenómeno predicho hace 56 años por el físico bielorruso Yakov Zel’dovich. El avance se ha logrado gracias a un experimento con un cilindro de aluminio giratorio, validando así una idea que hasta ahora pertenecía únicamente al ámbito de la física teórica.

En 1969, Roger Penrose formuló la hipótesis de que se podía extraer energía de un agujero negro a través de su ergosfera, la región donde el espacio-tiempo se arrastra con el giro del propio agujero. Más tarde, Zel’dovich propuso una versión terrestre del fenómeno: un objeto giratorio podía amplificar ondas si estas incidían con la frecuencia adecuada. Hoy, esa predicción se ha demostrado empíricamente.

Amplificación desde el vacío

Los investigadores utilizaron un cilindro rotatorio de aluminio y ondas electromagnéticas que incidían sobre él con una frecuencia angular negativa. En lugar de absorberse, las ondas fueron amplificadas, cumpliendo las condiciones del llamado efecto Doppler rotacional. El sistema fue capaz de generar una señal autosostenida a partir del propio ruido de fondo, comportándose como un generador sin entrada de energía directa.

Según explicaron sus autores, “una vez activado el sistema, se comporta como un generador: amplifica modos electromagnéticos espontáneos hasta alcanzar un régimen inestable”. Este resultado reproduce en laboratorio el modelo de bomba de agujero negro descrito en 1972 por Press y Teukolsky en la revista Nature.

Una ‘bomba’ no nuclear pero de enorme impacto conceptual

Aunque el dispositivo no tiene capacidad destructiva real como una bomba, el experimento supone un paso gigantesco en la validación de conceptos fundamentales sobre la energía, la relatividad y la física cuántica. El diseño, aparentemente simple, esconde una enorme complejidad teórica: ha logrado convertir ruido en energía amplificada sin que se infrinjan las leyes de conservación ni la relatividad.

 

Este avance abre nuevas puertas a la comprensión del universo y a posibles aplicaciones futuras en campos como la energía, la computación cuántica o la física de partículas. Por ahora, es una demostración de que incluso los fenómenos más extremos del cosmos pueden tener un reflejo en la Tierra, siempre que la física lo permita.

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