Vulcano... ¿planeta o leyenda?
En 1859, el astrónomo francés Urbain Le Verrier detectó pequeñas anomalías en la órbita de Mercurio.
Según las leyes de Newton, aquel debería describir
una elipsis alrededor del Sol. Ahora bien, si incluimos los tirones
gravitacionales del resto de los planetas, aparece un efecto peculiar: el
desplazamiento no se mantiene estático en el espacio, sino que empieza a rotar.
El fenómeno se conoce como avance del perihelio –el
punto de la órbita más cercano al Sol– y se puede calcular con la teoría
newtoniana de la gravedad. El resultado es de 531 segundos de arco por siglo. O
dicho de otro modo, el perihelio de Mercurio da una vuelta completa al Sol cada
244.000 años.
Pero las observaciones de Le Verrier no cuadraban
con la predicción: dicho perihelio iba un 8 % más deprisa de lo que establecía
la mecánica celeste. El científico postuló que se debía a la influencia de un
planeta todavía no detectado, al que bautizó como Vulcano. Tras intensas e
infructuosas búsquedas, los astrónomos decidieron que tal objeto no existía y
dejaron aparcada la casi inapreciable discrepancia de 43 segundos de arco por
siglo.
A la caza de
Vulcano
Tras la publicación de la hipótesis de Le Verrier,
numerosos astrónomos aficionados e incluso profesionales afirmaron haberlo
visto. Entre 1826 y 1843 el astrónomo aficionado Heinrich Schwabe, farmacéutico
de profesión, intentó encontrar el planeta observando las inmediaciones del Sol
sin obtener ningún resultado. Sin embargo Schwabe descubre el ciclo undecenal
de las manchas solares que se hacían visibles bajo la fotosfera solar, mientras
buscaba infructuosamente al hipotético planeta Vulcano.
Debido a su proximidad al Sol, más reducida que la
de Mercurio, Vulcano era invisible prácticamente todo el tiempo: sólo durante
los eclipses solares podía intentarse su búsqueda.
Aunque el peso de Urbain Le Verrier era
considerable, pocos astrónomos creían seriamente en su existencia: tras el
eclipse total de julio de 1860 observado desde España, en el cual no fue
avistado pese a las mejoras instrumentales y fotográficas, el astrónomo alemán
Christian Heinrich Friedrich Peters confesó a la prensa: “No pienso ser como un
pato salvaje, que vuela detrás de los pájaros míticos de Le Verrier”. Tras el
fallecimiento de éste, el 23 de septiembre de 1877, la existencia de Vulcano
corría peligro al perder un apoyo tan importante.
El clímax de su infructuosa búsqueda llegó con el
eclipse total de sol del 29 de julio de 1878, visible en Estados Unidos. Gran
número de astrónomos norteamericanos desplazaron sus instrumentos, relojes y
cámaras fotográficas por buena parte de la geografía nacional, para efectuar un
barrido sistemático de las inmediaciones solares: en una de las principales
expediciones, dirigida por el astrónomo James Craig Watson en la ciudad de
Rawlins (Wyoming), estuvo el propio Thomas Alva Edison no sólo para asistir al
evento sino para probar uno de sus nuevos inventos, un termómetro muy sensible
al calor solar. Otro equipo no menos importante, dirigido por Simon Newcomb, se
instaló en Separtion (Wyoming), no lejos del equipo anterior. Aunque las
observaciones no fueron definitivas ni estaban claras (debido a la extensa
corona solar), Watson estuvo convencido el resto de su vida de haber observado
no uno, sino dos planetas intramercuriales. Estas observaciones fueron
criticadas por Peters quien aseguró (con toda la razón) que sólo se trataba de
las estrellas Theta Cancri y Zeta Cancri.
Durante la siguiente expedición a un nuevo eclipse
solar total, en 1883, el astrónomo Edward S. Holden, sucesor de Watson, efectuó
nuevamente delicadas observaciones de las inmediaciones solares: tampoco tuvo
éxito en la búsqueda pese a las mejoras instrumentales.
Einstein mató
a Vulcano
Y fue esa simple chinita en el zapato de la
astronomía una de las pruebas que avalaron relatividad general de Einstein: el
desfase era explicado exactamente por su teoría, que presentó el 15 de
noviembre de 1915. Luego, otras pruebas, como las observaciones de la luz de
las estrellas durante un eclipse total de Sol, la respaldaron.
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