El Telescopio Webb revela cómo llegó el agua a la Tierra primitiva
Utilizando el telescopio Webb, los astrónomos
descubrieron evidencia de moléculas orgánicas complejas en una galaxia a más de
12 mil millones de años luz de distancia de la Tierra, cuando el Universo tenía
menos de 1.500 millones de años. La galaxia en cuestión se observa en color
rojo, en tanto que las moléculas orgánicas están resaltadas en naranja.
Utilizando el telescopio Webb, los astrónomos
descubrieron evidencia de moléculas orgánicas complejas en una galaxia a más de
12 mil millones de años luz de distancia de la Tierra, cuando el Universo tenía
menos de 1.500 millones de años. La galaxia en cuestión se observa en color
rojo, en tanto que las moléculas orgánicas están resaltadas en naranja.
Las estrellas recién nacidas suelen pasar por un
estadio juvenil en el que la intensa radiación que emiten barre el entorno
gaseoso a partir del que se forman por el colapso gravitatorio de una nebulosa.
Al desaparecer el gas nebular, la temperatura en los alrededores de las
estrella decrece lo suficiente para permitir que pequeños minerales y, a mayor
distancia, hielos y materia orgánica, se condensen. Esos materiales chocan y
forman agregados que se acumulan alrededor de las estrellas jóvenes, formando
los llamados discos protoplanetarios.
Esas enormes estructuras, formadas inicialmente por
diminutas partículas de polvo y gas que rodean a las estrellas jóvenes, acaban
formando cuerpos kilométricos como los asteroides y los cometas. De las
colisiones entre esos primeros cuerpos sólidos, en escalas temporales mucho
mayores, surgirán más tarde los planetas rocosos como la Tierra.
Lo que hoy nos ocupa es explorar, con el
revolucionario Telescopio Espacial James Webb, cómo viaja el agua en esos
sistemas planetarios primigenios.
En general existen dos tipos de discos
protoplanetarios, los llamados compactos y los extendidos. El telescopio
espacial JWST acaba de desvelar los procesos de transporte de agua y volátiles
en el interior de los discos protoplanetarios.
En concreto, el artículo que ve ahora la luz
presenta espectros JWST-MIRI de cuatro discos protoplanetarios seleccionados,
dos de cada tipo, para comprobar si el vapor de agua dentro de la línea del
hielo está regulado por la deriva de los materiales sólidos que se forman en su
interior.
En esos discos son muy dinámicos. Las pequeñas rocas
sólidas son, en realidad, amalgamas de pequeños minerales micrométricos, hielos
y materia orgánica que chocan entre sí. Forman agregados porosos que pueden incorporar
hielo fácilmente.
En regiones frías del exterior del disco, el agua
tiende a condensar y a formar mantos de hielo sobre esas diminutas rocas. La
presencia de esos mantos helados hace que las partículas consigan difundirse
mejor en un medio con alto vapor de agua, como ocurre en el interior de los
discos compactos, a diferencia de aquellos discos en los que ese vapor escasea.
Esto es clave porque la Tierra se formó cerca del
Sol en un entorno caliente y, por tanto, con relativa escasez de agua. Sin
embargo, este mecanismo debió de funcionar durante suficiente tiempo para
hidratar la región de formación de nuestro planeta y conseguir que la Tierra
tuviese agua desde una edad temprana.
La razón de esas diferencias en los discos
protoplanetarios se explica de manera elegante y sencilla: los caprichosos
caminos del agua a bordo de los materiales que forman esos discos.
El enorme poder de resolución del espectrómetro del
infrarrojo medio (MIRI) permite obtener espectros de agua muy detallados. Esto
ha revelado un exceso de emisión en las líneas espectrales de los materiales
que forman los discos compactos en comparación con los discos extendidos. Ese
exceso de emisión muestra que hay una componente fría que se extiende a una
distancia de esas estrellas, entre una y diez veces la que separa la Tierra del
Sol en nuestro sistema planetario.
La emisión de agua fría se debe a la sublimación del
hielo y la difusión de ese vapor a través del disco. Esto implica que esos
agregados rocosos y cubiertos de hielo se desplazan de manera más eficiente
hacia las regiones cercanas a la estrella si hay suficiente vapor de agua, algo
que ocurre en discos compactos.
Las rocas diminutas desempeñan un papel fundamental:
se encargan de transportar grandes cantidades de agua y otros volátiles a las
regiones internas del disco en donde se forman los embriones de los planetas
rocosos.
Al decaer hacia la estrella, esos materiales tienden
a acumularse y crean los anillos toroidales y espacios vacíos propios de los
discos protoplanetarios extendidos. La formación temprana de planetas gaseosos
gigantes, como el propio Júpiter, puede ejercer un papel fundamental actuando
de barrera para el paso de esos materiales hacia regiones más internas.
Quién hubiera dicho que, gracias a esos caprichosos
e intrincados caminos seguidos por el agua a bordo de diminutas rocas, hoy en
día la Tierra poseería el líquido elemento, capaz de transformarlo en un mundo
oceánico y oasis de vida.
.
Comentarios
Publicar un comentario