Descubren que una criatura dientes de sable migró 11.000 kilómetros hace 252 millones de años
Los fósiles, encontrados en la región de Karoo, muestran los duros momentos que pasaron los animales terrestres antes de la extinción conocida como la Gran Mortandad.
Cada vez conocemos más acerca de nuestro pasado, y
esta información es de un valor incalculable para poder predecir cómo
evolucionará el futuro. Gracias a la colaboración de un equipo de paleontólogos
de los Estados Unidos y Sudáfrica hemos podido comprobar la suerte que
corrieron los últimos ejemplares de uno de los grandes depredadores del final
de la Era Paleozoica: el Inostrancevia. Este animal, que recuerda a una mezcla
entre reptil y tigre dientes de sable, trató de encontrar un refugio migrando
11.000 kilómetros antes de, finalmente, sucumbir ante los efectos de la mayor extinción
masiva de la historia.
En la Tierra han ocurrido 5 extinciones masivas que
han acabado con una gran parte de los seres vivos. Aunque la más conocida es la
última, cuando el impacto del meteorito Chicxulub condenó a los grandes
dinosaurios y marcó el final del cretácico, una de las anteriores fue mucho más
mortífera, tanto, que se le conoce popularmente como la Gran Mortandad.
Su nombre científico es el de extinción
pérmica-triásica, y se estima que arrasó con entre el 80 y el 96% de las
especies marinas y aproximadamente el 50% de las familias de invertebrados
marinos. Además, también se vieron severamente afectadas las plantas, los
insectos y los tetrápodos que habían colonizado y conquistado tierra firme.
Si en aquel periodo nos situásemos en órbita de la
Tierra y la observásemos detenidamente, probablemente no reconoceríamos muchas
de las estructuras actuales. Todas las masas de tierra firme se encontraban
unidas en Pangea, el archiconocido supercontinente que agrupó a los 5 actuales
durante 160 millones de años. Rodeando esta gigantesca masa de tierra, el
océano Pantalasa (“todo mar” en griego) bañaba las costas de Pangea y ocupaba
un 70% de la superficie del planeta. Actualmente los restos de Pantalasa siguen
presentes, solo que los conocemos como el -cada vez más pequeño debido a la
deriva continental- océano Pacífico.
Aunque no podemos viajar en el tiempo, los paleontólogos
han mostrado a lo largo de los años incontables pruebas de la tectónica de
placas. La más obvia a simple vista es la forma de los continentes, que encajan
como en un enorme puzle, pero también existen pruebas en las formaciones
rocosas con un origen común que ahora se encuentran separadas, y fósiles de
ejemplares de la misma especie que se extienden por distintos continentes.
Además, con las técnicas de medición actuales podemos conocer la velocidad a la
que se mueven las diferentes placas, con lo que se puede conocer sus posiciones
pasadas.
El final del periodo pérmico estaba siendo una
maravilla a nivel evolutivo. Durante esta época comenzó la división de lo que
serían los antepasados de los mamíferos, de los reptiles y de las aves. Las
plantas también se diversificaron, así como los insectos. Entre los agentes
causantes de esta explosión de vida, encontramos unas temperaturas más cálidas
de las actuales, que permitieron que animales fabulosos como el Dimetrodon
alzaran su poderosas aletas dorsales antes de salir a la caza de peces u otros
tetrápodos.
Respecto a la flora, durante el pérmico crecieron
extensos bosques de coníferas, que tenían una enorme ventaja con respecto a las
plantas anteriores, ya que protegían a su descendencia en unas estructuras que
han llegado hasta la actualidad: las semillas. Estos bosques comenzaron a ser
habitados por insectos, como escarabajos y cigarras, que cambiaron su
tradicional dieta carnívora en una más enfocada a devorar ciertas -y
nutritivas- partes de las plantas.
En este mundo tan parecido y, a la vez, tan distinto
al nuestro, el registro fósil nos muestra que la vida debió ser dura para sus
habitantes. En la zona superior de la pirámide trófica, los superdepredadores
tuvieron que adaptarse para tratar de sobrevivir, como nos muestran ejemplares
del género Inostrancevia. Estas bestias de más de 3 metros de largo estaban
armadas con colmillos de 15 centímetros que utilizaban para desgarrar la piel y
la carne de los herbívoros de la zona, como los dicinodontes, otros animales
del tamaño de cerdos que poseían características de los protomamíferos.
Hasta ahora, los fósiles de los Inostrancevia
únicamente se habían encontrado en lo que es la actual Rusia, pero una nueva
excavación realizada en el yacimiento de Karoo en Sudáfrica ha encontrado dos
ejemplares más que se suman al registro. Como aseguran los investigadores,
todavía no está claro en cuánto tiempo cruzaron los 11.000 kilómetros que
separarían estas zonas de Pangea, pero sí que pueden haber encontrado el
motivo.
Los carnívoros que se encontraban en aquella época
en la zona de Karoo se extinguieron antes que el resto de los animales. La
desaparición de los depredadores provocó un desequilibrio en la fauna, local,
que probablemente vio cómo el número de herbívoros crecía cada vez más. Este
aumento de los herbívoros favoreció la migración de grandes carnívoros de otros
lugares, que ocuparon el rol de superdepredador hasta que, finalmente, también
se extinguieron.
Lo más curioso de este tipo de eventos es que ahora
sabemos que ocurrieron al menos en 4 ocasiones en un periodo de 2 millones de
años, algo sin precedentes en la historia de la Tierra. Por tanto, este estudio
muestra, una vez más lo vulnerables que son los grandes depredadores ante los
cambios en el ecosistema, ya que tienden a desaparecer los primeros. En la
actualidad encontramos ejemplos tanto en Europa, con los lobos; como en Asia,
con los tigres. Pero gracias a las labores de conservación, esperemos que estos
magníficos animales no acaben como su antepasado.
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