Un hongo acuático que ya extinguió a varias especies de anfibios ahora amenaza a sapos terrestres
Un hongo acuático que ya ha provocado la extinción de diversas especies de anfibios que tienen una parte o su ciclo de vida completo en el agua amenaza ahora también a los sapos terrestres. En Brasil, un grupo de científicos apoyado por la FAPESP constató en el Bosque Atlántico una mortandad sin precedentes de pequeños sapos que se desarrollan lejos del ambiente acuático. Los anfibios estaban infectados con altas cargas de un hongo quitridio (Batrachochytrium dendrobatidis, el hongo quitrido de los anfibios), causante de la quitridiomicosis.
Este estudio, publicado en la revista Biological
Conservation, enciende una alerta referente a la amenaza de este patógeno
también con relación a los anfibios de hábitos terrestres, que poseen funciones
ecológicas importantes, tales como el control de los insectos transmisores de
enfermedades tales como el dengue, la fiebre amarilla y el zika.
“Es un hongo que se instala en la piel de los anfibios,
que es por donde estos realizan los intercambios gaseosos con el ambiente.
Cuando se ocurre la infección, se produce un desequilibrio fisiológico y el
animal termina muriéndose a causa de un ataque cardíaco”, explica Diego
Moura-Campos, el primer autor del trabajo, realizado durante su maestría en el
Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (IB-Unicamp), en el estado
de São Paulo, con beca de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de
Nivel Superior (Capes), una agencia ligada al Ministerio de Educación de
Brasil.
La investigación se llevó a cabo en el marco del
proyecto intitulado “El hongo quitridio en Brasil: desde su origen hasta sus
consecuencias”, vinculado al Programa FAPESP de Investigaciones en
Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la
Biodiversidad (BIOTA-FAPESP) y coordinado por Luís Felipe Toledo, docente del
IB-Unicamp, quien también firma el estudio.
“Estudiamos ese hongo en diversos aspectos, pero
raramente tenemos esta triste oportunidad de ver a los animales muriéndose en
la naturaleza a causa de la infección. Este es el primer estudio que muestra
esto en Brasil. Cabe acotar que, si un anfibio se muere y está contaminado,
esto no quiere decir que se haya muerto por la acción del hongo. Podría haber
estado conviviendo bien con el patógeno y no desarrollar la enfermedad. En este
caso, tuvimos la seguridad al respecto de la causa de la muerte porque los
animales que estudiamos manifestaban síntomas de la enfermedad: estaban
raquíticos, con la piel suelta y con altísimas cargas de infección”, comenta
Toledo, quien coordina también otro proyecto cuyo enfoque consiste en entender
de qué manera se propaga el hongo en la naturaleza.
Los investigadores creen que las especies de
desarrollo directo, es decir, que pasan todo su ciclo de vida en la tierra, sin
pasar por la fase de renacuajos, están menos adaptadas al hongo aún. Por haber
tenido contacto desde hace más tiempo con el patógeno, las especies que viven
en el agua pueden haber creado alguna resistencia a la infección.
Moura-Campos registró la mortandad durante una
investigación realizada en la Reserva Biológica Municipal Serra do Japi, en la
localidad de Jundiaí, estado de São Paulo, entre mayo de 2018 y mayo de 2019.
Curiosamente, los ejemplares muertos o moribundos de la especie Brachycephalus
rotenbergae (una variedad de sapo calabaza) fueron hallados tras un período de
sequía atípica en el estado.
“Estos animales son muy pequeños y resulta difícil
hallarlos. Cuando se mueren, se descomponen enseguida. El hecho de haber
encontrado nueve de ellos muertos o enfermos en un corto lapso de tiempo, tal
como sucedió, indica que muchos otros probablemente hayan muerto”, afirma
Guilherme Becker, docente de la Universidad de Alabama, en Estados Unidos, otro
participante en la investigación.
Según el científico, que también es profesor
visitante del Programa de Posgrado en Ecología de la Unicamp, este estudio
muestra que la aceleración de los cambios climáticos globales hará que aumenten
durante las próximas décadas los episodios de este tipo de enfermedad, cuyos
causantes pueden evolucionar en linajes más virulentos, incluso debido al
surgimiento de híbridos, tal como ya quedó demostrado en el marco de un trabajo
anterior del grupo.
“Debido a la falta de humedad en el suelo del bosque
donde viven, estos animales pueden haber ido a hidratarse en arroyos y se
contaminaron más con el hongo que lo normal”, dice. Otra hipótesis que
sostienen los investigadores indica que los períodos de sequía pueden
comprometer el sistema inmunitario de los sapos y así dejarlos más vulnerables
a la acción del hongo.
Un patógeno
cosmopolita
Con origen en Asia, este hongo probablemente se
propagó por el mundo debido al comercio de carne de rana. Especies tales como
la rana toro americana (Aquarana catesbeiana), utilizadas con ese fin, son
resistentes al hongo y pueden cargarlo sin infectarse.
Un trabajo publicado en 2018 en la revista Science,
del cual Toledo es uno de los autores, indica que el hongo salió de la
península coreana y se propagó por otras partes del globo a comienzos del siglo
XX. En otro estudio en el cual participó el brasileño, se estimó también que el
hongo llevó a la declinación de poblaciones de 501 especies de anfibios en todo
el mundo. Solamente en Brasil, al menos 50 especies o poblaciones se vieron
afectadas, de las cuales 12 se extinguieron y 38 experimentación una declinación.
“Los anfibios son sumamente importantes para el
funcionamiento de los ecosistemas. Su biomasa es enorme en los bosques. Sirven
de alimento para una diversidad de otros animales, comen artrópodos en la
naturaleza y controlan comunidades de invertebrados. Con respecto a los
acuáticos, la mayoría son herbívoros en la fase de renacuajos y consumen el
fitoplancton, que podría apoderarse de los ambientes acuáticos de no ser por
los renacuajos. Estos animales cruzan ecosistemas acuáticos y terrestres, por
ende, cuando se producen brotes de quitridiomicosis, el impacto es grande”,
informa Becker.
Como ejemplo de ello, el investigador recuerda un
estudio reciente en el cual científicos estadounidenses y panameños demostraron
la relación entre el colapso de anfibios en Costa Rica debido a la infección
provocada por el B. dendrobatidis con el aumento de brotes de malaria durante
las décadas de 1990 y 2000 en dicho país.
El grupo hace hincapié en que es necesario proseguir
con las observaciones en el transcurso de los años con el fin de evaluar con
mayor precisión el impacto real de la quitridiomicosis en las poblaciones de
anfibios de ese y de otros lugares / AGENCIA DYCIT
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