¿Cómo habrían evolucionado los dinosaurios si no se hubieran extinguido?
En la década de 1980, el paleontólogo
estadounidense-canadiense Dale Russell (1937-2019) se preguntaba si los Homo
Sapiens, los humanos modernos, habíamos sido resultado del azar de la
naturaleza o, más bien, era que una especie inteligente como la nuestra
surgiría de modo inevitable en algún momento indistintamente del escenario.
La pregunta proponía un ejercicio mental de biología
especulativa, una materia de la ciencia ficción que utiliza bases científicas
para especular sobre los caminos evolutivos de distintas especies de la Tierra
y también de otros planetas.
Ante dicha cuestión, Russell, quien era un prolífico
y experimentado estudioso de dinosaurios, sugirió el siguiente escenario
ficticio: ¿qué hubiese pasado si los colosales reptiles no se hubieran
extinguido con el impacto de un asteroide hace 66 millones de años?
Así nació el “dinosauroide”, un hipotético
dinosaurio inteligente en forma de humano que podría haber poblado nuestro
planeta en una ‘realidad alternativa’.
El paleontólogo norteamericano sostenía firmemente
que los animales con los cerebros más grandes, con gran inteligencia para cazar
a sus presas y que, además, eran gregarios tenían más ventajas de subsistir y
evolucionar a comparación de otras especies.
La especie de dinosaurios que, por la evidencia
fósil, cumplían dichas características eran los troodóntidos y los
dromeosaurios. Estos eran dinosaurios carnívoros que podían correr rápidamente
y poseían extremidades superiores útiles capaces de manipular objetos.
En cuanto al aspecto físico, el dinosauroide de
Russell, diseñado en conjunto con el artista Ron Séguin, habría adquirido una
postura erecta y habría acortado su cuello para soportar mejor una cabeza con
un cerebro más grande. Luego, sus garras se habrían convertido en pulgares
oponibles y su cola habría desaparecido, ya que esta dejaría de ser útil para
mantener el equilibrio.
En cuanto a su capacidad intelectual, Russell
sostenía que estos antiguos reptiles habrían mejorado su cognición para
desarrollar herramientas y hasta un lenguaje que sonaría similar al de las aves
modernas, quienes son sus descendientes.
Como era de esperarse, Russell recibió muchas
críticas por su idea tan controvertida del dinosauroide, que adquirió
popularidad al publicarse en distintos espacios científicos y mediáticos.
La crítica principal era que su teoría de la
evolución de esta criatura ficticia tenía el gran sesgo de tomar como calco —ni
siquiera como un punto de referencia— a la evolución humana, presumiblemente
porque consideraba a nuestra especie como la cúspide evolutiva.
Si bien no es imposible que los troodóntidos
tuvieran un cerebro cada vez más grande, es muy poco probable que estos
animales desarrollaran nuestro ingenio y mucho menos que adquirieran un aspecto
humanoide, ya que la biología y el entorno en el que vive cada individuo
determina qué dirección tendrá su evolución, señala el zoólogo británico Darren
Naish en su blog Tetzoo.
Hoy en día, por ejemplo, algunos descendientes de
los dinosaurios como los cuervos y los loros tienen cerebros complejos: pueden
hablar y usar herramientas. No obstante, solo los mamíferos como los simios,
los delfines y los elefantes desarrollaron cerebros más grandes y
comportamientos complejos.
Incluso, hasta la fecha, la aparición del Homo
Sapiens resulta un único y completo misterio: no podemos explicar por qué nuestra
especie únicamente surgió en África y por qué motivos tuvimos más ventajas que
nuestros primos lejanos, los neandertales o los denisovanos.
Tras las críticas que recibió Russell por el
“dinosauroide”, cuenta Naish, quien también es autor de un nuevo estudio acerca
del tema, el paleontólogo norteamericano dejó de brindar entrevistas sobre los
dinosauroides durante 1990 y nunca respondió a las objeciones que se le hizo.
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