Las abejas aisladas de la Isla de Pascua hacen hacen la miel más pura del planeta
Aisladas en medio del Pacífico, sin apenas
depredadores y libres de todas las enfermedades que las diezman en el mundo,
las abejas de la Isla de Pascua liban la miel más pura y se perfilan como la
salvación del planeta.
Rodrigo Labra, uno de los apicultores de la isla, lo
sabe muy bien y por eso lucha junto a un pequeño grupo de colegas para
preservar este tesoro y convencer a los gobiernos de que declaren este enclave
en el ombligo del mundo reserva mundial de abejas.
De momento han logrado, que se prohíba la
importación ya que las medicinas y otros agentes químicos que se le dan a las
abejas fuera para protegerlas de enfermedades como la varroa destructor, el
laque americana, el laque europea y el nosema también se traspasan a la miel.
Y basta con que una de las miles de las abejas
polinesias absorba una gota de esa miel para que se contagie de la enfermedad y
desaparezca esa pureza.
“Acá los agricultores prácticamente no usa
pesticidas, usan técnicas ancestrales de cultivo. El agua también es
completamente natural. De lluvia. Tienen fuente de agua limpia por toda la
isla”, explica Labra, que maneja una pequeña producción en una zona bastante
habitada.
“Pero lo principal es que a diferencia con las
abejas en el mundo, éstas no están asociadas a ningún tipo de enfermedades. Y
por ende no tenemos que aplicar ningún producto químico a la colmena ni a las
abejas”, añade el apicultor antes de agregar que a ello se suma que
genéticamente se ha demostrado que las abejas de la isla “carecen de
consanguinidad” con el resto de las del mundo.
Una especie esencial, en peligro de extinción
En los últimos años, y al socaire de la controversia
que se ha generado en la sociedad a causa de los patentes efectos de la
emergencia climática, ha surgido el debate sobre la importancia de las abejas y
el efecto devastador que tendría para el planeta su desaparición.
Además de producir miel, son esenciales para la
polinización y según los expertos, su desaparición causaría que la mitad de las
especies de plantas y el 75 % de los productos que consumen los humanos
(incluida la carne) también desaparecerían.
“La mayoría de nuestros alimentos pasaron por el
proceso de polinización de las abejas, desde frutas como la papaya, el trigo
del pan, hasta las gallinas y cerdos, que se alimentan de productos
polinizados”, subraya Adriana Correa Benítez, jefa del Departamento de Medicina
y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos de la Fundación UNAM.
Correa ofrece cinco motivos para ese descenso de las
poblaciones de abejas, muy acusado en los países asiáticos y latinoamericanos,
y especialmente crítico en México, que van en la línea de las soluciones que
busca la Isla de Pascua.
La cirsis climática, los productos fitosanitarios,
las enfermedades, su nutrición y forma de alimentación y la capacitación y
manejo del agricultor.
Un entorno propicio
Las condiciones climáticas de la isla, con
temperaturas primaverales todo el año y gran variedad de flores, junto a la
insularidad -Pascua o Rapanui está a cinco horas de vuelo de Santiago de Chile
y no tiene puerto- ayudan tanto a la protección como a la producción de miel,
con hasta cuatro cosechas al año.
Una singularidad que celebra Diana Edmunds,
presidenta de la Asociación de Apicultores de Pascua, productora, educadora e
infatigable defensora de las grandes colmenas silvestres que todavía cuelgan de
las cuevas de la isla.
“Tener una cantidad de colmenas silvestres
disponible en la isla para todos genera que tengamos un gran reservorio apícola
a nivel mundial. Esa es una de las grandes importancia de tener y cuidar las
colmenas silvestres”, afirma mientras muestra una de las más grandes que
quedan, en una cueva de Ahu Tepei.
Un asunto que no todos entienden, y en particular
los agricultores, que suelen quemarlas por miedo físico o por tradición, como
hacían los primeros colonos europeos que llegaron a la isla según costumbres
ancestrales agrícolas.
“La abeja constantemente está trabajando y si tiene
incendios cerca, si falta de agua, dejan lo que está ahí y emigran, parten
desde cero (en otro lugar) y eso puede llevar muchos meses de trabajo”, explica
Edmunds, dedicada a concienciar a los niños para que estos cambien los
conceptos erróneos heredados de sus padres.
“El adulto no entiende porque él ve que necesita
trabajar y la abeja le molesta. Pero si logramos generar conciencia con los
niños, explicarles cuál es la labor real que hace la abeja dentro del curso del
cultivo de su abuelo o en la casa de su papá entenderán el trabajo de la abeja”
y la necesidad de preservarla pura, en el único paraíso que les queda en el
planeta.
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