El día en que el Papa Francisco supo que estallaría la Tercera Guerra Mundial
Dos meses antes de la invasión rusa de Ucrania, el
Papa Francisco se reunió con un jefe de Estado que le previno del estallido de
la Tercera Guerra Mundial, tal y como reveló él mismo durante un encuentro a
puerta cerrada con los directores de las revistas culturales de la Compañía de
Jesús en Europa, celebrado en la Biblioteca privada del Palacio Apostólico en
mayo de 2022. Los pormenores de aquella reunión secreta salen a relucir ahora
en mi nuevo libro, «El reloj del Apocalipsis», publicado por HarperCollins. El
Pontífice aguardó así tres meses, desde el inicio de la invasión de Ucrania,
para desvelar aquel encuentro con el máximo mandatario de una nación, cuyo
nombre también omitió, el cual le alertó sobre el alto riesgo de una gran
conflagración mundial. Todos y cada uno de los asistentes escucharon entonces
estupefactos las palabras del Pontífice, desde Stefan Kiechle, de la revista alemana
«Stimmen der Zeit», hasta Lucienne Bittar, de la suiza «Choisir», pasando por
Ulf Jonsson, de la sueca «Signum», o Jaime Tatay, de la publicación española
«Razón y fe».
El Papa se mostró convencido de que había estallado
ya la Tercera Guerra Mundial y denunció que ésta había sido «provocada o no
evitada», con el sucio negocio de la venta de armas como trasfondo. Durísimo
alegato del Pontífice, como para quitarle el hipo a cualquiera: «Aquí no hay
buenos y malos metafísicos de forma abstracta –advirtió Francisco, sin
remilgos–. Está surgiendo algo global, con elementos muy entrelazados. Un par
de meses antes de que empezara la guerra conocí a un jefe de Estado, un hombre
sabio, que habla muy poco. Y después de hablar de las cosas que quería, me dijo
que estaba muy preocupado por la forma en que se movía la OTAN. Le pregunté por
qué, y me respondió: “Están ladrando a las puertas de Rusia. Y no entienden que
los rusos son imperiales y no permiten que ninguna potencia extranjera se
acerque a ellos” [...] Pero el peligro es que veamos solo esto, que es
monstruoso, y no veamos todo el drama que se está desarrollando detrás de esta
guerra, que quizá fue de alguna manera provocada o no evitada. Noten el interés
en el testeo y venta de armas. Es muy triste, pero al final es lo que está en
juego [...] Para mí hoy se ha declarado la Tercera Guerra Mundial. Esto es algo
que debería hacernos reflexionar. ¿Qué le pasa a la Humanidad, que ha tenido
tres guerras mundiales en un siglo?».
El Papa se mostró convencido de que había estallado
ya la Tercera Guerra Mundial y denunció que ésta había sido «provocada o no
evitada», con el sucio negocio de la venta de armas como trasfondo. Durísimo
alegato del Pontífice, como para quitarle el hipo a cualquiera: «Aquí no hay
buenos y malos metafísicos de forma abstracta –advirtió Francisco, sin
remilgos–. Está surgiendo algo global, con elementos muy entrelazados. Un par
de meses antes de que empezara la guerra conocí a un jefe de Estado, un hombre
sabio, que habla muy poco. Y después de hablar de las cosas que quería, me dijo
que estaba muy preocupado por la forma en que se movía la OTAN. Le pregunté por
qué, y me respondió: “Están ladrando a las puertas de Rusia. Y no entienden que
los rusos son imperiales y no permiten que ninguna potencia extranjera se
acerque a ellos” [...] Pero el peligro es que veamos solo esto, que es
monstruoso, y no veamos todo el drama que se está desarrollando detrás de esta
guerra, que quizá fue de alguna manera provocada o no evitada. Noten el interés
en el testeo y venta de armas. Es muy triste, pero al final es lo que está en
juego [...] Para mí hoy se ha declarado la Tercera Guerra Mundial. Esto es algo
que debería hacernos reflexionar. ¿Qué le pasa a la Humanidad, que ha tenido
tres guerras mundiales en un siglo?».
Avatares del destino: Cirilo I, más conocido como
Kirill, se hacía llamar también el decimosexto patriarca de Moscú, con quien
Francisco había mantenido una extensa conversación por videoconferencia el 16
de marzo anterior ante el recrudecimiento de la guerra en Ucrania y el
creciente peligro de su propagación al resto del mundo. De nombre secular
Vladímir Mijáilovich Gundiáyev, la cabeza visible de la Iglesia Ortodoxa rusa
estuvo acompañado entonces por el metropolita Hilarión de Volokolamsk,
responsable del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú.
Poco antes, el patriarca Kirill había justificado la invasión de Ucrania por
tratarse de un modo de salvaguardar a Rusia de la falta de valores en
Occidente, sobre todo, en lo relativo a moral sexual. La charla entre ambos
dignatarios eclesiásticos no sirvió para atenuar la guerra, ni mucho menos para
propiciar un alto el fuego. Y ello, pese a que en enero el patriarca de Moscú
había pronunciado la palabra «paz» tras celebrar la Navidad ortodoxa en la
Catedral de Cristo Salvador, en Moscú.
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