Los mamuts no son cómo los imaginábamos

 

Los mamuts lanudos (Mammuthus primigenius) debieron ser animales majestuosos. Su tamaño descomunal probablemente les haría destacar en la estepa siberiana, como si se tratase de pequeñas montañas móviles y llenas de pelo. Cientos de miles de estos animales poblaron gran parte del norte de Europa hasta el fin de las últimas glaciaciones cuando, por culpa del aumento de las temperaturas, tuvieron que ir migrando cada vez más al norte hasta que la tierra dio paso al mar lo que, finalmente, favoreció su extinción. Sin embargo, todos los cambios en los ecosistemas que habitaron estos enormes animales también provocaron cambios en los mamuts, y un nuevo estudio genético muestra cómo se adaptan al frío gracias a ciertos marcadores presentes en su ADN.

La evolución es un proceso lento y aleatorio que sucede en todas las especies en todo momento. Esta aleatoriedad proporciona características ligeramente distintas a cada individuo que, si son beneficiosas, favorecerán su reproducción y se trasmitirán a la descendencia. Así, de pequeño cambio en pequeño cambio, un grupo dentro especie puede ir evolucionando de forma distinta a otro hasta que se conviertan en especies distintas que tuvieron un antepasado común. No hay un momento exacto en el que una especie pasa a ser otra, si no que se trata de un periodo temporal difuso, pero se puede acotar a un rango de pocos miles de años.

Uno de los primeros mamuts de los que se tiene constancia es el conocido como Chukochya, un ejemplar hallado en el nordeste de la estepa siberiana cuyos restos datan de hace unos 680 000 años. Este mamut muestra en su ADN algunas de las características propias de los mamuts, aunque los cientos de miles de años de evolución posteriores tuvieron un fuerte impacto en las características morfológicas y metabólicas de los mamuts.

Como nos explica David Díez-del-Molino, autor principal del artículo, han estudiado los genomas de 23 mamuts lanudos de diferentes periodos. Algunos de estos restos han podido ser datados con precisión gracias a la prueba del carbono 14 (que tiene una edad máxima de datación de unos 50 000 años) mientras que otros son más antiguos, aunque se estima que tienen menos de 100 000 años. También han incluido en el estudio a Chukochya, para así comparar las diferencias entre los primeros mamuts y los últimos. Los parientes vivos más cercanos al mamut lanudo son los elefantes asiáticos, por lo que, para observar los cambios genéticos, se añadieron al estudio muestras de 28 elefantes actuales, lo que permite observar qué adaptaciones son únicas en el mamut.

Entre las características morfológicas y fisionómicas del mamut, encontraron cambios en las orejas y el pelo que recubría sus enormes cuerpos. Según explica David Díez-del-Molino, es complicado saber exactamente qué rasgos producía cada mutación en el mamut, ya que actualmente no queda ningún mamut vivo y los restos que mantienen tejidos blandos son limitadas. Sin embargo, sí que se pueden observar los cambios que producen estas mutaciones en otros animales, como los ratones. En el caso de las orejas, los investigadores encontraron mutaciones que inactivan parcial o totalmente el gen FLG. Se sabe que, en la actualidad, los ratones que nacen con estas deficiencias desarrollan orejas muy pequeñas, por lo que estas mutaciones podrían tener como consecuencia las pequeñas orejas que se observan en los mamuts del periodo cuaternario tardío, los más cercanos a nuestro tiempo.

Otro gen estudiado fue LYST, en el que hallaron varias mutaciones relacionadas con la falta de pigmentación en el pelo de otros animales que habitan lugares fríos, como el oso polar. Una de las hipótesis que barajan es que se trate de un tipo de evolución convergente, es decir, que animales muy distintos puedan adquirir características similares por estar expuestos a las mismas presiones evolutivas, aunque se necesitan más estudios para confirmarlo. Investigaciones anteriores dirigidos por investigadores del instituto Max Planck muestran que algunos mamuts tenían mutaciones en el gen Mc1r, que también está relacionado con una pigmentación clara, lo que sugiere la presencia de mamuts más oscuros y otros más claros.

Sin duda, los mayores cambios del mamut son a nivel metabólico. Para sobrevivir a las duras condiciones de la estepa siberiana durante la última glaciación, los mamuts tenían un metabolismo de los lípidos muy especial. Los lípidos son una reserva de energía y calor que proporciona tanto aislamiento como calor para poder sobrevivir al invierno. Por ello, las mutaciones halladas, generalmente favorecen la transformación de azúcares en grasas. De nuevo, estas mutaciones, como las encontradas en el gen APOB, también se encuentran en otros mamíferos árticos, como renos y osos polares, y son muy importantes para el transporte de lipoproteínas.

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