Los chimpancés de la sabana, un modelo para entender la evolución humana
Para prosperar, la mayoría de los grandes simios necesitan franjas de bosques frondosos en África (bonobos, chimpancés y gorilas) o el sudeste asiático (orangutanes), a excepción de algunos grupos de chimpancés que viven en las sabanas, zonas caracterizadas por un clima con altas temperaturas y con precipitaciones muy estacionales y escasas.
Adriana Hernández, profesora Serra Hunter de la
Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona (UB), ha codirigido el
trabajo de un equipo internacional de primatólogos que ha revisado las
investigaciones existentes sobre el comportamiento y la ecología de los
chimpancés en las sabanas para averiguar cómo se adaptan a estas condiciones
extremas.
Según los investigadores, las condiciones
medioambientales de estos lugares provocarían un tipo específico de
comportamientos y respuestas fisiológicas en estos chimpancés (como descansar
en cuevas o excavar para extraer agua) que no se dan en aquellos de sus
congéneres que viven en zonas boscosas, donde no se enfrentan a unas
condiciones ambientales tan extremas.
«El estudio sobre los chimpancés en la sabana y lo
que nosotros llamamos efecto del ambiente de la sabana tiene implicaciones
importantes a la hora de reconstruir el comportamiento de los primeros humanos
que vivieron en hábitats similares y, por lo tanto, nos ayuda a comprender
mejor nuestra propia evolución», explica Adriana Hernández, que ha coliderado
este trabajo junto a Stacy Lindshield, de la Universidad Purdue (Estados Unidos).
Los chimpancés (Pan troglodytes) son los parientes
evolutivos vivos más cercanos a nuestra especie, ya que comparten el 98,7 % del
ADN con los humanos y tienen en común con ellos un ancestro que vivió hace
aproximadamente entre 4,5 y 6 millones de años. A pesar de esta cercanía,
carecen de algunos de los rasgos biológicos y culturales que poseemos los seres
humanos para la adaptación al calor extremo, como por ejemplo las numerosas
glándulas sudoríparas ecrinas, la falta relativa de pelo o la capacidad de crear
artefactos como recipientes de agua y sombreros para el sol que mitigan la
deshidratación y la insolación.
Los chimpancés que viven en la sabana son
taxonómicamente indistinguibles del resto de chimpancés. Por ese motivo, las
comparaciones de comportamiento, morfología y ecología con respecto a los que
viven en paisajes más boscosos proporcionan una información clave para generar
hipótesis o poner a prueba teorías sobre cómo pudieron adaptarse los primeros
humanos hace millones de años a medida que los bosques africanos iban
retrocediendo y dejando paso a las sabanas.
«Sabemos que los homininos tempranos se adaptaron a
ambientes de sabana similares a los que ocupan los chimpancés, y se piensa que
las condiciones de la sabana causaron adaptaciones en nuestros antepasados,
como por ejemplo la expansión del cerebro o la tolerancia a altas
temperaturas», explica Adriana Hernández, que también es codirectora de
Investigación del Instituto Jane Goodall España. «Por lo tanto —continúa—,
entender cómo nuestros parientes genéticamente más cercanos se adaptan a un
medioambiente seco, caliente, estacional y abierto, muy similar a aquellos
donde vivieron los homininos tempranos, nos ayuda a analizar cómo nuestros
ancestros podrían haberse adaptado y cómo podrían haber surgido las
características que nos definen como humanos».
Entre las características recogidas por el estudio
destacan las estrategias de los chimpancés de sabana para tolerar altas
temperaturas. «Entender cómo hacen frente al calor nos puede ayudar a comprender
cómo surgieron las estrategias que los humanos tenemos para enfrentarnos al
calor. Algunas probablemente son las mismas para chimpancés y homininos, como
el uso de cuevas o sumergirse en el agua para refrescarse», explica la
investigadora.
Otro de los ejemplos que la investigadora destaca
son las vías por las que estos chimpancés tratan de hidratarse durante la
estación seca avanzada, como por ejemplo cavar en busca de agua cuando esta se
reduce solo a unos cuantos puntos en el terreno. «Los homininos tempranos
tuvieron que enfrentarse también a la escasez de agua durante una parte del
año», añade Adriana Hernández.
El trabajo también ha confirmado que los grupos
sociales de chimpancés en la sabana se distribuyen en áreas inusualmente
grandes, de alrededor de 100 kilómetros cuadrados, mientras que los chimpancés
que habitan en zonas más boscosas tienen áreas de distribución de entre 3 y 30
kilómetros cuadrados, aproximadamente. «Sin embargo —puntualiza la
investigadora—, aunque el tamaño de los grupos es similar en ambos tipos de
chimpancés, en la sabana los chimpancés tienen una densidad de población mucho
menor, algo que podría explicarse por la baja disponibilidad de alimentos en
este hábitat».
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