Unos guacamayos en peligro de extinción frenan un parque eólico en Brasil
Un parque eólico
en el noreste de Brasil debía ser una bienvenida solución de energía limpia.
Pero preocupaciones por otro tipo de impacto ambiental lo enfrentan con habitantes
y protectores de un guacamayo azul en peligro de extinción.
Con vientos
fuertes y velocidad estable, esta región del gigante suramericano alberga más
de 90% de la producción nacional de energía eólica y el gobierno de Lula da
Silva pretende convertirla en el "mayor granero" de renovables del
mundo.
La francesa
Voltalia obtuvo permisos y empezó a construir en 2021 un complejo eólico de 28
aerogeneradores con una capacidad de 99,4 megavatios en el municipio de
Canudos, una zona semiárida en el norte del estado de Bahia.
Pero pronto se
topó con una contracorriente de críticas tras conocerse que las enormes torres
de 90 metros, con hélices de 120 metros, atraviesan dos zonas donde duermen los
guacamayos de Lear (Anodorhynchus leari).
Bautizados así
por el poeta y viajero inglés Edward Lear, que los inmortalizó en uno de sus
dibujos en el siglo XIX, estos guacamayos endémicos están clasificados como
especie en peligro por la lista roja de la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza.
Actualmente no
superan los 2.000 ejemplares en la naturaleza.
"Es muy
arriesgado: (el complejo) puede aumentar considerablemente los riesgos de
extinción", dice a la AFP Marlene Reis, del Projeto Jardins da Arara de
Lear enfocado en la preservación de la especie.
Para la experta,
el impacto del parque eólico "puede ser irreversible, especialmente para
un animal tan emblemático como esos guacamayos, que viven y se reproducen única
y exclusivamente en esa región".
En atención a
esos argumentos, la justicia federal paralizó a mediados de abril la
construcción (ya en etapa final) de las turbinas, anulando los permisos dados
por el estado de Bahia a Voltalia.
Según la
decisión, un proyecto eólico ubicado en territorio de especies amenazadas o
rutas de aves migratorias "no puede ser considerado de bajo impacto
ambiental".
El tribunal
ordenó realizar estudios más rigurosos y consultar a las poblaciones locales
Voltalia,
presente en cuatro estados de Brasil y 20 países, denunció una suspensión
"indebida" y recurrió la decisión.
"Las
posibles consecuencias ambientales y sociales fueron tratadas
exhaustivamente", dice a la AFP Nicolas Thouverez, gerente de la empresa
para Brasil.
Estudios
requeridos por las autoridades del estado y a cargo de especialistas apuntaron
que la instalación de los parques eólicos "de ningún modo pone en peligro
la conservación de la especie y demostraron la viabilidad ambiental del
proyecto", añadió.
La empresa
argumenta también que el impacto puede minimizarse pintando las aspas de las
turbinas para aumentar su visibilidad, colocando GPS en las aves o instalando
tecnología que permite detener inmediatamente las máquinas al detectar un
sobrevuelo del animal.
Brasil tiene el
mayor porcentaje de electricidad limpia del G20 (89%) y lidera América Latina
en su generación, según el centro de estudios Ember.
Las plantas eólicas
y solares generan 27 gigavatios (21,5 y 5,4, respectivamente) y otros 217
gigavatios son esperados hasta 2030, citó en un informe de marzo el Global
Energy Monitor.
El presidente
Luiz Inácio Lula da Silva, quien asumió el poder en enero, prometió impulsar
ese potencial, tras cuatro años de deterioro en políticas climáticas durante el
gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Lula quiere
convertir el noreste brasileño, que alberga 725 de los 828 parques de
aerogeneradores del país, "en el mayor granero de energía limpia y
renovable del mundo", dijo este mes el ministro de Energía, Alexandre
Silveira.
Silveira anunció
planes para instalar ahí hasta 30 gigavatios de generación limpia,
esencialmente de fuente eólica y solar. Las inversiones podrían llegar a
120.000 millones de reales (24.000 millones de dólares).
El parque de
Voltalia también suscita otras preocupaciones locales.
En las zonas
rurales alrededor, unas 7.500 personas aún practican una ocupación comunitaria
de la tierra para agricultura y ganadería.
"El impacto
será general", dice a la AFP Adelson Matos, de 65 años y barba blanca, que
cría cabras, ovejas, vacas y gallinas, y cosecha frutas en la vecina localidad
de Alto Redondo.
El parque eólico
"rompe toda armonía con el hábitat natural", afirma, al quejarse de
ruidos, rondas de vehículos a todas horas y denunciar una alteración de los
ciclos de lluvia y vientos por la gigantesca infraestructura.
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