El krill, contaminado por microplásticos: ballenas, focas, pingüinos, aves y peces en peligro
La contaminación por microplásticos se está
convirtiendo en un problema planetario. No parece haber lugar libre de ellos en
la Tierra. El último descubrimiento científico apunta a que el krill y las
salpas están ingiriendo partículas plásticas en el Océano Antártico. La
consecuencia de la entrada de este contaminante en la cadena alimentaria es que
las ballenas, las focas, los pingüinos, las aves marinas y los peces están en
serio peligro.
Un nuevo estudio, dirigido por investigadores del
British Antarctic Survey (BAS), ha descubierto microplásticos en el krill
(Euphausia superba), un pequeño crustáceo parecido a un camarón, y las salpas
(Salpa thompsoni), invertebrados marinos gelatinosos. Los resultados,
inquietantes para la biodiversidad, acaban de publicarse en la revista ‘Royal
Society Open Science’.
"La ingestión de microplásticos de estos
organismos otras especies de zooplacton es un proceso real y continuo",
recoge el estudio, que alerta sobre el impacto de la contaminación plástica en
los ecosistemas marinos antárticos.
"Los microplásticos (partículas con menos de 5
milímetros) están presentes en la mayoría de los océanos del mundo, incluidas
las regiones remotas y aisladas como el Océano Antártico, como resultado del
transporte a larga distancia a través del aire y las corrientes oceánicas, así
como de la contaminación local", recoge el texto.
Si bien se ha observado que el krill antártico
ingiere microplásticos en entornos de laboratorio, los hallazgos del equipo
proporcionan evidencia importante de que estos animales, así como otros
zooplancton, ingieren plástico en su entorno natural.
Estos contaminantes están presentes tanto en las
aguas superficiales, como en el lecho marino y en el hielo. Debido a su pequeño
tamaño y su flotabilidad pueden aglomerarse con otras partículas orgánicas suspendidas
y con fitoplancton lo que hace que sea ingerido por el zooplacton.
La ingestión de lo que los autores del estudios
denominan "comida chatarra", correspondiente a plásticos sintéticos,
es "preocupante", pues los ecosistemas marinos antárticos son
"particularmente sensibles a este tipo de contaminación debido a su corta
cadena alimenticia y su amplio endemismo.
El principal riesgo es que ocurra una
"transferencia trófica de microplásticos" ya que tanto las salpas
como el krill son "una fuente importante de alimento para numerosos
depredadores superiores", subrayan los autores del estudio.
Estas dos especies son críticas para la dieta de
gran parte de la vida silvestre marina del Océano Antártico. El krill es la
principal fuente de alimento para las ballenas, los pingüinos y las focas,
mientras que algunos peces y aves marinas más grandes ingieres salpas.
Pero hay más: "La ingestión de microplasticos
por el krill y las salpas también puede afectar su capacidad para transportar
carbono a las profundidades marinas".
El Océano Antártico es uno de los mayores sumideros
de carbono del planeta y estos animales juegan un papel fundamental en la
transferencia de CO2 atmosférico a las profundidades de los océanos.
Las interacciones con los microplásticos tienen el
potencial de interferir con la cantidad de carbono que estos organismos pueden
capturar y atrapar en las profundidades océano.
En este sentido, Clara Manno, ecóloga marina
pelágica en BAS, ha resaltado que, además de ser fuentes importantes de alimento
en el ecosistema marino antártico, el krill y las salpas desempeñan "un
papel crucial en la desaceleración del cambio climático".
La autora principal, Laura Wilkie Johnston, bióloga
marina de BAS, ha manifestado su honda preocupación por este hallazgo y por el
impacto que pueden tener en el futuro los microplásticos en ese entorno.
Los investigadores recolectaron muestras de krill y
salpa en dos misiones de investigación frente al extremo norte de la Península Antártica
en 2016 y cerca de la isla de Georgia del Sur en 2018.
Se extrajeron microplásticos de ambas especies,
siendo las microfibras plásticas las más comunes. Una de las mayores fuentes de
estas fibras se desprende de la ropa durante el lavado y el secado.
Alrededor del 60% del krill y las salpas contenían
nailon, un microplástico con importantes aplicaciones comerciales en prendas de
vestir, aparejos de pesca, cuerdas y neumáticos de automóviles reforzados.
También se hallaron otros polímeros que pueden
proceder del revestimiento de cables, las telas de protección contra la humedad
o las pinturas antiincruistantes, entre otros usos.
"En este estudio mostramos cómo estos animales
son vulnerables al plástico en su hábitat natural. La investigación proporciona
nuevos conocimientos sobre las cantidades y los tipos de plásticos a los que el
krill y las salpas están expuestos en el Océano Austral", ha apuntado
Emily Rowlands, coautora del informe y bióloga marina de BAS.
El krill antártico es una de las especies con mayor
biomasa del planeta. Tiene un comportamiento gregario y se agrupa por millones
a lo largo de decenas de kilómetros. Cada año se pescan entre 150.000 y 200.000
toneladas, mayoritariamente para la acuicultura.
Las salpas se parecen a las medusas pero
estructuralmente tienen más en común con los vertebrados. Las heces y los
cuerpos muertos de estos organismos llevan gran cantidad de carbono al fondo
marino.
Su abundancia hace que tengan un importante efecto
en el ciclo del carbono oceánico y, en consecuencia, en el cambio climático.
Algunos estudios señalan que eliminan hasta 6.800 millones de toneladas de
carbono cada año de los mares de todo el mundo.
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