Triops, la especie animal (viva) más antigua del planeta

 

Cuando se habla de fósiles vivientes, hace referencia a organismos cuyo linaje tiene su origen en un pasado remoto —decenas e incluso cientos de millones de años—, y cuyo esquema corporal no ha cambiado o lo ha hecho mínimamente desde entonces.

Son ejemplos clásicos de fósiles vivientes el celacanto, el nautilo, el tuátara, la cacerola de las Molucas; y entre las plantas, el ginkgo. Todos ellos son, sin duda, representantes vivos de linajes antiguos, que mantienen un aspecto muy similar al de sus ancestros. Y es que, a diferencia de lo que se suele pensar, la evolución no tiende a generar cambios a menos que la presión ambiental los induzca. La naturaleza no descarta a la ligera una forma de vida que funciona, y si el ambiente en el que vive un organismo es estable, o los cambios que se producen no generan alguna alteración de la presión selectiva, esas formas exitosas tienden a conservarse.

Sin embargo, que cambien poco no significa que no cambien nada, y frecuentemente se producen eventos de especiación —es decir, surgimiento de nuevas especies a partir de especies previas— con cambios sutiles pero definitorios.

Por ejemplo, aunque el linaje de los celacantos se remonta a más de 400 millones de años, las especies modernas, pertenecientes al género Latimeria, apenas superan un par de cientos de miles de años. El tuátara tiene más mérito; su linaje se remonta a mediados del Triásico, hace unos 240 millones de años, pero el registro fósil muestra organismos que podrían asociarse con la especie que encontramos hoy, Sphenodon punctatus, desde el Mioceno, hace menos de 20 millones de años.

Más antigua es la especie Ginkgo biloba, la única especie de ginkgo que existe actualmente. Mientras que el género Ginkgo se estima que puede tener hasta 170 millones de años, la especie que encontramos hoy surgió durante el Eoceno, hace unos 50 millones de años.

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