Científicos descubren en Ecuador cinco nuevas especies de ratones

 

Investigadores descubrieron en Ecuador cinco nuevas especies de ratones, de las cuales dos fueron nombradas en honor a los medallistas olímpicos ecuatorianos Richard Carapaz y Neisi Dajomes, informó este miércoles el Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio).

El trabajo de descripción tomó once años e incluyó análisis genéticos, morfológicos e incluso tomografías computarizadas de los cráneos y mandíbulas de los animales.

Los estudios determinaron que "lo que actualmente se trata como Chilomys instans en Ecuador, comprende cinco nuevas especies", señaló el Inabio en un comunicado.

Decidimos "nombrar a estas especies en homenaje a varias personas, entre ellas estos dos atletas ecuatorianos (...) Creímos que sería bonito hacerles un homenaje desde la academia", comentó a la AFP Jorge Brito, biólogo del Inabio que lideró la investigación.

Chilomys carapazi fue llamada así por Richard Carapaz, el ciclista ecuatoriano que ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokyo y fue el vencedor del Giro de Italia en 2019.

Chilomys neisis le debe su nombre a la primera ecuatoriana en llevarse el oro olímpico, la halterista Neisi Dajomes.

Las otras tres especies llamadas Chilomys weksleri, Chilomys percequilloi y Chilomys georgeledecii rinden honores a los especialistas en roedores Marcelo Weksler y Alexandre Percequillo, y al conservacionista George Ledeci.

En la investigación, que fue publicada en el número de abril de la revista científica estadounidense PeerJ, también participaron los científicos Nicolás Tinoco, Miguel Pinto, Rubí García, Claudia Koch (Alemania), Vincent Fernández (Reino Unido), Santiago Burneo y Ulyses Pardiñas (Argentina).

Brito señaló que estos ratones -que en promedio miden de ocho a nueve centímetros- únicamente habitan en bosques nublados que están entre los 1.200 y los 4.050 metros de altitud.

"Son controladores de varios tipos de insectos y de lombrices" en los bosques, precisó el investigador, quien tras más de una década de estudio pudo confirmar que su "ojo clínico" no le había engañado.

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