Los peligros de que las auroras boreales lleguen a España
El pasado domingo 5 de noviembre Javier Caldera
tenía claro que no quería perderse el espectáculo. Este joven cacereño de 21
años, aficionado a la astrofotografía, estaba al tanto de que era muy probable
que durante ese día se avistaran auroras boreales en Europa. Y estuvo siguiendo
el tema de cerca para asegurarse de cazar alguna.
"Sobre las 19:30 se alcanzó un valor bastante
alto de probabilidad de auroras en zonas como Irlanda, y sabía que llegarían a
ser visibles desde aquí, aunque muy tenues en el horizonte. En ese momento me
decidí y fui a una finca familiar libre de contaminación lumínica a las afueras
de Cáceres, donde siempre tomo mis imágenes astronómicas", relata Caldera.
Y lo consiguió. Una aurora boreal en Cáceres. Y una foto que lo demuestra.
El viernes anterior, día 3 de diciembre, Consuelo
Cid Tortuero, coordinadora de SeNMEs y del Grupo de Investigación Meteorológica
Espacial, ya lo vio venir: "Estuvimos observando el Sol, y vimos lo que
parecía una eyección de masa solar, y que había muchas probabilidades de que
llegara a Tierra. Ese día nos fuimos todos del despacho sabiendo que el domingo
tendríamos fiesta, y que íbamos a disfrutar con las auroras como niños con
juguetes nuevos la noche de Reyes".
La experta detalla que, aunque no es común, tampoco
es un caso único. Este mismo año se han producido más auroras borales en
España, aunque en muchas ocasiones la contaminación lumínica o la luz del Sol
nos privan de poder verlas. Según explica, cuanto más al norte nos ubiquemos
más probabilidades hay de encontrárselas. Aunque en general desde cualquier
punto de la península existen las mismas opciones, e incluso en Canarias se han
registrado algunas.
Pero, a pesar de ser un espectáculo bellísimo, no es
positivo que se produzcan. "Si en el cielo hay auroras significa que se
están produciendo modificaciones en los campos eléctricos en el cielo y en el
suelo, y eso tiene unos riesgos. En España no habrá nunca turistas que vengan
buscando auroras, pero sí podemos sufrir los efectos negativos de la actividad
del Sol. Así que es una mala noticia que se produzcan auroras en nuestro país,
definitivamente", asegura Cid.
Esos
"riesgos" de los que habla son muchos. Y variados. En la Tierra, los
sistemas de GPS, los cajeros, los sistemas eléctricos, los transportes y las
centrales eléctricas, entre otras muchas cosas, pueden dejar de funcionar, o
hacerlo de manera incorrecta. Las comunicaciones pueden verse interrumpidas, y
las tuberías podrían corroerse. Y los pasajeros que estén volando en aviones
cerca de las regiones polares podrían verse sometidos a dosis extra de
radiación.
"Las auroras son la parte bonita de las
tormentas solares. Pero después tenemos los potenciales problemas que nos
pueden afectar, sobre todo a una sociedad tan tecnológicamente dependiente como
la nuestra". Así lo resume Víctor Manuel Sánchez, Doctor en Ciencias
Físicas y profesor en la Universidad de Extremadura, que explica que ya hay
ejemplos concretos de el impacto negativo de la actividad del Sol en nuestro
planeta.
Un caso famoso es la tormenta solar que azotó Quebec
(Canadá) en marzo 1989, que causó un corte en el suministro de la red eléctrica
que dejó la región sin luz durante varias horas y provocó daños millonarios.
Más de un siglo antes, en 1859, tuvo lugar la tormenta solar registrada más
potente de la historia, el evento Carrington, que afectó a la gran tecnología
de la época: el telégrafo. Pero hay casos más recientes. En febrero de 2022
Elon Musk lanzó 49 satélites Starlink, y una tormenta solar destruyó 40 de
ellos.
"Luego hay un caso curioso, que fue cuando los
físicos solares evitamos la tercera guerra mundial", relata Sánchez.
