Arctic City: la ciudad para 40.000 personas que estuvo proyectada en el Polo Norte
Corría la década de los 70. El hombre había llegado a la luna y la membrana de lo imposible parecía más fina que nunca. Después de aquella proeza que hizo a la humanidad soñar, todo parecía al alcance de la mano. Establecer una base en la luna era el siguiente paso... ¿Pero cómo se iba a crear un asentamiento lunar si el ser humano no era capaz de dominar algunas partes del planeta?
En una época de grandes cambios, un grupo de
arquitectos, entre los que estaba Frei Otto, ganador del Pritzker de forma
póstuma en 2015, idearon y diseñaron Arctic City, un proyecto que quería
construir una ciudad en el Polo Norte.
Y, aunque parezca descabellado, en aquella época la
propuesta tenía cierto sentido. Por un lado, apareció la obsesión por superar
fronteras. La década de 1970 fue una época marcada por el ansia de
descubrimientos. Se estaban realizando expediciones a las profundidades
oceánicas, se elaboraron planes para industrializar selvas y desiertos y las
misiones Apolo tenían al mundo en vilo.
Por otro lado, la carrera por las materias primas y
los recursos, combinada con las nuevas tecnologías emergentes, significaba que
se estaba volviendo plausible desplazarse a entornos cada vez más extremos. Si
el ingenio conseguía que los humanos pudieran vivir cómodamente en condiciones
tan inhóspitas como las del Polo Norte, entonces podrían presentarse todo tipo
de oportunidades industriales.
Con esto en mente, el fabricante alemán de productos
químicos Hoechst AG, uno de los brazos ‘desnazificados’ de IG Farben y una
firma destacada en el milagro económico alemán, encargó Arctic City.
Como ha aparecido unas líneas más arriba, al mando
estaba Frei Otto, el visionario arquitecto-ingeniero que ya había impresionado
al mundo con sus atrevidos experimentos en estructuras extensibles e inflables,
como el techo de acero en forma de carpa del pabellón de Alemania Occidental en
la Expo 67. A cargo de la planificación de la ciudad estaba Kenzo Tange, uno de
los máximos exponentes de la arquitectura japonesa. En colaboración con los
ingenieros de Arup, se les ocurrió la propuesta de una cúpula neumática de dos
kilómetros de diámetro bajo la cual se podría construir una ciudad.
Ciudad-nuclear
Arctic City estaría ubicada en un estuario, con un
puerto para el acceso de embarcaciones y un aeropuerto en las afueras. La
ciudad se construiría en conjunto con una central nuclear, que proporcionaría
energía, además de calentar el aire para la ciudad y el agua del puerto para
evitar que se helara.
La primera etapa de la construcción estaría
destinada a preparar la zona, excavando un conjunto de cimientos externos en un
anillo de dos kilómetros de ancho. Después, se colocaría una rejilla de cables
(formada a partir de una fibra de poliéster) a lo largo del emplazamiento y se
fijaría entre sí. Las capas, que serían translúcidas para dejar que entrara la
luz del sol, se unirían más tarde, antes de que toda la cúpula se inflara a una
altura de 240 metros en su punto más alto.
Al no construirse con acero, el techo podría
comportarse como una piel en lugar de una verdadera cúpula, lo que significaba
que sería menos susceptible al viento y la nieve, cuyo peso podría suponer un
grave problema.
Una vez que se inflara la cúpula y la presión
interna estuviera en el equilibrio correcto, se podría construir la ciudad
interior. Habría cuatro entradas y salidas principales, que conectarían con las
distintas instalaciones externas y, por supuesto, con la zona industrial, que
sería el objetivo principal de la ciudad.
Una carretera de circunvalación sumergida en la
cúpula conectaría las viviendas, que acogerían hasta a 40.000 personas, con un
área de administración central y un distrito de recreo y ocio, mientras que los
caminos y aceras móviles a nivel del suelo conducirán entre las diversas
secciones.
En caso de emergencia, como una pérdida de energía o
un colapso del techo, la ciudad ártica se diseñó para conectar las áreas
edificadas a través de túneles seguros. Estos pasadizos subterráneos podrían
recibir suministros incluso si el nivel del suelo fuera inaccesible. El aire
fresco del ártico, calentado por la central nuclear, circularía por el interior
de los edificios y sería distribuído por ventiladores en la periferia de la
cúpula. Para emular las estaciones, el clima no sería estático. De hecho, cambiaría
con el clima exterior, pero nunca bajaría por debajo del punto de congelación.
La planta baja estaría ajardinada (incluyendo un
jardín botánico y un pequeño bosque), mientras que la ciudad incluiría
apartamentos, un campo de atletismo, hoteles, restaurantes, un ayuntamiento,
edificios educativos, oficinas e incluso industria ligera.
En el nivel superior de la cúpula, las velas móviles
podrían ocultar la luz solar continua del verano polar para mantener un ritmo
diurno, mientras que en invierno se pensaba utilizar una lámpara de sol
artificial de alta resistencia con el mismo propósito.
Aunque todo estaba planteado y detallado, Arctic
City era difícilmente realizable y quedó en papel. Había muchas cuestiones que
resolver antes de lanzarse a una empresa de semejante calibre. Por suerte o por
desgracia, este proyecto queda relegado al futuro.
.-
Comentarios
Publicar un comentario