Identificado un nuevo dinosaurio carnívoro que vivió en el Pirineo al final del cretáceo
El nombre suena raro para un dinosaurio, y mira que los dinosaurios tienen nombres raros. Tamarro insperatus, identificado ahora por fósiles hallados en 2003 en la Conca Dellà (Sant Romà d’Abella, Pallars Jussà, en el noroeste de Cataluña), es el nuevo miembro que viene a engrosar la asombrosa galería de los lagartos terribles.
Tal como informa el diario El País, el animal, con
un aire entre gallina y velocirraptor, según la reconstrucción que se ha hecho,
es un terópodo (dinosaurio carnívoro) manirraptor (“manos de ladrón”, por sus
brazos y manos alargados), del grupo de los troodóntidos, pequeños dinosaurios
emplumados. El grupo estaba muy extendido por Norteamérica y Asia, pero era
desconocido hasta ahora en Europa, según los investigadores.
Lo de insperatus es porque no se esperaba
encontrarlo; es, de hecho, el primer dinosaurio carnívoro del que se descubre
un hueso en el Pirineo, pues la gran mayoría de restos atribuidos a terópodos
en el área se basaban en dientes aislados y, en este caso, se trata de un largo
hueso del pie.
Lo más simpático es lo de Tamarro. El tamarro o gambosí
es una criatura imaginaria del folclore popular bien conocida en la zona del
Pallars y mencionada por Joan Amades. Presente, según las leyendas, también en
Andorra, en el sur de Francia y en distintos lugares de España (donde se lo
denomina a veces gamusino), el tamarro no tiene una fisonomía concreta y su
característica principal es precisamente ser esquivo, difícil de ver. Una
tradición vinculada con el tamarro, y que ha dado pie a tradiciones y fiestas,
es tratar de encontrarlo.
Al nuevo dinosaurio, el tamarro inesperado, lo
describe en un artículo aparecido ayer en la revista Scientific Reports —A
fast-growing basal troodontid (Dinosauria: Theropoda) from the latest
Cretaceous of Europe—, un equipo de investigadores del Institut Català de
Paleontologia Miquel Crusafont (ICP), el museo de la Conca Dellà y las
universidades de Edimburgo (Escocia) y Alberta (Canadá), liderados por Albert G.
Sellés, del ICP. Tamarro insperatus, recalcan sus descubridores, se suma a las
pocas especies conocidas de dinosaurios carnívoros en el suroeste de Europa.
Hace también especialmente interesante el hallazgo el que este dinosaurio
habitara el área de los actuales Pirineos hace 66 millones de años, apenas
200.000 años antes de que los dinosaurios se extinguiesen en todo el mundo.
Sellés recalca la escasez de fósiles de terópodos en
Cataluña. “Una posible explicación”, indica en una nota del ICP, “podría ser
que, como sucede en las aves actuales, con las que son los dinosaurios más
emparentados, los huesos de los pequeños dinosaurios terópodos fueran huecos
para aligerar el peso del animal. Esta fragilidad dificultaría la preservación
y la fosilización de sus esqueletos”. La presencia en el sur de los Pirineos
del terópodo tamarro (que pertenece, muy probablemente, al grupo de los
jinfengopterígidos, de origen asiático), reforzaría la hipótesis actual de que
a finales del Cretáceo se sucedieron varias oleadas migratorias de dinosaurios
provenientes de Asia hacia Europa.
A partir del análisis microscópico de los huesos de
tamarro, el equipo de investigación ha podido extraer conclusiones sobre el
crecimiento del animal. Aumentaba de tamaño de forma muy rápida, similar a como
lo hacen las aves palaeognátidas actuales, como el avestruz o el emú. En tan
solo un par de años, el tamarro podría haber alcanzado su tamaño adulto,
aproximadamente 1,5-2 metros de longitud y unos 20 kg de peso. Lo más probable
es que fuera un dinosaurio carroñero o un depredador de pequeños reptiles,
mamíferos e incluso insectos.
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