"En 1967, en plena Guerra Fría, al ejército de EEUU dejaron de funcionarle
sus radares y sus telecomunicaciones. Pensaron que era una maniobra de la URSS,
y estaban dispuestos a devolver el ataque. Por suerte, un poco antes los
estadounidenses ya habían empezando a observar el Sol, y supieron ver que el
problema se había originado por una tormenta solar", añade.
"Podríamos decir que del Sol salen tres
productos, entre comillas. Uno es la luz, que llega a la Tierra en cinco
minutos. Otro son las partículas relativistas, que llegan en 15 minutos. Y
luego están las partículas que se producen cuando sucede una eyección de masa
solar, que tardan entre uno y tres días en realizar ese viaje y son las que
pueden producir auroras", relata Cid.
No obstante, es importante destacar que esa eyección
de masa solar puede que nunca llegue a la Tierra, y simplemente se pierda en el
espacio. Pero si finalmente llegan a nuestro planeta, el espectáculo está
garantizado. "Cuando entran en la magnetosfera, que es el campo magnético
de la Tierra que ejerce como una especie de escudo, esas partículas interactúan
con las moléculas de la atmosfera, que se excitan. Cuando las moléculas vuelven
a su estado fundamental emiten luz. Y así se producen las luces de las auroras
boreales", resume Sánchez.
El experto
detalla que las primeras líneas del campo magnético van dirigidas a los polos
magnéticos de la Tierra -que no son exactamente los polos geográficos-, y por
eso las auroras se producen generalmente en estas regiones. Pero cuanto más
potente sea la eyección de masa solar, más posibilidades hay de que sean
visibles a latitudes más bajas. Así que se puede decir que las auroras son
"manifestaciones indirectas de la actividad del Sol". Y aunque el
ciclo solar actual está siendo más bien "débil", cuando se producen
picos nosotros, desde la Tierra, vemos más auroras.
El color que tengan dependerá de los átomos que las
partículas solares hayan excitado. Por ejemplo, las verdosas están relacionadas
con el oxígeno, y las púrpuras, con el nitrógeno. Pero no todas son visibles
desde cualquier punto. "En España nunca veremos una aurora verde, porque
los colores se forman a distintas altitudes de la atmósfera. Por eso la de
Cáceres fue de color rojo, y según vayamos subiendo son más verdes",
explica Cid, que detalla que incluso se han registrado algunas moradas o
blancas, aunque son más raras.
"Las tormentas solares pueden producirse en
cualquier momento. Pero por la posición de la Tierra con respecto al Sol se ven
dos picos de actividad en cuanto a número de auroras. Uno es en septiembre,
cuando empieza el otoño, y otro en febrero, a finales de invierno. Y esto es
debido a que en esos dos momentos la Tierra se encuentra ligeramente más cerca
de los polos del Sol, que es por donde se escapan las partículas solares a
mayor velocidad. En el ecuador del Sol el campo magnético está más cerrado, y
es difícil que se escapen", relata Sánchez.
Teniendo en cuenta todo esto, ambos expertos ponen
en foco en la necesidad de adaptarse ante un riesgo que, como se ha demostrado,
es real. Lo explica Sánchez: "No es que una aurora vaya a acabar con
nuestra civilización, o vaya a provocar una extinción masiva. Pero tenemos que
vigilar la actividad solar y seguir investigando para saber cuándo se van a
producir las tormentas solares y cómo van a ser, para así poder mitigar los
potenciales problemas. Porque a lo largo del ciclo solar hay muchísimas".
Cid, que lleva años investigando el Sol y las
consecuencias de su actividad en nuestro planeta, considera que estamos
preparados. "Se puede predecir si una tormenta solar llegará a la Tierra
con tiempo suficiente. Y en concreto España puede hacerlo. Pero me gustaría
decirles a los políticos y a las empresas que utilizaran esa capacidad. Porque
nuestras investigaciones se han hecho con fondos públicos, y han tenido
resultados muy buenos. Y me gustaría creer que la sociedad española lo
aprovecha, pero no sé si lo está haciendo", concluye la experta.
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