Así comenzaron a caminar los peces hasta convertirse en humanos
Cuando uno piensa en la evolución humana, es muy
probable que se imagine a chimpancés explorando antiguos bosques o a los
primeros humanos pintando mamuts lanudos en las paredes de las cavernas. Pero
los humanos, junto con los osos, los lagartos, los colibríes y el Tyrannosaurus
rex, somos en realidad peces de aletas lobuladas.
Puede parecer extraño, pero la prueba está en
nuestros genes, nuestra anatomía y en los fósiles. Pertenecemos a un grupo de
animales llamados sarcopterigios terrestres, pero los enormes cambios
evolutivos han oscurecido nuestro aspecto.
Pensamos que los peces son nadadores expertos, pero
en realidad han desarrollado la capacidad de “caminar” al menos cinco veces.
Algunas especies tiran de sí mismas hacia delante utilizando aletas delanteras
bien desarrolladas, mientras que otras “caminan” por el fondo oceánico.
Nuestro antepasado sarcopterigio desarrolló pulmones
y otros mecanismos para respirar aire, extremidades óseas y una columna
vertebral más fuerte antes de aventurarse en tierra firme. Estas adaptaciones
no sólo fueron útiles en entornos acuáticos, sino que permitieron a nuestros
antepasados explorar tierra firme: eran “preadaptaciones” para la vida en
tierra.
La transición del agua a la tierra fue uno de los
acontecimientos más significativos en la evolución de los vertebrados. Puede
que empezara como una forma de escapar de los depredadores, pero el paisaje que
descubrieron nuestros antepasados ya era rico en plantas como musgos, colas de
caballo y helechos, así como artrópodos (cienpiés) que habían colonizado la
tierra millones de años antes.
Caminar evolucionó en los peces varias veces de
forma independiente, lo que lo convierte en un ejemplo de convergencia
evolutiva (rasgos similares que evolucionan de forma independiente, como las
alas en murciélagos y en aves). Sin embargo, la evolución de la marcha en los
peces es poco frecuente. Existen más de 30.000 especies de peces tal y como las
conocemos hoy en día (no en el sentido evolutivo), de las cuales sólo un puñado
puede “caminar”.
Los sarcopterigios se diferencian de otros tipos de
peces en varios aspectos importantes. Por ejemplo, nuestras aletas
(extremidades) tienen soportes óseos y lóbulos musculares que nos permiten
desplazarnos por tierra.
Se cree que esta adaptación fue crucial para la
evolución de los tetrápodos (anfibios, mamíferos, reptiles y aves) durante
nuestra transición del agua a la tierra en el Devónico Tardío, hace unos 375
millones de años. Muchos de los genes implicados en la formación de
extremidades y dedos en los tetrápodos también se encuentran en sarcopterigios
acuáticos como el pez pulmonado (Dipnoi), lo que indica que estos rasgos
evolucionaron en nuestro antiguo antepasado común.
No sabemos qué especie era este antepasado, pero
probablemente se parecía al celacanto, que cuenta con un rico registro fósil y
es un “fósil viviente” que hoy habita en el océano Índico occidental e
Indonesia.
Los peces sarcopterigios que caminan se han
extinguido, como Tiktaalik, o han evolucionado tanto que ya no los reconocemos
como peces (tetrápodos).
Un ejemplo de pez vivo que camina es el saltarín del
fango (de la familia Oxudercidae). Estos peces viven en manglares y marismas y
utilizan sus aletas pectorales para caminar por tierra. Estas aletas les ayudan
a escapar de los depredadores acuáticos, a buscar comida (consumen materia
orgánica en el fango) e incluso a relacionarse en tierra buscando pareja.
Otro ejemplo es el siluro caminante (Clarias
batrachus), que utiliza sus aletas pectorales para desplazarse por tierra, lo
que le ayuda a escapar de los estanques que se secan y a encontrar nuevos
hábitats.
La raya pequeña (Leucoraja erinacea) es un pez
cartilaginoso emparentado con las rayas y los tiburones (a diferencia de los
peces óseos, incluidos los sarcopterigios). Es otro pez que “camina” bajo el
agua con aletas como patas, imitando los movimientos de los animales
terrestres.
La raya pequeña es de gran interés para los
científicos que investigan la evolución de la locomoción porque evolucionó
caminando con aletas independientemente de los sarcopterigios. Sin embargo,
hasta ahora, la genética que subyace a la marcha de la raya pequeña era difícil
de estudiar debido a la falta de datos de calidad.
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